Respecto al aborto, la Corte Constitucional (CC) dejó espacio a los vacíos y las reincidencias. Verbigracia, será incierta la reglamentación por parte del Congreso, donde gobiernan el ocio, la evasión y el sabotaje, según demuestran el sistemático incumplimiento y la corrupción de los principios fundamentales promulgados en nuestra carta magna.
Bajo la toga, la CC ha adoptado mañas que parecían propias del hábito parlamentario. Por ejemplo, la primera presidenta en la historia de esa institución probó impedimentos y objeciones, y, entre 4 magistradas, solo la vicepresidenta apoyó la ponencia. Esa solidaridad es comparable a la de aquellas gerentes de marca que imponen el impuesto rosa a sus congéneres.
Habilitada la participación femenina en nuestra democracia, la CC no prohibió la prostitución en las mal denominadas zonas de tolerancia; incluso la amparó con la libertad de trabajo, aunque sin las garantías que eso presupone. También les permitió cambiar de sexo, y, ahora, abortar libremente. Sin embargo, no hace lo necesario para erradicar la miseria, por lo que la vivienda, la nutrición, la salud, la educación y la justicia, siguen representando privilegios.
Vacía, la reactiva declaración de Duque ("debe evitarse que el aborto se convierta en método anticonceptivo"), ni siquiera promueve la prevención; además, desconoce la desesperación que seguramente afrontan muchas para considerar a un hijo no deseado, o tener que tomar semejante decisión.
Estado fallido, aquí se dedican a disimular las verdaderas crisis, y evadir las intervenciones requeridas para sanear los determinantes sociales, extirpando los tumores que desnaturalizaron la Constitución.
Desesperanza endémica, la mayoría de los colombianos huye del sufrimiento o la muerte refugiándose en la delincuencia, la violencia, las sustancias psicoactivas y el sexo inconsciente o inconsecuente, guiada por la curiosidad, la presión social y los vulgares contenidos de los medios.
En este punitivo país no hay rehabilitación, y quien queda en libertad vuelve y juega; así mismo, tras ser erradicados, los cultivos ilícitos son restaurados a falta de alternativas viables.
Por eso sugiero que la CC predetermine la esterilización de quien acuda a un tercer aborto, y también regule la natalidad, pues el 95% de la población es pobre o vulnerable, y el crecimiento demográfico, entre tantas privaciones, parece delito de lesa humanidad.
Dolosas o culposas, las ramas del poder han violado los derechos fundamentales, durante todo nuestro ciclo de vida. Acaso paliativo, el aborto no debe estigmatizarse, pero tampoco puede estimarse progresista, y el siguiente paso es liberar la eutanasia, de manera que cualquier colombiano que insista en terminar con su vida, pueda hacerlo de manera responsable, digna y asistida por profesionales, para evitar reincidencias.
También legalizar la marihuana, como hizo la principal economía de Estados Unidos, California; ya sucedió con el cigarrillo, el alcohol y las comidas chatarra. Hipócritas y mojigatos, en el país de las escondidas abundan los “rapiditos” y los abortos clandestinos; descarados, también alaban a Rappi, y su modelo de negocio “Dark”.
Nuevamente, Duque sacó a relucir su vocación totalitaria, con la afrenta a los magistrados.