Según la enciclopedia, abracadabra es una palabra usada como hechizo o encantamiento en trucos de magia escénica y por pequeños grupos tribales primitivos europeos que profesaban animismo y panteísmo. Para la RAE, abracadabra es una palabra cabalística a la que se le atribuyen efectos mágicos. Un reciente artículo en El Tiempo señala: “Su origen aún no está del todo claro. Sin embargo, para el psicólogo Alfonso Sánchez, escritor del artículo 'Abracadabra: la magia de la palabra', se pudo haber originado por dos frases populares, una en arameo y otra en hebreo. La primera es 'avrah kahdabra', que traducida del arameo al español significa 'yo creo como hablo'. La segunda es la expresión hebrea 'Aberah KeDabar', cuyo significado es 'iré creando conforme hable'. Sea cual sea la frase que se tome como referencia, lo cierto es que la palabra 'abracadabra', al parecer, siempre se ha caracterizado por evocar acciones poderosas o mágica.”
En Colombia, y como lo recuerda un simpático artículo en Portafolio del pasado 6 de agosto, los políticos se escudan detrás de unas frases que para todo efecto práctico, tienen efectos mágicos: es decir, eximen de toda responsabilidad a aquel que las expresa y a partir de ese momento reina la total impunidad. Por arte de magia, las consecuencias y responsabilidades, tanto legales como éticas, dejan de existir y todo proceso o acusación entra en un limbo en el que desaparece todo compromiso.
La más clásica, por supuesto, es aquella de que “todo fue a mis espaldas”
La más clásica, por supuesto, es aquella de que “todo fue a mis espaldas”. Pese a existir pruebas contundentes de entrada de dineros ilícitos a la campaña, el llamado proceso 8.000 terminó archivándose sin que el presidente fuera declarado inocente o culpable. Para todo efecto práctico, el equivalente a abracadabra obró como magia.
Otra clásica es aquella de que “Me acabo de enterar”, pronunciada en el 2017 cuando el entonces jefe de Estado afirmaba desconocer que recursos de la corrupta multinacional Odebrecht habían ingresado en su campaña presidencial. Como era de esperarse, la frase tuvo el efecto mágico del abracadabra y desaparecieron por arte de birlibirloque todas las implicaciones legales y éticas sobre este gravísimo incidente.
En fechas más recientes se ha visto cómo es posible falsear documentos y escurrirse olímpicamente de cualquier responsabilidad afirmando que fue un “error en digitalización”. Es el abracadabra en su más puro elemento. Alterar las relaciones conyugales o esgrimir experiencias laborales inexistentes, dejan de tener consecuencias.
Otra frase mágica utilizada para evadir responsabilidades paternales de toda índole es afirmar, sin ruborizarse, que “Yo no lo crie”. La sola frase exime de compromisos, obligaciones, y deberes al padre.
Finalmente está la excusa de todo político cuando se presentan evidencias de su torcido proceder: “Es un montaje y entrampamiento en mi contra.” Y si bien la frase es normalmente utilizada por el presunto corrupto, en días pasados un altísimo funcionario del gobierno la utilizó para justificar los negocios de envíos de cocaína de un terrorista y narcotraficante, Jesús Santrich, que afortunadamente pasó al otro mundo.