En 2013 el Oriente no presentó víctimas por minas antipersonal –MAP-. El Programa Presidencial para la Acción Integral Contra Minas Antipersonal –Paicma, aún no registra afectados de ese año en la parte final de la recolección de información.
Esperanza. En 18 años en el Oriente Antioqueño 790 personas han sido víctimas de minas antipersonal, artefactos explosivos improvisados –AEI- o munición sin explotar –MUSE-. Sólo hasta ahora, y por el momento, la cifra permanece en cero.
En 1995 atacaron los ‘soldados invisibles’. Tres integrantes de la fuerza pública fueron heridos, y, el descubrimiento que brotó de la tierra como un trueno dejó en evidencia que, en adelante, los caminos no serían seguros y sobre ellos reposaría la zozobra; que en las rutas de la guerra un nuevo actor estaba al acecho. Buummmmmm.
Las palabras de Daniel Ávila Camacho, director del Paicma, resuenan: “nosotros vemos que hemos podido avanzar en la disminución de las víctimas de estas minas, empezando desde mediados de la década pasada -estamos hablando de los años 2004, 2005, 2006- que ha sido una tendencia a la baja a nivel nacional y esto aplica por supuesto al Oriente Antioqueño”.
La época más cruenta para el Oriente fue, precisamente, entre 2003 y 2005, años en los que la región sobrepasó la centena de afectados por estos artefactos. San Carlos -172 víctimas-, San Francisco -111-, Sonsón -83- y San Luis -81- encabezan la oscura lista de nuestra región.
Este periodo también coincide con lo que la investigadora Clara Inés García define en su libro Geografías de la guerra, como la escalada del conflicto en el Oriente antioqueño: “El período más intenso y prolongado de la escalada ocupó cinco años, durante los cuales se produjeron dos picos, uno en 2000, con 184 eventos armados, y otro más alto en 2004, con 214. Quizá ésta sea una de las más complejas épocas del conflicto armado en la región, donde, al tiempo que disminuyeron las acciones del ELN y los paramilitares, aumentaron aquellas de las Farc y las FF.MM. De alguna manera, en la batalla destinada a acabar con el control de la guerrilla en la región se produce un relevo entre los paramilitares y las Fuerzas Armadas estatales. Asimismo se opera un cambio importante en el actor guerrillero dominante de la región: el ELN tiende a desaparecer y las Farc se erigen en actor protagónico”.
Las minas antipersonal se caracterizaron por ser una de las armas –sucias- empleadas por los ilegales en la confrontación armada en el país. Entre 1990 y enero de 2014 se registraron un total de 10.628 víctimas en el territorio nacional. Y en el Oriente, del total de víctimas, 431 han sido militares y 359, civiles. Las cifras evidencian la cantidad de personas afectadas que no hacían parte de esta guerra. El delito: habitar el territorio que los armados invadieron.
Desminar
De acuerdo con Daniel Ávila Camacho, sembrar una mina cuesta entre uno y tres dólares -6 mil pesos-, pero ubicarla y destruirla hasta 1.000 dólares -2 millones de pesos-. “Entonces son muy costosas estas operaciones, más cuando un desminador está adelantando su trabajo en terreno y está ante la incertidumbre de dónde está ese artefacto escondido en la tierra. Son asesinos silenciosos. Tienen que tener todas las precauciones y cuidados del mundo para no caer en un accidente. Muchas veces cuando el detector suena se encuentran residuos metálicos, como clavos, tornillos o tuercas”.
San Carlos fue el primero en el país en ser declarado como libre de sospecha de minas antipersonal. No obstante, Ávila Camacho advierte que lo anterior no indica que no se vayan a encontrar estos artefactos.
En la actualidad, el desminado humanitario en el Oriente se concentra en San Francisco y Granada. Ávila Camacho afirma que en estos municipios está interviniendo el Batallón de Desminado Humanitario. Que si bien llevan varios años en el territorio, la recolección de la información ha sido compleja pues depende de las denuncias que hagan las comunidades y las autoridades locales.
“A nivel nacional se pudo avanzar con casi 480 mil metros cuadrados. En San Francisco se ha avanzado con más de 200 mil metros cuadrados que se han despejado; se han encontrado más de 250 artefactos explosivos improvisados, 14 municiones sin explotar. Entonces ese trabajo ha rendido esos frutos pero todavía falta trabajo en San Francisco y Granada”. Como la labor es dispendiosa, aún no se habla de fechas de entrega de los territorios.
En Granada, por su parte, se ha avanzado en cerca de un 50% con las sospechas que se han denunciado con el Batallón de Desminado Humanitario. El director del Paicma dice que “se han confirmado cerca de 59 áreas peligrosas o más de 140 mil metros cuadrados que han sido despejados. Eso desde el año 2010. También se han encontrado más de 50 minas antipersonal y municiones sin explotar. Creo que vamos más avanzados en San Francisco, pero en Granada también se está trabajando”.
Cerca de la mitad de la capacidad nacional de operaciones de desminado humanitario se concentra en Antioquia, pues también una ONG realiza labores en municipios como San Rafael y Nariño, y dentro de poco en La Unión y Sonsón. Mientras en el Oriente han disminuido los afectados en los últimos años, en regiones como Norte y Bajo Cauca persisten las noticias de nuevas víctimas.
En nuestra región, después de 18 años consecutivos con víctimas por minas, y aún sin ser oficial la información, no hubo lesionados por estos artefactos. Alegría. No es para menos emocionante darle la vuelta a la página y empezar a contar nuestra historia sin esos soldados enterrados que pueden aguardar silenciosos hasta 30 años bajo tierra.
Esperanza.
* Juan Camilo Gallego Castro (@jcamilogallego) es autor del libro Con el miedo esculpido en la piel. Crónicas de la violencia en el corregimiento La Danta, proyecto ganador en crónica de la Primera Convocatoria de Estímulo al Talento Creativo-Antioquia 2012. También es periodista, especialista en derechos humanos y derecho internacional humanitario de la Universidad de Antioquia y estudiante de la maestría en Ciencia Política del mismo centro universitario.