El papá mariachi que la concejal Lucía Bastidas se ha echado al hombro

El papá mariachi que la concejal Lucía Bastidas se ha echado al hombro

José Bastidas, legendario serenatero de Chapinero, ha dilapidado cuanto peso le entra y son sus hijas quienes se han ocupado de su día a día

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diciembre 12, 2021
El papá mariachi que la concejal Lucía Bastidas se ha echado al hombro

A José Bastidas, el fundador de la mariachada en Bogotá, no lo dejan ir a La playa a trabajar en lo único que sabe hacer en la vida: tocar vihuela, guitarrón y cantar rancheras mexicanas. La playa es un sector de la ciudad, en Chapinero, en la Av. Caracas con calle 56, donde en plena calle, de día y de noche, se consiguen serenatas de mariachis. También se consiguen tríos y si se está de buenas —desde que haya una oferta de dinero— en contados minutos le arman hasta una orquesta.

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Tres hijas, de los 20 que tuvo durante su vida de bohemio y cantante enamoradizo, ya no le permiten que se vista de charro para ir a ganarse los pesos que a primera vista pareciera le hacen falta. José Bastidas, de 81 años, dice en voz muy baja que no lo dejan ir porque gran parte de lo que se gana serenateando se lo gasta en tequila, o en cerveza, o en whisky, o en aguardiente, o en ron, o en algo que emborrache.

José Bastidas dice orondo, mientras se golpea con la mano derecha el pecho, que él y los dos hermanos Vásquez, Manuel y Ciro, fueron quienes fundaron el primer mariachi en Bogotá. Con la mariachada los Vásquez hicieron plata. José Bastidas también pudo haberla hecho, pero se la bebió toda, eso me lo dice como contando un secreto; el mismo secreto me lo cuenta minutos después su esposa, Rosa Ubaté, a quien conoció en el bar México Lindo, uno de los grilles de mariachi que por muchos años estuvo puesto en la calle 22 con carrera Séptima, en el centro de Bogotá.

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José Vicente fundó, junto a tres hermanos de apellido Vásquez, el primer grupo de mariachis en Bogotá, fue hace 63 años, empezando la década del 60. Foto: Leonel Cordero

Rosa, la jefe de cocina del bar, a quien le caían mal los cantantes de bares, por borrachos y mujeriegos, se convirtió en su única esposa. Claro que no fue su única mujer. Con Rosa tuvo cuatro hijos: tres mujeres, entre ellas Lucía Bastidas, la concejal de la Alianza Verde que desde el día uno se convirtió en una férrea opositora de la alcaldesa Claudia López, a pesar de ser de su mismo partido. Ella, bogotana y citadina, tiene el corazón y la razón del lado de Enrique Peñalosa.

La concejal y sus dos hermanas sufrieron por años la ausencia prolongada de su padre bohemio. Mientras ellas y su madre se la guerreaban para costear los gastos de la casa y los colegios y después las universidades, el fundador de la mariachada rola, entre serenatas callejeras y noches de fiesta, soñaba con ser tan famoso como los mexicanos Javier Solís o Vicente Fernández o Miguel Aceves Mejía, su mayor ídolo y el hombre que lo inició en el mundo del alcohol.

Cuenta José Bastidas que Miguel Aceves Mejía, el cantante y actor nacido en Ciudad Juárez, a quien llamaban el Falsete de oro, fue quien le ofreció su primer aguardiente; ocurrió en un bar en Bogotá donde el mexicano aplaudió la forma de interpretar sus canciones, las mismas que grabó en un CD en un estudio en México, cuando su hija concejal le hizo realidad el sueño de conocer aquel país y de grabar con un mariachi mexicano las canciones de Aceves Mejía. Aquella grabación es un tesoro que José Bastidas conserva. Lo pone a sonar con orgullo. Lo enseña como si aquellas fueran sus canciones, como si el mariachi que lo acompaña fuese su mariachi y como si él fuera el famoso cantante que nunca pudo ser.

Lucía Bastidas - El papá mariachi que la concejal Lucía Bastidas se ha echado al hombro

La peñalosista Lucía Bastidas Ubaté, hija del cantante José Vicente Bastidas, fundador del primer mariachi en Bogotá, es comunicador social de la Jorge Tadeo Lozano; llegó al Concejo de Bogotá desde 2014. Foto: Facebook

Cuando José Bastidas habla de la historia del primer mariachi de Bogotá, cuenta que todo comenzó a sus 17 años, la noche en que los recién conocidos hermanos Vásquez lo sacaron de su casa en el barrio Las Ferias para ir hasta el grill Rafael, el primer bar de mariachi que una mexicana abrió en Bogotá. La intención de los Vásquez era que en aquel bar los dejaran cantar los corridos, los huapangos y las rancheras con las que ya se habían divertido como amigos de barrio aficionados al mariachi.

Dice José, desde la sala del apartamento que comparte con Rosa Ubaté en el barrio Zarzamora en Engativá, que cuando la dueña del grill, de apellido Martínez, lo escuchó cantar y escuchó tocar a los hermanos Vásquez no dudó en contratarlos para amenizar las noches del lugar. A los pocos días los Vásquez, con olfato de empresarios organizaron el mariachi Jalisciense. La primera voz fue la del entonces jovencito José Bastidas, empezó a buscar de bar en bar su camino, el cual, aunque se le aparecieron oportunidades muy buenas, siempre resultó ser muy angosto.

La competencia empezó pronto y las serenatas con mariachis empezaron a ponerse de moda. Por aquella época la alta demanda de trabajo tanto en bares como por la calle llenaban con facilidad los bolsillos; pero los de José se desocuparon de la misma manera.

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A sus 81 años, José Vicente Bastidas, aunque sus hijas se lo prohíben, sigue buscando serenatas y eventos para ganarse algunos pesos. Foto: Leonel Cordero

José Bastidas, de buen talento con las guitarras y la voz, recorrió todos los bares de mariachi de Bogotá. Su equipo de cantantes acompañó en Bogotá a los mexicanos Magda Franco, Cuco Sanchez, Lola Beltrán y Rosa de Castilla, quien terminó por llevarse por varios meses al mariachi de los Vásquez y Bastidas para Venezuela.

Mientras el hogar formado con Rosa se deterioraba llegaron presentaciones en televisión y en cine en las que el mariachi Jalisciense aparecía en pequeños segundos; José estaba empezando a creer que el sueño de artista famoso pronto llegaría y siguió detrás de él. El sueño nunca se hizo realidad.

La buena racha económica de los mariachis en Bogotá empezó a debilitarse en 1995 con la llegada de la ley zanahoria que el entonces alcalde de Bogotá Antanas Mockus impuso en la ciudad para que la vida nocturna llegara a su fin a las once de la noche. En ese momento los mariachis de los bares de Chapinero salieron a las calles a buscar el dinero que ya en los bares no estaba. Se reunieron en la caracas entre calles 55 y 56 frente al bar México. Ahí se creó La playa, lugar que se ha mantenido desde siempre como punto de referencia para encontrar y contratar serenata de mariachis.

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En sus más de 60 años de vida artística, José Bastidas, ha recorrido varios países acompañando a cantantes reconocidos y según él, inauguró todos los bares de música mexicana que se abrieron en Bogotá. Foto: Leonel Cordero

A La playa llegaron también José Bastidas y su combo de mariachis. Cuenta el cantante charro que en La playa sobraba el trabajo. En una sola noche se podían hacer hasta 15 o 20 serenatas. En su momento fue más rentable ser músico de La playa y no de algún bar. Muchos mariachis aprovecharon el ‘cuarto de hora’ y compraron casa, carro y pudieron hacer un capital importante. Otros se quedaron en la vida eterna de parranda, mujeres y alcohol y derrocharon todo lo ganado.

José Bastidas perdió hasta a su familia, la cual recuperó hace unos años, tres décadas después, luego haber compartido vida con cuatro mujeres, con quienes tuvo dieciséis hijos más, varios de ellos que se convirtieron en mariachis de La playa como su papá, mientras que Rosa y sus tres hijas se las arreglaban solas para llegar a donde hoy están: todas se volvieron profesionales con la ayuda de Lucía, la hermana que fue un bastión muy importante para su mamá y un pilar fundamental para el hogar. Lucía estudió comunicación social y muy temprano se enroló en la política siendo ficha del entonces alcalde del Polo Democrático Lucho Garzón para el manejo de las juntas de acción comunal. Las otras dos hermanas estudiaron derecho y psicología, hicieron especialización y maestrías y hoy ocupan importantes cargos en el sector privado.

Después de andareguear cantando en bares, grilles y calles, por más de 60 años, hoy José Bastidas no tiene la misma fuerza de antes, no canta igual que antes. Aunque a él le sigue gustando serenatear en la calle, las tres hijas de su hogar no lo dejan ir a buscar dinero vestido de charro. No le dan dinero en efectivo pero le satisfacen todas sus necesidades. No le falta nada; pero a veces el encierro le aturde y se impone, se va hasta La playa y allá, vestido de mariachi, logra ganarse unos pesos que sigue gastándose en trago.

—En estos días tengo que ir hasta La playa y hacer unas serenatas y tengo que ponerme juicioso y ahorrar unos pesos porque quiero ir hasta Cali a visitar al trompeta de mi mariachi porque está enfermo —dice José Bastidas mientras se quita el traje de charro, lo cuelga y lo alisa con la mano y lo mira con vanidad. Aquel traje refleja el orgullo que se llevará a la tumba de haber sido el primer cantante de mariachi de Bogotá.

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