“Cómo me siento yo es mucho más importante que cómo se sienten los de mi entorno” (Marian Rojas Estapé)
Cada amanecer conlleva superar la impotencia y la melancolía que desentraña las herramientas que se tienen para enfrentar eso que se hace realidad en nuestra era: un mundo marcado por la sensación de impotencia, esa incapacidad de solucionar de una vez cada uno de los problemas, fenómenos sociales, catástrofes naturales, políticos corruptos y gobernantes inútiles, de los cuales hay muchos en esta tierra.
Sin embargo, se ofrece una perspectiva refrescante y profunda sobre cómo enfrentar esa realidad cotidiana (Paolo Virno), de cuáles son las vías que se proponen para que colectivamente se puedan superar esos estados, de ahí que desde la reflexión se potencie el actuar, el padecer y lo más novedoso el pensar constructivo, y es que nos enfrentamos a lo que han llamado “pasiones tristes”, que devienen precisamente de esa impotencia, de la arrogancia a veces combinada con la tristeza y falta de solidaridad.
Y cómo pensar desde ya la melancolía y la impotencia, qué es lo que impera en este momento para sentirnos de esta manera; la relevancia de este síndrome va más allá de la filosofía social, pues la política, lo social, la sociedad, los perfiles disimulados de todas las personas nos presentan que el ser humano no está entendiendo cuál es esa visión, esa “melancolía de la época”, entendida como la generalización de la suma de la impotencia y la melancolía, que viene convirtiéndose en ese trascender o mejor reflejo de la sociedad contemporánea. Es decir, existe un deseo entre las pasiones de la política y la naturaleza humana.
Existe entonces una compenetración entre pensamiento y deseo, un entrelazamiento entre pasión, razón y acción. A partir de aquí se conciben fundamentalmente los movimientos políticos, la capacidad de responder a los desafíos de nuestro tiempo, pero lo más importante es revalorizar esas capacidades colectivas e individuales para actuar, crear y transformar la realidad, además potenciar lo que tenemos a la mano, como el actuar, el padecer y el suspender.
“Esta última, la capacidad de pausar y reflexionar antes de actuar es vista como una vía crucial para superar la parálisis que a menudo acompaña a la impotencia” (Virno), de ahí que revaluar nuestras situaciones, las decisiones tomadas y hacer efectivas las que en verdad mejoren nuestra forma de concebir el universo, de aquello que refleja la verdad y la capacidad y sus deseos, es lo que nos ayudará a contrarrestar precisamente esa impotencia y melancolía.
Promover desde ya la importancia de cultivar una conciencia crítica, el entender mejor las dinámicas de poder y como si fuera poco, identificar las estrategias colectivas que nos muestren una organización y acción comprometida con ese cambio social que requiere nuestro país, donde podamos superar las limitaciones impuestas por los términos mencionados en el nombre de este artículo.
La invitación es a hacer una reflexión más profunda de ese sentimiento generalizado, de reconsiderar el cómo percibimos la potencia y la impotencia, de averiguar cuál es el camino por seguir, y lo más importante no resignarnos a la impotencia y su melancolía, sino buscar la forma de superarla y así transformar nuestra realidad.
“Pero esto no es mucho decir. Son escasas las personas, incluso entre los desdichados, que no experimentan algunos momentos de felicidad” (Los Simpson y su filosofía)