Tanto el autor de esta columna, como por lo menos tres millones de compatriotas que nos desplazamos en carro en las pasadas festividades, muy seguramente enfrentamos directa o indirectamente las serias deficiencias de infraestructura vial del país, principiando por los infinitos atascos a la salida y entrada de las principales ciudades, pero sobre todo las de Bogotá.
El país en las últimas décadas ha invertido cuantiosísimos recursos en la infraestructura vial, pero casi siempre le faltan los cinco centavos para el peso. Inexplicablemente, en varios de los principales corredores del país, existen “cuellos de botella”. Uno de ellos es en el tramo Villeta – Guaduas que hace parte la Ruta del Sol. Este segmento, que por la vía existente suma 33 kilómetros de calzada sencilla, “nunca pudo ampliarse a los cuatro carriles planeados dada la complejidad del terreno, la inestabilidad geológica de la zona y las afectaciones que trajo la ola invernal del 2011. Las intervenciones contemplan 40 viaductos y puentes que suman 4,5 kilómetros; dos intersecciones a desnivel en las zonas de Villeta y el Cune y la construcción de siete túneles que miden 3,6 kilómetros en conjunto.” Transitar entre Villeta y Guaduas en un auténtico martirio.
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Un “cuello de botella” sin justificación alguna es el tramo entre Ibagué y Cajamarca
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Otro “cuello de botella” sin justificación alguna es el tramo entre Ibagué y Cajamarca. Y si bien el cruce de la línea, concretamente entre Cajamarca y Calarcá ha tenido una enorme mejoría con la apertura del túnel, si no se soluciona la puesta en funcionamiento de la doble calzada entre Ibagué y Calarcá, es poco lo que alivia el trayecto del interior al occidente colombiano. Hoy, para recorrer los 35,1 kilómetros en la única calzada que hay entre Ibagué y Cajamarca, un automóvil tarda una hora en promedio, y una tractomula, cerca de dos horas. Pero si hay trancón, como suele suceder los viernes, vísperas o después de puentes festivos, esos tiempos se doblan. Cuando esté construida la doble calzada, el conductor del carro particular podrá recorrer ese mismo trayecto en 25 minutos, y el camión con carga, en 40 minutos.
Otro injustificado atasco es la vía Bogotá – Girardot. La columnista de El Tiempo, Nancy Patricia Gutiérrez, en su más reciente artículo hace el siguiente relato: “El caso de la vía Bogotá-Girardot, siendo la de mayor tráfico del país, es fuera de serie. Se proyectó un tercer carril que dejó por fuera, de manera absurda, el intercambiador del sur de la capital con Soacha y el tramo Melgar-Girardot-Flandes (límites de Cundinamarca y Tolima), que no tiene siquiera doble calzada, no obstante ser un corredor que soporta más de treinta mil nuevas viviendas, generando un cuello de botella por la falta de puentes sobre los ríos Bogotá y Magdalena. Durante seis meses estuvo cerrado el puente Ospina Pérez, que, aún sin la apertura total, mantiene a la comunidad con graves limitaciones en el ejercicio de sus derechos.”
Un “cuello de botella” adicional es la forzosa pasada por La Mesa en la vía Mosquera – Tocaima. Hace varios años se hizo una variante. Sin embargo, alcaldes pusilánimes autorizaron construcciones a ambos lados de la vía, con el resultado que esta variante se convirtió en la vía principal de esta población. Atravesar La Mesa hubiera sido cuestion de dos a tres minutos. En un día normal, el trayecto dura hoy 20 minutos y en un fin de semana largo pueden ser dos horas. Este “cuello de botella”, que no implica más de 6 a 10 kilometros de nuevas vías, lo que necesita, además de recursos, es voluntad política. ¡Ojalá que se pueda solucionar en el corto - mediano plazo!
