"Se murió el papá de Carlos el “Pibe” Valderrama". Esa afirmación para que el resto del mundo se entere del personaje. ¡Pero aquí se murió Jaricho! Estoy seguro que aquí todos ya hemos, de alguna forma, dado nuestra expresión de sorpresa, condolencia y seguramente admiración por un personaje, que era gente normal, que pudo criar a uno que se volvió extraordinario, como tantos extraordinarios que en materia de fútbol ha dado el barrio Pescaito. Por cientos, diría yo, que soy una analfabeta futbolístico; lo único que sé es que el Unión Magdalena tiene una sola estrella, una única, como la exacerbación del minimalismo.
Si uno es de Piedecuesta Santander, y tiene cierta edad, puede decir que conoce a Pablus Gallinazus o que escuchó hablar de él. Y qué orgullo para quienes lo admiran coincidir en la misma villa con semejante personaje, lo mismo se podría decir ahora del Edson Velandia. O viviendo en Pereira en la época en que Leonardo Fabio se quedó a vivir por varios años. Qué emoción para quienes enamoraron y disfrutaron con sus canciones, que un cineasta y cantante argentino viviera en Pereira y uno, de admirador, coincidiera en la misma época. Eso tiene que ser emocionante. Siendo de provincia, de ciudad pequeña, donde “tomundo” se conoce y se sabe la vida, es bueno saber que un vecino de uno se destaca. Pues sí, es emocionante; es también un poco hacerse a la responsabilidad de contar, así sea en la charla de esquina En “Piso alto” por ejemplo, que es una esquina de aceras muy altas, por aquello de las inundaciones por las lluvias y que queda a unas cuadras de la casa de Jaricho. Ahí siempre se dan esos encuentros pa' conversar a la sombra, sobre cualquier cosa, y sobre cosas importantes. Más tarde pasaré por ahí de camino a dar mis condolencias a la gente de Pescaito y seguro que me quedó un rato charlando con alguien.
Jaricho era un tipo que siempre andaba en una cicla, o a pie. Bueno, así es que yo lo veía. Debo decir que siendo samario por adopción, lo tengo en la memoria hace como 30 años. ¡Cómo pasa el tiempo, llave! Bueno, una cosa que recuerdo es cuando El Pibe estaba jugando en el Montpellier y llegó de visita a Santa Marta. Iba por toda la carrera quinta --que era la principal avenida de comercio en ese entonces-- pasaba lento, despacito como decimos aquí, iba manejando un Mercedes Benz color café, saludando a la gente y tal. Frente donde yo estaba, ahí entre calles 13 y 12, El Pibe alcanza a Jaricho que iba en su cicla y le grita:
-Oye Jaricho súbete que te llevo a la casa. Y éste le responde con esa autoridad y gracia:
–¡Yo no me subo en esa cagá!
Es sabido de vox populi que Jaricho nunca quiso cambiar de casa, ni barrio, ni de zona, ni de trabajo. Y eso que El Pibe le insistió. Hoy contaban en las noticias de “radio bemba” (que es la mejor comunicación cuadra a cuadra que pueda existir) que se le encontró en su casa con su mano derecha sobre el pecho. Se sabe, además, que lo llevaron a la precaria Policlínica de Pescaito. En mi opinión, este tipo lo que era de verdad, por lo que habría que hacerle un monumento. (Sería un monumento a lo que todos deberíamos ser). Era un tipo autentico, de su barrio, de su gente, de su trabajo, de su propia manera de pensar y hacer las cosas. ¿Ah? Es que prefirió siempre vivir allí, prefirió seguir siendo Jaricho antes que convertirse en papá del Pibe. Y así lo hizo. Se sabe, además, que siempre ha sido la voz sensata que le habla al mono y mucho bien que le ha hecho. Se sabe de Jaricho, que era educador, conversador dicharachero y persona buena gente, común. No sería un santo. Eso no, digo yo.
Por esa misma época en que El Pibe jugaba en Montpellier, me encontré con un argentino caminando un sábado por tarde en el centro de Santa Marta. Las calles estaban solas y este me llamó y me pidió que le dijese dónde quedaba la casa de Jaricho. Yo sorprendido le dije:
-Será la casa del Pibe. A lo que me respondió
-No, no, yo quiero saber y visitar la casa de Jaricho, de su viejo, ¿me entendés? (imagínense eso que me dijo en acento argentino de la ciudad de Córdoba).
Charlamos un rato, me explicó de su admiración, fanatismo más bien, y me decía una y otra vez que quería conocer la casa del papá de Carlos Valderrama. Y bueno, le di las indicaciones:
-Coge por aquí derecho hasta que te encuentres con “Piso alto”
–Y eso dónde queda?
–Mira, tú camina 10 cuadras y por ahí preguntas y fijo llegas.
–¿Ya está?
–Sí, con eso llegas es fácil, todo mundo sabe dónde es. Pues Jaricho, siendo persona común, buen profesor, amante del fútbol, y demás, había transcendido mucho más aún que por cuenta de su hijo, sino por cuenta propia. Luego de esa anécdota del Mercedes benz, cuando Carlos Valderrama venía de visita, se le veía a píe, saludando a todo el mundo y como buen samario: “Cogiéndola suave”.
Se murió Jaricho. En Pescaito, en el resto de la ciudad y probablemente -- por lo menos una persona en Córdoba, Argentina-- estamos de duelo, no por un personaje rutilante, ostentoso o excelente ser humano sin macula alguna. No. Estamos de duelo por el vecino, el profe y un tipo que siendo persona normal, con todo y su defectos, varios o pocos o muchos, aportó algo a los samarios, a sus vecinos y a su familia. Nos vemos Jaricho.