El Pablo Catatumbo que yo conocí

El Pablo Catatumbo que yo conocí

"Él ignora lo mucho que me sirvió conocerlo y escucharlo, quizá a través de estas líneas se entere de lo que en persona no pude transmitirle"

Por: Edwin Manuel García Maldonado
junio 10, 2020
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El Pablo Catatumbo que yo conocí

Conocí a Pablo Catatumbo en el Alto Naya, su “cuartel general” en los últimos tiempos de la guerra y los primeros de la paz. Un viaje larguísimo que valió la pena, uno que empezó a ponerme al frente un horizonte dilatado de nuevas impresiones.

Puedo decir que Catatumbo cambió mi percepción del país, de la guerra, de la lucha revolucionaria y de las mismas FARC-EP. El Viejo me causó una profunda impresión: fue un punto de inflexión en mi vida.

Al ver a Pablo, de inmediato, me impactó su don de mando y personalidad atractiva. Lo rodeaba un aura especial. Todo eso sin proponérselo, porque también me fueron evidentes su humildad y sencillez.

Dueño de una gran sensibilidad y de mucha agudeza política: a mi manera de ver, era el político más avezado en la dirección de las FARC-EP, porque veía la política sin resentimientos, a través de una lectura profundamente materialista de la historia y, sobre todo y más importante, sin dogmas ni sectarismo. Vi en él un marxista convencido, de los que no viven haciendo alarde de su filiación ideológica, pero sí la llevan inmersa, acertada y hasta anónimamente, en cada una de sus valoraciones y apreciaciones sobre los fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales.

Conocedor de la historia de Colombia como el que más, eso le permitía también hacer valoraciones exactas y muy acertadas de nuestra realidad como país y de los sucesos acaecidos a lo largo del tiempo. Es más, eso era reforzado por el hecho de haber vivido la historia (me refiero a la de las últimas décadas, por supuesto): él es memoria viviente de la historia reciente de nuestro país, la sintió en su piel y no solo a través de los libros. A todo esto contribuía su buena memoria, quizá no tanto para recordar hechos puntuales, fechas exactas y cosas por el estilo, sino para tener en cuenta la esencia del suceso, sus causas y efectos, acompañado de agraciadas anécdotas que ilustraban los relatos. Esto hacía de Pablo un gran narrador, de los que embelesan cuando describen la historia.

Vi en él a un hombre de una sensatez especial: ecuánime y sensato, así lo percibí. Poseedor de un pensamiento amplio, sin sesgos, eso le permitía hacer valoraciones justas, como debe ser, sin auto justificaciones. Los comunistas llamarán a eso “autocrítica”, y sí, en Pablo vi a un fariano profundamente convencido, lo que traducía en un ejercicio permanente de autocrítica hacia las propias FARC, porque no vale la auto indulgencia en un revolucionario: con uno mismo y con la propia organización se debe ser más exigente.

Como toda esa generación de las FARC, citaba con frecuencia a Marulanda, al Mono, a Cano, con quienes vivió la guerra y las perspectivas de paz. Admirador acérrimo de Bolívar, Gaitán y Camilo Torres, incluso de sus amistades que después formaron el M19; al respecto, entre algunos Remy Martin, me dijo que no comulgaba con quienes les llamaron, y les llamaban en ese momento, cobardes o traidores a la gente de Bateman. “Esos hijueputas eran más valientes que cualquiera, no fueron traidores, eran unos revolucionarios y lo probaron con acciones que requerían mucho huevo (y ovarios)". Sobra decir que admira profundamente al Flaco.

Catatumbo no hacía juicios a priori, escuchaba explicaciones y razones, trataba de entender motivos, poniéndose en el lugar de cada una de las partes que intervenían en un suceso, tanto en los hechos históricos como en los que la cotidianidad le presentaba en su función de comandante. En ese sentido, me sorprendió la defensa que en algún momento hizo, por ejemplo, de Santander, al decirnos que este personaje no había sido ningún cobarde en el combate, que tuvo sus méritos y que, a pesar de las discrepancias con Bolívar, merece respeto por sus servicios prestados a la causa de la independencia. Por favor, los prontos al paroxismo que esto lean, no digan ahora que Pablo es santanderista; simplemente traigo a cuento este episodio para significar que sus juicios eran resultado de sus propias valoraciones, de sus propios análisis, lógicamente, formados a través de su disciplina para el estudio y la lectura. Nada más necesario en este momento.

Analizaba los hechos con un realismo y una objetividad tan cruda que asombraba, sin pasiones y desprovisto, como se dijo arriba, de sesgos. Incluso, respecto al proceder del adversario, era desapasionado a la hora de valorarlo. Respetuoso con quienes le discrepaban, un conversador excelso.

Nunca podré olvidar cuando, estando ya en la delegación de paz de La Habana, me dijo: “hermano, los adjetivos son lo más dañino… Cuando usted le abre vía a la adjetivación, de ahí pa lante espere lo que sea”. Reflexiones como esas lo hacían un caballero, porque, a mi manera de ver, siempre tiene presente aquello de que lo cortés no quita lo valiente.

De un gusto fino para el humor, la literatura, el comer y el beber, era un placer verlo departir rodeado de esos elementos. Tiene defectos, no lo dudo. Yo no lo conozco lo suficiente para aventurarme a señalarlos, sería irresponsable de mi parte hacerlo, pero, sí puedo señalar un aspecto en el que siento que él quedó en deuda con muchos de los que lo admiramos y conocimos sus cualidades de revolucionario y ser humano.

Considero que Catatumbo debió desempeñar un papel más activo para evitar y superar la debacle que llevó al fraccionamiento de las FARC. Creo que, consciente o inconscientemente, decidió mantener una especie de neutralidad, quizá pensando en no generar otra facción interna donde ya había varias. Él, con su liderazgo, ecuanimidad, sensatez, agudeza política, antidogmatismo, antisectarismo, mentalidad amplia, generosidad, don de gente, desapasionamiento, objetividad y realismo, pudo darle al Nuevo Partido el rumbo que se requería. Muchos de los que después nos hicimos a un lado, esperamos en aquel momento su concurso activo para salir de la crisis de la que finalmente no pudimos salir.

No se trataba de crear otro grupúsculo o tendencia (en este caso la “línea catatumbista”), sino de llamar, con su capacidad y lectura acertada, a la unidad, la tranquilidad, la mesura, en un momento sumamente complejo para quienes hicimos de las FARC nuestro proyecto de vida. No obstante, conociendo lo que conocí de él, considero que seguramente tuvo razones de peso para mantenerse en esa especie de neutralidad y silencio. Ojalá algún día sepamos esas razones, porque seguramente constituirán una enseñanza valiosa, como muchas de sus posiciones lo fueron en otros momentos.

Hace mucho no lo veo, no sé en qué anda, lo aquí dicho es una fotografía del Catatumbo que conocí, de las percepciones que tuve de él ─por eso las conjugaciones en pasado─, pero supongo que no ha cambiado.

Escribo estas líneas al enterarme de su hospitalización. Las escribo tratando de decir lo que siento y para agradecerle a él por haberme enseñado tanto en tan poco tiempo. Él ignora lo mucho que me sirvió conocerlo y escucharlo, quizá a través de este texto se entere de lo que en persona no pude transmitirle. Sea como sea, seguramente, él saldrá de esta y quizá podrá leer mi valoración de su personalidad, su carácter y su relevancia en mi vida.

¡Salud, viejo Cata!

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