En Japón, uno de los países potencia en economía y tecnología, hay una crisis humana que se fortalece entre otras cosas, por el afán de lograr el éxito y la riqueza (acumulación de capital) y la presión de una cultura conservadora: los ciudadanos ya no desean tener sexo.
‘’Para tener placer no tengo que hacer el amor; sólo tengo que eyacular (…) prefiero eyacular porque me evita pensar que tengo que proporcionarle placer a mi pareja’’. Frases de gran peso como ésas, son las que expresan algunos de los ciudadanos del país oriental. Sin embargo, aunque sean algunas personas las que digan esas palabras, el problema tiene más historia de lo que parece.
Tal ha sido la preocupación por el desarrollo, la acumulación de dinero y la promoción de las industrias, que Japón tiene una gran industria del porno y artículos eróticos; gran mercancía sexual. Pero los japoneses tienen el récord mundial de abstinencia sexual. Al menos la tercera parte del país ya no hace el amor, y los que lo hacen, lo hacen pocas veces.
Es tan grave el problema social que enfrenta el país, que cerca de 1 millón de jóvenes, sobre todo hombres, no desean salir de sus cuartos. A estos jóvenes se les llama Hikkomori, quienes prefieren aislarse en sus habitaciones porque son señalados o reprendidos por sus padres por no ser como ellos quieren.
En la guerra mediática, aparecen varias manifestaciones del problema: la mujer es presionada a modificar su cuerpo; la mujer más deseada es la que se parece a una muñeca de anime. Los hombres le encuentran más sentido que a la pareja; a masturbarse en clubes eróticos, y gastan mucho dinero en ello. El daño principal se dirige hacia la autoestima de los ciudadanos hombres y mujeres de Japón: se volvieron objetos de consumo de la publicidad y gracias a eso se sienten vacíos e inmersos en un círculo vicioso de consumo donde el goce no es satisfecho.
Otra manifestación del problema, es el Aka-Chan Purei, que viene siendo como ‘Juego de bebés’. Es una de las modalidades que ofrece la diversión sexual japonesa. Los hombres se disfrazan como bebés, y pagan para que las mujeres, los mimen y los cuiden; ellas permanecen disfrazadas de madres. Los hombres y mujeres no saben cómo hacerle frente al sistema: los hombres buscan el placer acariciando gatos para recuperar el afecto perdido por sus madres y padres trabajadores, ausentes en la infancia. Las mujeres se quieren parecer a las muñecas de anime para ser más perfectas, porque se educan con base en la publicidad y en la mirada masculina: '’nuestras muñecas no son complicadas, ni pesadas, y por supuesto no hay que hacerles regalos...por eso recomiendo que pongan una muñeca en su vida, en vez de una mujer en carne y hueso'', expresa al respecto, Nakamura, empresario japonés que vende muñecas eróticas especializadas.
La importancia que le dan los japoneses a la publicidad y el consumo más que a sus propias necesidades y deseos es tan grande, que una japonesa de 19 años de edad, ha gastado más de 100 mil dólares en operaciones de cirugía plástica para volver su cuerpo como el de una muñeca de las de anime que tanto exhibe la cultura mediática de su país. La joven incluso, fue intervenida en sus piernas para alargárselas; le insertaron metal a manera de hueso para que se viera más alta.
Una iniciativa que aliviana un poco la situación cultural de su país, la realiza Kenji, un hombre de madre colombiana y papá japonés. Kenji les dice a sus paisanos de Japón: ‘’Si se están suicidando, antes pasen por Colombia. No tiene nada de malo’’. El trabajo que está realizando, es un intercambio cultural entre japoneses y colombianos, durante el cual un japonés se queda durante un mes en un hogar colombiano, y aprende algunos valores que desconoce su cultura. El proyecto funciona como terapia. La gestión de Kenji son paños de agua tibia; funcionan como distracción mientras su propio país está en la obligación ética de sentarse a darle solución al malestar social.
Paradójicamente a lo largo del tiempo, y pese a tenerlo todo, por ese sacrificio del individuo por la colectividad, el gobierno y sus instituciones estatales dejaron de lado a los ciudadanos, quienes no tienen más que responderle a su país con la lógica del capitalismo salvaje: egocentrismo, narcisismo, auto-satisfacción, placer propio, hedonismo. Como sostiene el sociólogo Daniel Bell: ‘’el hedonismo, la idea del placer como modo de vida se ha convertido en la justificación cultural, si no moral, del capitalismo’’.
Esto es una reflexión sobre lo que vive el Japón, pero es algo que debe hacerse desde cada persona en cada país, porque todos estamos inmersos en la dinámica consumista que nos incita al afán por conseguir éxito, dinero, y posición social. Es necesario preguntarnos hasta qué punto debemos entregar la vida, las relaciones interpersonales y el diálogo, por el tenerlo todo. Debemos ser muy críticos, con nosotros mismos y con lo que nos rodea: saber hacia dónde se dirigen nuestros deseos y hacia dónde se mueven las necesidades sociales individuales y colectivas.