El sistema Transmilenio colapsó porque desde su inicios, al finalizar la década de los 90, priorizó los buses por encima del metro y otros modelos de transporte eléctrico como los tranvías y los cables aéreos.
Hoy el Gobierno Distrital está dirigido por el mismo alcalde que inició el sistema de los buses rojos y que ahora ofrece como alternativa de Bogotá para los próximos 100 años. El mismo alcalde que anuncia alegremente otro trazado del metro desconociendo estudios, razones y poniendo en peligro la más estratégica obra de la ciudad.
Por esta razón, es preciso mirar qué dejó y qué le faltó a Bogotá Humana, pero sobre todo, qué se requiere para que la ciudad avance hacia un acuerdo para un sistema de transporte que resuelva la crisis acumulada de Transmilenio.
El gobierno de Bogotá Humana propuso un sistema multimodal e integrado a partir de:
1) Primera línea del metro, cuyos estudios de ingeniería de detalle por valor de 130 mil millones de pesos quedaron listos y avalados por el Banco Mundial. Así mismo, una ruta de financiación con el Gobierno Nacional a la espera de la estructuración financiera que el mismo gobierno desde la vicepresidencia suspendió el año pasado impidiendo, por esta vía, iniciar el proceso de licitación.
2) Ampliación y fortalecimiento de Transmilenio, para lo cual Bogotá Humana terminó las obras postergadas e inconclusas de las troncales de la 26, la Décima, además de construir y entregar la troncal de la avenida Sexta y la Megaobra del repartidor de la sexta. A su vez, llevó el servicio de Transmilenio a Soacha y dejó lista licitación para troncal de la Boyacá.
3) La Bogotá Humana realizó con el Metro de Medellin los estudios para dos cables aéreos y dejó licitación del cable en Ciudad Bolívar que está vigente.
4) La Bogotá Humana amplió y fortaleció el uso de la bicicleta logrando pasar de 600 mil a un millón de viajes por día y promovió la peatonalalización y el respeto por el peatón.
5) La Bogotá Humana inició el difícil proceso de implementacion gradual del Sitp, garantizando su uso por parte de 500 mil nuevos usuario por día (una cobertura de 12 % que sigue siendo baja) y la unificación de tarjetas del sistema.
6) Con rebaja y congelación de tarifas y subsidios a los sectores más vulnerables (personas con discapacidad, personas mayores, estudiantes y personas en situación de pobreza) el sistema de transporte público durante el gobierno de la Bogotá Humana se democrátizó y benefició a más de un millón de personas.
Se pudo hacer más en el mismo tiempo, como lo logró Medellín con la implementación del Tranvía en el mismo periodo, si se hubiese contando con una actitud propositiva del Concejo de la ciudad y un compromiso mayor y más serio del gobierno nacional. Y claro, si el gobierno de Bogotá Humana no hubiera cometido errores que demoraron la estructuración de la Empresa Metro, las dificultades en la renegociación de contratos de Transmilenio y la inestabilidad en la gerencia de esta empresa, entre otros.
El problema hoy es que el modelo de ciudad incluyente, transporte multimodal, energías limpias, revitalizacion del centro y mitigación del cambio climático, cambió radicalmente y, claro, las ciudadanías que eligieron a Peñalosa, quienes votaron por las otras opciones y la ciudad en general, empiezan a sentir ese cambio.
En esas circunstancias, todo el debate se traslada a la política, a la elección de nuestros gobernantes y a la capacidad de quienes defienden las tesis progresistas de convocar a esos ciudadanos para encausar la protesta en sentido positivo.
No es solo oposición, es conducir la indignación y la protesta como una forma de gobernanza, con participación ciudadana. Eso no se hace con violencia ni con vandalismo.
Lo ideal serían lo cabildos por localidades, el foro distrital, un encuentro internacional con expertos de otras ciudades del mundo. Poner en discusión todos los puros de vista para convencer y concienciar con argumentos.
Pero la realidad hoy es que el ciudadano del común, indignado en Bogotá o en Soacha por un transporte inhumano y deficiente, se lanza a la protesta sin ninguna orientación, con la creencia de que bloqueando el Transmilenio alguien le resuelve su problema. Y el Gobierno Distrital agrava la crisis reprimiendo esta protesta y lanzando acusaciones sin fundamento contra la anterior administración.
Así, quedamos atrapados en un laberinto, contemplando una crisis que sigue creciendo sin respuestas estratégicas en medio de cierta indiferencia del conjunto de la sociedad. El momento exige capacidad de respuesta, innovación y propuestas que Peñalosa debería entender en función del diálogo que es más inteligente que la represión y la violencia para una ciudad que, en asuntos de transporte público, intenta salir, por fin, del
Siglo XX.