No es de extrañar que en el mismo país donde Iván Duque es electo presidente, un adefesio como La reina del flow sea el programa más visto. La novela de Caracol, que tiene un argumento tan rebuscado como inverosímil, representa todo lo que somos: una sociedad que después de haber sido azotada por el narcotráfico le rinde culto al reguetón, creando toda una narcoestética alrededor de esta música.
En términos audiovisuales, La reina del flow es un producto pobre por varias razones. No solo porque el argumento carece de sentido común o porque tenga entre su elenco figuras cuyo mayor talento es tener miles de seguidores en Instagram, sino porque tampoco hubo esfuerzo alguno al momento de crear los personajes. El resultado es una novela cargada de todos los estereotipos que se tienen sobre Colombia en el extranjero. Por productos como La reina del flow o Sin tetas no hay paraíso, que aquí tenemos como lo más visto de nuestra televisión, es que afuera piensan que Medellín es una comuna gigante, donde solo hay narcos, putas y matones. Cuesta creer que haya gente que se indigne cuando sale del país y un gringo con sonrisa burlona le dice: “You are from Colombia? Pablo Escobar, Narcos, Cocaine, Netflix”. La culpa de que eso suceda es de nosotros mismos.
Si la intención era contar una historia alrededor de la música del momento, al menos Caracol pudo haberse tomado del trabajo de entregarle a su audiencia un producto técnicamente bien hecho. Pero no, se notaron las ganas de rating con bajo presupuesto. Y ciertamente, el canal sabía que para satisfacer al colombiano promedio no hacía falta mayor esfuerzo.
La mayor enfermedad que azota al país es el cansancio mental colectivo que padece nuestra sociedad. Es como si el colombiano, resignado a su suerte, se cerrara a la posibilidad de labrar un futuro mejor, donde la mujer no sea reducida a un objeto sexual en letras misóginas y pseudoartistas prefabricados sin mayor talento sean alabados como auténticos dioses. No es de extrañar que el mismo televidente que se traga el argumento de La reina del flow también se haya tragado el cuento de que había que votar por Duque para que no nos volviéramos como Venezuela.
Somos tan perezosos mentalmente que consumimos con gusto un producto audiovisual pobre, cuya realización no implicó mayor pensamiento para sus libretistas, que ni siquiera se esforzaron en armar un guion que tuviese algo de credibilidad. En otras palabras, al colombiano le da pereza pensar. Ese mismo rasgo que tenemos como país explica la elección del candidato del uribismo. Somos una masa amorfa y carente de juicio crítico que se deja moldear por la misma clase política tradicional que nos ha gobernado toda la vida. Así, las elecciones tanto políticas como de entretenimiento revelan bastante de lo que somos como sociedad. Ciertamente, este país merece su suerte.
