El país del desencuentro
Opinión

El país del desencuentro

La oposición está poniendo en un camino sin retorno al país que demanda cambios, en un bloqueo institucional a punta de tremendismos y viejas técnicas parlamentarias

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junio 23, 2023
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En medio de lo que llaman nuestra cultura política, estamos acostumbrados a vivir entre disputas y querellas; nótese que no digo conflictos, porque todas las sociedades están inmersas en la vida en común, que tiene los elementos de conflictividad inherentes a su configuración y estos se actualizan con los tiempos. Sin embargo, lo que sucede en esta Colombia con la pesadez de su historia, amarrada a la guerra y a la exclusión, es que nos habita el tratamiento agresivo, mal educado, desbordado, desaforado, estridente al tratar las tensiones naturales de la coexistencia colectiva.

En términos de la política en este tiempo por primera vez en la historia republicana, en medio de una coalición por lo menos inédita y compleja, una fuerza distinta a las tradicionales tiene acceso a la dirección del gobierno y lo hace con una agenda de cambios democráticos ampliamente debatidos en las justas electorales; por supuesto que esa agenda al gestionarse debe ser respetuosa de los marcos constitucionales, de los poderes judiciales y especialmente de un ambiente de concertación al interior del Congreso de la República; también es cierto que semejante agenda de nuevos diseños sociales exige sintonizarse con las demandas colectivas y con los mecanismos para persuadir al conjunto de la sociedad sobre aspectos específicos de la vida común que son susceptibles de reformas, o dicho en otro acento, que urge transformar.


Llama la atención que en la vida cotidiana misma, las gentes nos vamos peleando por razón de miradas contradictorias sobre la agenda de reformas sociales en curso


Ahora bien, más allá de las tribunas políticas y de sus parlantes, hoy tan digitales como violentas, llama la atención que en la vida cotidiana misma, en las calles, en las empresas, en los espacios públicos, en los hogares, las gentes nos vamos peleando por razón de miradas contradictorias sobre esa agenda de reformas sociales en curso; también preocupa que esas disputas están profundamente arraigadas en odios e idealizaciones negativas de unos y otros; las instituciones colisionan en los pronunciamientos y los discursos, sus liderazgos se debilitan en peleas de bajo perfil y todo indica que a fuerza de marchas vociferantes gobernadas por el disgusto, la manipulación de las verdades y los señalamientos que incluso atentan contra la dignidad de unos y otros, se va tensionando cada vez más la salud mental del país.

Dicho esto es necesario insistir en que los cambios grandes están por suceder, pero requieren tiempo; asuntos como la transición energética, la apropiación de una nueva ecología humana, la concreción de los derechos económicos y sociales, la superación de las violencias, la integración de territorios olvidados, son compromisos que, se cae de su peso, están clamando de realizaciones; tenemos la tarea de convencernos de dar el paso en esa dirección para que la historia no nos siga golpeando como humanidad, como sociedad; quizás lo que se logre en este momento sean pequeños cambios, apertura esfuerzos para afrontar la injusticia, la violencia, la corrupción, la exclusión; en ese horizonte, el actual gobierno tiene una agenda importante con el nuevo Plan de Desarrollo y tiene recursos públicos que dio la reforma tributaria reciente, que permiten avanzar, si se aplica a ejecutar con rigor, las políticas que ya se han institucionalizado y además desde esa posición de gobierno gestor, puede insistir procesualmente en sacar adelante las condiciones de realización de las reformas a mediano plazo, porque al parecer, como están las cosas en el planeta, hoy el largo plazo no existe.  

También es necesario llamar la atención especialmente a las fuerzas opositoras para que reconsideren el camino sin retorno en el que van poniendo a un país que demanda cambios, en una circunstancia de bloqueo institucional a punta de tremendismos y viejas técnicas parlamentarias que eluden discutir los dolores que hay en las calles y las posibles alternativas; no sea que a fuerza de vociferaciones y ataques de corte ideológico, muy concentrados en defender privilegios, terminen inaugurando una nueva confrontación bélica en pleno siglo XXI, cuando las multitudes están demandando al conjunto de la clase dirigente superación de las violencias que martirizan campos y ciudades, y medidas inmediatas para afrontar las problemáticas socio ambientales que nos vulneran recurrentemente.  Tenemos la tarea de superar el desencuentro y de encontrar con paciencia el común denominador que nos permita avanzar en justicia como sociedad conviviente; no perdamos el tiempo en disputas que envilecen.

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