Sí, así como lo oyen. El partido de gobierno no puede ser tan torpe de seguir atacando a los ministros que están intentando salvarles el gobierno.
Esta semana, la ministra hizo una reflexión pública de tal importancia que no entiende por qué los medios de comunicación no han recabado más en ella. Porque se trató de eso, de una reflexión pública que ha debido de provocar una mayor reflexión en la sociedad, en los políticos y en el gobierno respecto de sus palabras.
Palabras más, palabras menos, la ministra dijo que la insensatez del Pacto Histórico es tan grande que puede llevarlos a la paradoja de que sea el propio partido de gobierno el termine tumbando al gobierno. Y dio un argumento tan contundente como preocupante: dijo que los congresistas del Pacto Histórico son unos activistas que siguen creyendo que están en la oposición y no han entendido que están gobernando.
Paremos un segundo para intentar descifrar qué se quiere decir cuando se habla de activistas. “Activista” hace referencia a aquel militante que se dedica a servirle a una ideología como a un dogma y a no ver más allá de ella; cuya formación y cuyo oficio han consistido durante toda su vida en criticar y criticar y nunca en hacer o construir algo que sirva. Se refiere a esos personajillos que siempre culpan a los otros del origen de sus insatisfacciones y que creen que con un manualito ideológico de tres consignas trasnochadas que les enseñaron en alguna célula partidaria pueden explicarse todos los fenómenos históricos, económicos, sociales, sociológicos, antropológicos, científicos, tecnológicos, artísticos, deportivos, sicológicos, neurológicos, pasionales, afectivos, médicos, sexuales y hasta esotéricos de todos los tiempos. Alguien así como… Me callo y no digo nombres.
Esta es la razón fundamental por la cual resulta casi imposible que el activista pueda dar el salto para convertirse en un dirigente con perspectivas más amplias y democráticas.
Palabras más, palabras menos, el activista está muy lejos de ser un hombre de Estado y es muy difícil que pueda llegar a serlo.
Basta con oírles el tono y lo que dicen algunos congresistas del Pacto Histórico para darse cuenta de que la ministra Cecilia López tiene toda la razón en lo que dice.
Parece que a los activistas del Pacto Histórico se les metió en la cabeza que los ministros que no provienen de su partido son, en el mejor de los casos, un mal necesario. Y digo “en el mejor de los casos” porque hay quienes los consideran la cuota de concesiones a la corrupción, cuando no “el enemigo interno”.
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Si no fuera por ministros como José Antonio Ocampo y Cecilia López, con su respetabilidad y su experiencia, el gobierno no se vería como un gobierno sino como un manicomio
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Están locos los activistas del Pacto Histórico. No han podido entender que si no fuera por ministros como José Antonio Ocampo y Cecilia López, con su respetabilidad y su experiencia, el gobierno no se vería como un gobierno sino como un manicomio. Y no han entendido que la economía ya se hubiera ido de bruces y que el escepticismo social habría llegado a extremos de ingobernabilidad inmanejables.
Esta semana, también la ministra dio el parte positivo de que su política de tierras logró reducir en un 31 % el número de hectáreas que estaban invadidas. Sobre la promesa de las tierras que el gobierno repartirá de manera constitucional y legal en su reforma agraria lograron la evacuación de más de 5.500 hectáreas invadidas en tan solo 30 días.
Eso hay que defenderlo. Eso hay que apoyarlo.
Quienes no estamos metidos en la política ni nuestras reflexiones giran alrededor de los temas del poder y la burocracia entendemos que eso que está haciendo la ministra lo necesita el país y no nos interesa quién vaya después a cosechar los honores. Si lo hacen bien, bienhabidos los honores.
Lo que a nadie le cabe en la cabeza es que los activistas del Pacto Histórico se empeñen en creer que hay que reemplazar, a como dé lugar, a los ministros Ocampo y López por connotados próceres de las Primeras Líneas.