En 1882 Henrik Ibsen publicó una obra de teatro llamada “Un enemigo del pueblo”; en ella, narra la historia del dr. Stokmann, un denunciante perseguido por la comunidad a la que pretendía ayudar. Stockmann vivía en un pueblo donde la principal fuente de trabajo era un balneario de aguas termales. Él denunció que ese balneario se surtía de aguas perjudiciales para la salud de los bañistas y como consecuencia perdió su trabajo, sus hijos fueron echados de la escuela y su casa fue atacada.
Esta obra vino a mi mente tras conocer los hechos relacionados con el intento de empalamiento sufrido por un niño de 13 años por parte de algunos de sus compañeros de curso del Colegio Granadino, ubicado en el área metropolitana de Manizales. Según documentos publicados en algunos medios de comunicación, el niño agredido venía siendo víctima de acoso escolar desde tiempo atrás y ya se habían hecho denuncias al respecto. Igualmente, en otros documentos se ha manifestado que el acoso escolar, matoneo o bullying es una práctica naturalizada en la cultura de ese Colegio.
Diana María Buitrago, madre de dos estudiantes del Granadino, fue quien primero denunció estos hechos en una emisora radial y ahora está siendo, a su vez, acosada por algunos miembros de dicha Institución: “Le hiciste un gran daño a tus hijas por salir a hablar a los medios”, “lo mejor que puedes hacer es irte del país”. Las hijas de la señora fueron interpeladas por sus compañeros: “Tu mamá es una sapa”, “váyanse, no las queremos en este Colegio”. Incluso, una de sus hijas afirmó sentirse avergonzada de su madre y querer irse a vivir a otro sitio.
¿Le faltó lealtad hacia la Institución a Diana María Buitrago? ¿Le está haciendo daño al Colegio? La respuesta a esta pregunta ha sido dada desde la Ética Organizacional, disciplina que se encarga de estudiar la práctica del Whistleblowing. Esta práctica consiste en alertar sobre situaciones o hechos que ocurren en una organización y que, a juicio del informante, pueden constituir delitos o graves riesgos para las personas o el medio ambiente. El propósito de quien denuncia es evitar futuros actos ilícitos, facilitar la justicia restaurativa o proteger el interés público.
Diana María Buitrago está siendo leal con el Colegio Granadino, pues el objeto de la lealtad no deberían ser solo los miembros del Colegio, sino también el conjunto explícito de misión, objetivos, valores y código de conducta, pues son éstos los que hacen posible que la sociedad les dé legitimidad. Por tanto, su deber con la Institución no contradice su deber de alertar para prevenir o parar el daño al interés público. Cualquier contradicción entre estos dos deberes implica que el objeto de la lealtad no es legítimo. En suma, la lealtad es un principio que tiene sus límites, es decir, no hay por qué mantenerla cuando la organización pierde el norte de sus valores, sería incoherente ser leal con quien no lo merece, pues la lealtad es una virtud solo en la medida en que el objeto de la lealtad sea bueno
Diana María Buitrago ha actuado de forma moralmente correcta. Desde una perspectiva utilitarista, las consecuencias positivas de sus denuncias superan con creces las consecuencias negativas. Desde una perspectiva deontológica, puede tener la conciencia tranquila por haber cumplido con su deber de sacar a la luz hechos dañinos para muchos. En cuanto a la ética de la virtud, está practicando el coraje, la veracidad y la justicia. En todo caso, lejos de ser una traición, ella está mostrando lealtad racional hacia el Colegio Granadino y en lugar de ser catalogada como “enemiga del pueblo” debe ser elogiada por su valor y respaldada por esa comunidad educativa.