Las imágenes de la gente atravesando el río Táchira con sus pocos corotos en la cabeza nos han estremecido e indignado. Y con toda la razón, una saña tan grande contra personas cuyo único delito es ser colombianas, no era fácil de imaginar.
Es cierto que los gobernantes venezolanos en muchas ocasiones han echado mano del ramplón patrioterismo para tapar problemas internos y más de una vez han hecho alarde de su armamento para amedrentarnos.
Recordemos la vez de las corbetas en el Golfo de Coquivacoa que amenazaron a nuestros marinos por allá en la época de Barco o la de los tanques en la frontera mandados por Chávez en abierta provocación guerrerista. También existió la persecución en caliente por allá en el Orinoco cuando la guardia venezolana se metió en nuestro territorio para atrapar supuestos maleantes, además de constantes arbitrariedades contra los pimpineros en esa larga y porosa frontera. Pero lo de Maduro se pasó de la raya no solo por la cantidad de afectados sino por los métodos netamente fascistas.
Se dice que más de mil personas han sido expulsadas, desahuciadas de sus casas, destrozados sus enseres y separadas de sus familias. Parece una noticia de esas cosas que pasan entre judíos y palestinos. Marcar las viviendas con una D que significa Demolición y meter a sus ocupantes en vehículos cerrado para llevarlos hasta la frontera, suena igual a las persecuciones nazis o los “progroms” stalinistas.
Ahora vamos a tener un montón de nuevos desplazados gracias a la incapacidad de Maduro para enfrentar los problemas internos y a su estrategia perversa de buscar armar un conflicto externo que le dé vía libre a decretar un estado de excepción en el cual no sea posible hacer elecciones.
Todo esto es muy grave, como fue grave la respuesta inicialmente tímida del gobierno colombiano y la completa ausencia de Ernesto Samper. Fue necesario que la opinión pública se encendiera de indignación para que Santos subiera el tono y se apersonara de la situación y se necesitó un buen regaño del expresidente Gaviria para que el flamante presidente de Unasur se diera por aludido frente a todos los desmanes de Venezuela.
Ahora el gobierno enfrenta la crisis lo mejor que puede, con subsidios, ayudas humanitarias, reuniones de cancilleres, presencia de ministros en la frontera y apoyo militar a las personas que atraviesan por la trochas. Y todo eso está muy bien, sin llegar a pisar la cascarita de Maduro para intentar meternos en un conflicto militar.
En cambio lo de Samper es patético, apenas unos pocos caracteres en twiter y una propuesta extemporánea e ingenua de constituir una comisión bilateral para enfrentar la situación. Como si fuera verdad que el problema es el contrabando y los paramilitares. Contrabando ha existido siempre y no es esa la razón del desabastecimiento en Venezuela y paras también han existido desde hace muchos años pero no es a estos maleantes a los que están desalojando de Venezuela. Eso ya lo tiene claro hasta Santos pero no el acomodado de Samper, que prefiere quedar mal con sus compatriotas desplazados que enfrentarse a su jefe Maduro. ¡Qué vergüenza!
Tuvo más pantalones Paulina Rubio, nuestra flamante Miss Universo, que fue capaz de criticar las babosadas de su jefe Donald Trump, que Ernesto Samper que se esconde en un tuit para no apersonarse de una situación que le toca por ser cabeza de un organismo multilateral suramericano y sobre todo por ser expresidente colombiano.
¿Será que llegó la hora de responderle a Maduro con la misma moneda y mandarle a Samper como desplazado para Caracas?
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