El hecho de que una esposa le pasara un pañuelo a su esposo para limpiarse las lágrimas en un momento muy emotivo causó gran revuelo este fin de semana en redes sociales y diferentes medios. Este actuar se volvió tendencia en cuestión de segundos, e incluso los memes no se hicieron esperar.
El momento crucial era la despedida de un jugador veterano en su club de fútbol, quien agradecía a todo su equipo por los aprendizajes y momentos vividos durante tantos años, quien, pese a diferentes motivos y sin querer retirarse, tuvo que hacerlo. Hablo de Lionel Messi. Sin embargo, la atención se concentró en la acción de entregar un pañuelo, instante que no dura más de cuatro segundos. Ante este gesto, que a mi parecer es de lo más normal y apenas lógico, me sorprendió leer en todas partes que miles decían querer tener a una “Antonela” en sus vidas
Me pregunto entonces: ¿con qué clase de personas nos rodeamos para que una acción de estas nos sorprendemos tanto? ¿No sería lo mínimo que alguien haría por el otro, y máxime si es su propia esposa la que está tan cerca? ¿No habría hecho usted lo mismo si estuviera en frente y ve a otro moqueando?
¿Estamos sobredimensionando las cosas por el hecho de tratarse de una figura pública? ¿Nos sentimos tan faltos de amor como para creer que no mereces atención alguna? Pareciera que quienes realizaron los comentarios sienten una falta de afecto grande, les ha ido mal en las relaciones de pareja o están en busca del amor desesperadamente.
¿En serio, tanto alboroto por esto? Si bien esta pareja ha demostrado ser sólida hasta el momento, tampoco deberíamos estar romantizándolo todo. De hecho, ya cada historia de vida dura y de pocas oportunidades la romantizamos aludiendo a la pobreza. Tal parece que es justo esto a lo que nos hemos venido acostumbrando.
Las redes y los medios cuentan con un gran poder. Sin embargo, se han especializado en todo y en nada, rayando muchas veces en lo ridículo, en lo más tonto. ¡De milagro y no salió a la venta el famoso trapo ese! ¡Sensacionalistas!
