Manhattan es conocido mundialmente como uno de los lugares más ricos y glamurosos del planeta. Y en efecto lo es. El primer y más importante buró de Nueva York es el centro de la llamada Capital del Mundo y, por consiguiente, el núcleo económico, financiero y cultural que la Gran Manzana es en sí. Su población tiene un promedio de ingresos de los más altos de Estados Unidos y del planeta, y el turismo genera unas ganancias astronómicas por ser la isla (rodeada por los ríos Hudson, Este, Harlem y la Alta Bahía de Nueva York) el primer destino en el mundo.
Pero hay otro Manhattan. Ese donde la población no es tan rica, glamurosa ni educada, y está conformada por afroamericanos y emigrantes, esto últimos procedentes de casi todo el mundo. Esa que no es tan visitada por estar separada de las zonas Medio y Bajo Manhattan y por la reputación de la que sufren. De la misma manera de sus similares medio y bajo, el Alto Manhattan, integrado por los sectores de Harlem y Washington Heights, está densamente poblada por millones de habitantes alojados en su mayoría en miles de altos y viejos edificios de apartamentos. Esto justifica la alta densidad del buró.
Los afroamericanos son inmigrantes, o descendientes de estos, procedentes del sur de los Estados Unidos en varias migraciones durante los últimos siglos. Los inmigrantes extranjeros, muy en boga los de todo el país por estos días debido a su situación ante el nuevo presidente de la nación, provienen de muchos lugares del mundo como Latino América y el Medio Oriente, entre algunos otros. Hablando de los latinos, son los de República Dominicana los que predominan en el Alto Manhattan como en toda la ciudad, seguidos de los puertorriqueños, los mexicanos y los ecuatorianos. Los colombianos son menos y ocupan un quinto lugar.
Harlem ha sido conocida por su población en su gran mayoría afroamericana y famosa internacionalmente por sus altos niveles de delincuencia. Algo que, según las autoridades y los propios habitantes, ha disminuido considerablemente en las últimas décadas. Washington Heights, menos conocida en el exterior, ha padecido los mismos problemas de Harlem, pero a menor escala. Tal vez su mayor desventaja es que es la más alejada del Medio y Bajo Manhattan y está más emparentada con el buró de El Bronx, el cual sufre de una muy mala reputación a nivel mundial.
Es innegable que este otro Manhattan goza de las prebendas que le puede ofrecer el gobierno de una ciudad como Nueva York, un estado homónimo y un país como los Estados Unidos. Hay desarrollo en sus instituciones, en su infraestructura y en su movilidad y transporte, pero esto se ve opacado, en mi concepto, por la idiosincracias de los países de origen de los inmigrantes y por muchos afroamericanos. Suena crudo y hasta injusto con ellos, pero es la realidad que percibo. Algo de conformismo por parte de los gobiernos citadino, estatal y nacional es también una realidad que afecta a los habitantes de estas partes de Manhattan.
Dicen que nada es perfecto y Manhattan no es la excepción. Hay también una tasa de criminalidad que eclipsa los altos niveles de convivencia que hay en toda la ciudad de Nueva York. Aun así, el más conocido buró de la metrópoli sigue siendo su centro, el del país y el del mundo. Además, ha sido un ejemplo para sus compañeros, desde El Bronx hasta Staten Island, que lo han seguido a través de la historia para ponerse a la altura de la ciudad, cuyo nombre muchos creen que es sinónimo de Manhattan.