Hasta el viernes pasado el optimismo sobre el proceso de paz venía principalmente de las FARC. Incluso Alias Pablo Catatumbo había dicho en el mes de Abril, a pocos días de integrarse a la mesa de negociaciones de la Habana que "La paz en Colombia era irreversible". Era una frase contundente y definitiva, dicha por el jefe guerrillero que más dolores de cabeza le había causado al Estado en los últimos dos años. Mostraba la confianza de las FARC en la negociación. Muy poca gente le prestó atención. Ahora es Santos quien le da un tinte de no retorno al proceso de paz al anunciar un referendo en las elecciones del próximo año para validar los acuerdos que se firmen en la Habana. Refleja el optimismo de Santos en el acuerdo de paz. Pero muy pocos consideran esto una fuga hacia adelante, la ven más como un mecanismo de presión y una jugada electoral.
Cuando Catatumbo pronunció aquella frase definitiva estaban apenas en la discusión del primer punto de la agenda -el de las transformaciones agrarias- y la marcha de las negociaciones era especialmente lenta, habían pasado seis meses desde el inicio de las conversaciones en la ciudad de Oslo y aún no se anunciaba el primer acuerdo. No era esta la única preocupación del gobierno del presidente Santos. Había otros hechos notorios y alarmantes. Las FARC, en cada salida al público, se apartaban de la agenda acordada y aumentaban sin cesar sus exigencias y propuestas. También arreciaban su accionar en las montañas de Colombia y en los meses de abril y mayo le producían numerosas bajas a la Fuerza Pública en emboscadas temerarias en Caquetá, Cauca, Guajira y Arauca. La frase de Catatumbo no tenía mayor asidero en la realidad.
Pero las cosas han cambiado bastante de abril hasta hoy. Ya se selló un acuerdo sobre el tema agrario y se avanzó en la discusión del tema crucial de la participación política. Y lo más importante: las FARC han cambiado de actitud frente a las víctimas, por primera vez han reconocido que con su guerra han provocado "crudeza y dolor". "Debemos reconocer la necesidad de aproximar el tema de las víctimas, su identificación y su reparación con total lealtad a la causa de la paz y la reconciliación" dijeron en un comunicado leído por Catatumbo el martes 20 de Agosto en la Habana. Es a partir de estos avances que Santos ve la posibilidad un acuerdo de terminación del conflicto hacia final de año y por eso se ha apresurado a buscar un mecanismo de refrendación.
¿Qué tan importante es la posición de las FARC ente las víctimas?
La negativa constante y a veces descarada de las FARC a reconocer su condición de victimarios había generado mucho excepticismo en la posibilidad de la reconciliación. De ahí la trascendencia de las declaraciones de estos días. Al inicio formal de las conversaciones, Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador del gobierno, había dicho "Las FARC deben darle la cara a las víctimas" a lo cual replicó Iván Marquez: "No hemos cometido crímenes contra el pueblo". Luego, Jesús Santrich, otro influyente miembro de la delegación de las FARC, ante le pregunta de un periodista por la disposición de la guerrilla al reconocimiento de las víctimas, había respondido en tono burlesco: "Quizás, quizás, quizás".
El contraste con lo declarado en la última semana es notorio. En entrevista para un medio de comunicación cercano a las FARC Pablo Catatumbo dijo: "Yo no tengo problema en decirle a una señora, a una familia, siento el dolor que le hemos producido con la muerte de su ser querido". Y agregó: "¿Hay que pedir perdón? Muy bien, lo pediremos". Quizás este giro de las FARC tiene su motivación en la aceptación, también trascendental, de la responsabilidad del Estado, que hizo el presidente Santos al recibir el Informe de Memoria Histórica, que vincula a multitud de agentes institucionales en la grave cadena de violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario en medio del conflicto armado. La aceptación de las partes de su responsabilidad en la brutal afectación de los civiles en la larga guerra que ha vivido el país es un signo de que podemos estar en un punto de quiebre de la guerra. De ese tamaño es el giro de las FARC.
Con el referendo Santos abandona el plan b.
La iniciativa del gobierno indica un doble optimismo: que la negociación va terminar con éxito y que esto ha de ocurrir antes de que se produzcan las elecciones parlamentarias y presidenciales. Santos mantuvo hasta hace poco un discurso que hablaba de la posibilidad de pararse de la mesa si las conversaciones de paz no avanzaban. El famoso plan b que siempre ha rondado las negociaciones de paz en Colombia. Ese discurso fue cambiando. Las declaraciones recientes son más afirmativas, dejan menos dudas sobre un acuerdo para terminar el conflicto.
Pero esta semana el optimismo del gobierno pasó a mayores. Radicar con carácter de urgencia un proyecto de ley que permita convocar un referendo junto a las elecciones parlamentarias o presidenciales con ocasión de un acuerdo final para la terminación del conflicto armado, es decirle al país que la probabilidad de la paz con las FARC está más allá del setenta por ciento. Es decirle a la opinión pública nacional e internacional que la probabilidad de una ruptura definitiva de las negociaciones es menor.
Ahora sabemos que esto no había sido conversado con las FARC. Ahora conocemos la reacción de las FARC que sigue apegada a la Constituyente como mecanismo de refrendación y aspiran a que el mecanismo de validación sea acordado previamente en la mesa. Por ello suspendieron por tres días las negociaciones. Por ello Timochenko le envío una dura carta a Santos. Pero sabemos también que en la reunión entre la Mesa de Unidad Nacional, el Alto Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, y el jefe de la delegación del gobierno en la Habana, Humberto de la Calle, el ambiente irradiaba la seguridad de que en el mes de diciembre se tendría un acuerdo firmado con las FARC y ante esa eventualidad lo mejor era tomar todas las precauciones para que se pudiera consultar al pueblo sobre la materia de ese tratado.
Pero…. Ni el gobierno ni las FARC la tienen fácil
Ahora bien, la nueva actitud de las FARC ante las víctimas afrontará pruebas muy difíciles antes de ganar entera credibilidad en el país. También la propuesta de referendo del gobierno tendrá que pasar los debates de la oposición uribista y ganar el favor de las guerrillas. Así sabremos en los próximos días si la paz definitivamente cruzó el umbral donde aún era posible el fracaso.
No será fácil para las FARC entrar en la lógica de la verdad, la justicia y la reparación que el país reclama y que los organismos internacionales demandan. Ya el Informe de Memoria Histórica señaló que las FARC tenían la posta en el secuestro, el delito más repudiado por la opinión pública nacional. Es cierto que las FARC han dado un primer paso al anunciar la abolición de esta abominable práctica, pero eso no basta. Tienen que convencer al país de que están cumpliendo a cabalidad con el propósito y están obligados a contar verdades muy dolorosas como el número de personas que murieron en cautiverio, las circunstancias en que se produjo su muerte y los lugares donde reposan sus restos. Tienen que prepararse para hablar de los líderes políticos y sociales que han muerto bajo sus balas, del desplazamiento y el despojo causado. Tienen que preparase para soportar el dedo acusador de miles y miles de víctimas. Tienen que disponerse a pasar por tribunales que podrán ordenar penas alternativas pero que en ninguna manera producirán una amnistía general e incondicional como se acostumbraba antes en Colombia.
Las FARC al reconocer que han hecho daño pusieron por delante la obligación de todas las partes del conflicto de acudir a la verdad y a la justicia. Señalan que ellos ni fueron los únicos ni fueron los principales victimarios. Proponen una Comisión de la Verdad imparcial como uno de los mecanismos para establecer las responsabilidades en el conflicto. Es una propuesta audaz. Pero deben saber que este tipo de tribunales suponen una profunda convicción y una decisión muy sentida de contar la verdad, aceptar la culpa, asumir la contrición y respetar veredictos que muchas veces son bastante incómodos y deplorables para los jefes militares de cualquiera de las partes.
La crítica a un referendo para validar los acuerdos en uno de los eventos electorales del próximo año ya empezó. La primera reacción de Uribe fue áspera: "Referendo para el terrorismo, es maniobra de presión del gobierno para distorsionar las elecciones de Congreso y de Presidencia", dijo. Ahí están con entera nitidez los dos reclamos del uribismo al proyecto. Expresan su radical negativa a la negociación con las FARC a las que consideran sin más un grupo terrorista y manifiestan igualmente su preocupación por el desfavorable impacto electoral que tendría para ellos una consulta sobre un acuerdo de paz en medio de los comicios.
La preocupación de los uribistas tiene mucho fundamento. El anuncio del gobierno es un certero golpe de opinión. En medio de una singular oleada de paros y protestas; cuando aún no se ha terminado de discutir y acordar el segundo punto de la agenda de la Habana, nada menos que la participación política de las FARC y las garantías para la oposición; Santos le anuncia al país que existe la gran posibilidad de terminar el conflicto armado en los próximos meses y que pondrá a consideración de todos los colombianos el texto que se acuerde en la Habana. Los uribistas, que están adelantando la campaña electoral promoviendo en todo el país el fracaso de las negociaciones y la resurrección de su propuesta de solución militar al conflicto, han quedado momentáneamente entre la espada y la pared.
Pero el gobierno tampoco la tiene fácil. Las FARC van a seguir insistiendo en la Asamblea Nacional Constituyente y van a reclamar que el mecanismo de refrendación sea convenido entre las partes. Para sacar adelante este golpe de opinión el presidente Santos tiene dos retos: convencer a las FARC de que es necesario meterle el acelerador a las negociaciones de paz para tener un acuerdo parcial o total que se pueda firmar en diciembre y sacarle de la cabeza a la guerrilla la idea de la constituyente como mecanismo de refrendación de los acuerdos. Para lograr este milagro tendría que ofrecer incentivos muy poderosos a los insurgentes en el punto de participación política que está en discusión ahora. Ofrecerles la oportunidad de obtener una representación importante en las elecciones de 2014 y dejar abierta la ilusión de que hacía adelante, en el escenario del postconflicto, es posible habilitar un escenario constituyente donde se avoquen reformas a la estructura política y social del país con una guerrilla plenamente incorporada a la vida democrática.