María Isabel Corredor Barrera tenía 14 años cuando llegó a Bogotá para trabajar por primera vez en una casa familiar. Venía del campo y a su edad no eran muchas las alternativas que tenía en una ciudad. Fue en la casa del dirigente liberal santandereano Mario Galán y su esposa Cecilia Sarmiento donde la recibieron para que se encargara del aseo y la comida, pero sobre todo del cuidado y atención de los hijos del matrimonio.
En una mezcla de inocencia e inexperiencia, entre 1964 y 1965 María Isabel y uno de los hijos del matrimonio, Luis Carlos Galán, entonces estudiante de Derecho en la Universidad Javeriana, tendrían efímeros encuentros. De dichos encuentros nacería, el 18 de septiembre de 1965, Luis Alfonso Corredor, quien fue enviado a vivir con sus abuelos maternos en El Cocuy, Boyacá pero luego se mudaron a Caldas huyendo de la violencia. María Isabel siguió trabajando diez años más en la casa Galán Sarmiento alejada de su hijo, mientras Luis Carlos Galán continuó su prometedora carrera pública. A los 26 años, apenas dos años después de graduarse, fue nombrado ministro de Educación por el presidente conservador Misael Pastrana, luego sería embajador en Italia, concejal de Oiba, Santander y finalmente senador en 1978 con el Partido Liberal.
Desde los 2 años Luis Alfonso hacía las típicas labores del campo junto a sus abuelos; trabajaba la tierra, arreaba ganado y cuidaba fincas. Nunca fue consciente de su precariedad, al contrario, se gozaba el campo. A los 6 años, Alfonso intentó arrancar la papa como hacían sus tíos, pero sus cortos brazos y edad le impedían hacerlo con una precisión que solo puede adquirirse con la experiencia. Su impotencia disminuyó cuando su abuela, doña Eulalia Barrera, le recordó que él no había nacido para arrancar papa sino para cosas más grandes. Alfonso desconocería el sentido de las palabras hasta entrada la adolescencia cuando se percató de que el hombre que lo visitaba una vez al mes y con el que tenía cortas pero sustanciales conversaciones aparecía en televisión nacional lanzando discursos en plazas públicas mientras multitudes los proclamaban futuro presidente de Colombia.
Alfonso vivió hasta los 5 años en una casita en el mítico Paramo de Letras, un lugar helado de difícil acceso, pero a la vez un puerto mítico en el que se han dado las mayores gestas del ciclismo colombiano. Esto originó una insaciable sed de Alfonso por el ciclismo, una de las pasiones que compartiría luego con su padre Luis Carlos, fanático de los escarabajos, al punto de acompañar a Lucho Herrera cuando ganó la Vuelta a España en 1987. Luis Carlos fue gran amigo del ciclista Miguel Ángel Bermúdez que en un pacto de amistad le regaló el marco de su bicicleta. Un marco que años más tarde pasaría a manos de Luis Alfonso, pero que en 1990 tuvo que vender por unos pocos pesos para comprarle una máquina de coser a su mamá.
Cuando perdió a su abuelo Efraín Corredor en un accidente, Doña Eulalia empacó maletas rumbo a Bogotá con su segundo esposo, Maximino Sierra, quien fue la figura paterna de Luis Alfonso, según él, responsable de inculcarle valores y disciplina al trabajo que luego lo ayudarían a soportar sus largas jornadas como mensajero del Banco Popular y Telecom. Pasar del campo a la ciudad fue caótico para Luis Alfonso. Junto a su familia se asentó en El Rosal Mirador, Usme, una localidad que se asemejaba al campo, pero no lograba llenar el vacío de su antigua vida. A pesar de que vivían en un apartamento humilde, era cómodo y el pan nunca faltaba en la mesa gracias a la manutención mensual que Luis Carlos Galán enviaba. No era mucho, pero con eso se las arreglaban.
Luis Alfonso tenía 15 años cuando empezó a frecuentar más a Luis Carlos Galán, solían encontrarse en la universidad, Alfonso invitaba a su gran amigo Luis Fernando Mejía a ser testigo de las esporádicas reuniones. Gloria Pachón, esposa de su padre, era respetuosa pero especialmente distante con él, al igual que sus hermanos que, aunque conocían de su existencia, no intentarían un acercamiento hasta años después. Alfonso Corredor no lloró a su papá el día de su funeral, nadie en el Capitolio Nacional sabía quién era el joven que pagó unas cuantas monedas para lograr acercarse al féretro mientras que su hermano Juan Manuel, de 17 años, recitaba el histórico discurso que había escrito el día anterior en el despacho de Luis Carlos en el que encomendaba sus banderas a César Gaviria para que se convirtiera en el presidente que Colombia necesitaba.
Las conversaciones con su padre harían que Luis Alfonso Corredor también quisiera ser abogado. Se matriculó en la Universidad Libre, pero para pagar sus estudios tenía que trabajar como mensajero de día y a las seis de la tarde llegar a clases con una extenuante jornada sobre los hombros. No tenía de otra, Telecom le propuso auxiliar sus estudios universitarios, siempre y cuando fuera un empleado ejemplar y tuviera un promedio durante la carrera mayor a 3.7. Nunca lo bajó de 4.
Con el asesinato de Galán, Cecilia y Mario, como llama Luis Alfonso a sus abuelos, se acercaron más a él, lo apoyaron y mantuvieron una comunicación constante. Luis Carlos dejó un apartamentico a nombre de su primogénito y María Isabel, pero esto significaba que tuvieran la vida resuelta. Solo fue hasta 1998 que Luis Alfonso se convertiría en un Galán más. Tras una demanda, logró que se le reconociera el apellido de su papá, y pasó a llamarse Luis Alfonso Galán Corredor.
De los pocos privilegios con los que Alfonso se benefició por ser hijo de Galán, fue el salvavidas que le lanzaron los jesuitas de la Universidad Javeriana, en donde Luis Carlos se graduó Derecho y Economía, para que hiciera una especialización en Derecho Administrativo con unos alivios financieros. José Blackburn, amigo de Luis Carlos Galán y uno de los fundadores del Nuevo Liberalismo, fue un padre para Luis Alfonso, gracias a él logró entrar a Telecom y lo impulsó a tomar el camino de la educación. Blackburn fue uno de los responsables en haber dado la pelea para devolverle la personería jurídica al Nuevo Liberalismo, pero hace año y medio falleció a causa de una enfermedad terminal. Aunque no presenció el momento en el que el Consejo Nacional Electoral revivió el partido que fundó hace cuarenta años, Luis Alfonso celebró por él.
A diferencia de Carlos Fernando y Juan Manuel que se dedicaron a la política o a Claudio que hizo carrera diplomática y ahora es empresario, el primogénito de Luis Carlos Galán ha dedicado los últimos 13 años a trabajar con víctimas del conflicto armado encargándose de su reparación por la vía judicial y administrativa. En la Ley de Justicia y Paz representó víctimas del Cauca, Nariño, Caquetá y Chocó. Además, presidió el Comité Operativo para la Dejación de las Armas en el que participó las Farc, ELN, Ejército Popular de Liberación (EPL) y paramilitares.
Una vez resucitó el Nuevo Liberalismo, las directivas del partido invitaron a Luis Alfonso a ser parte de la fuerza disidente fundada en 1979 por su papá. Aceptó ingresar como militante, más no como promesa política, su rol es interactuar con organizaciones sociales y sindicales, siempre desde su orilla, la misma en la que se crio en el campo en una familia humilde que vivió en la precariedad en Bogotá y luchó para conseguir un empleo y estudiar al tiempo, la historia que todavía repiten millones de colombianos.