Después de vivir el gran éxito del evento Cali Epicentro Desarrollo y Paz, realizado en el Centro Histórico de la ciudad, ese histórico miércoles 24 de agosto, día en que el gobierno colombiano y las guerrillas de las Farc dieron por finalizados los acuerdos de paz en La Habana, desde Cali enviamos un esperanzador mensaje de amor, de perdón, de querer reconciliarnos y de soñar que una Cali y una Colombia mejor sí son posibles.
Afortunadamente, por esas circunstancias maravillosas de la vida, siempre logro escaparme de la rigidez institucional del día a día de mis actividades, y aunque tengo el privilegio de que sean en la construcción de paz, no se comparan con el regocijo de salir al encuentro con la gente amable, querida y sencilla que habita en los territorios. Esa gran mayoría de colombianos menos privilegiados, los que por la guerra —y muchos sin quererlo— se convirtieron en víctimas, victimarios, población vulnerable que lleva la peor parte de un sistema político, social y económico inequitativo, injusto y en ocasiones excesivamente excluyente, que debemos transformar trabajando unidos, si realmente queremos sembrar la semilla de la paz.
Allá, en esos territorios apartados en muchos rincones de la geografía colombiana, es donde, en medio de las personas y las comunidades humildes, brotan las mejores ideas para, sin lugar a dudas, reafirmar el Sí a la paz.
Nos quieren confundir. A los territorios, a las comunidades vulnerables han llegado los agentes del odio que están haciendo “campaña sucia engañadora, están promoviendo que se nieguen a vivir en paz”, están jugando nuevamente con los sueños, las oportunidades y con la posibilidad de que los colombianos después cesar esta horrible guerra, tengamos la oportunidad de pasar del miedo a la esperanza de vivir en paz.
Alcanzar la paz, vivirla y disfrutarla,
no puede ser el resultado ni una decisión presionada
por otras formas de violencia
Alcanzar la paz, vivirla y disfrutarla, no puede ser el resultado ni una decisión presionada por otras formas de violencia. Otra guerra cimentada en la mentira, el engaño y lrampa por quienes, aprovechándose de las pobrezas, alimentada por quienes desde escenarios de poder, en este caso el político principalmente, buscan presionar para obtener beneficios que responden solo a mezquinos intereses.
La paz es sagrada, es un derecho, una opción de vida plena. La paz es con vos, conmigo, con la gente sencilla, con todas y todos los colombianos del común, con quienes sin otro interés diferente al de querer vivir en común unión, en armonía y equilibrio con sus semejantes, con la naturaleza, con la Pacha Mama sabemos que un mundo y una Colombia mejor Sí son posibles.
La construimos a partir del respeto, de ver al otro, a la otra como un igual, aprendiendo a escuchar; también siendo responsables, nos compete trabajar duro y con decisión, haciendo pedagogía, leyendo los acuerdos, compartiendo experiencias, reuniéndonos en Círculos de Verdad y Reconciliación como los que promueven las mujeres en el oriente de Cali, teniendo como guía la experiencia de la Hermana Alba Stella con la Fundación Paz y Bien y su reconocido proceso de intervención social con las comunidades.
Es nuestra responsabilidad, en nuestras manos está decidir, desde Cali y con la dulzura de esta bella tierra del Valle del Cauca, comprometidos por el otro si por la paz, el Sí que respeta la diferencia, que no agrede, que no engaña, y que no tiene interés mezquino, el SÍ porque amamos la vida y el SÍ que dice Se Puede construir una Nueva Colombia a partir de las diferencias.
En twitter @Miguel_Mondrag