El pasado jueves 10 de septiembre tuve el placer de estar en La Hora del Periodismo, una conferencia dictada por Juan Lozano en la Universidad Autónoma de Occidente en la ciudad de Cali, y en uno de sus puntos claves planteó el paradigma que existe cuando se pretende tildar al periodismo dándole la categoría de cuarto poder.
Así pues, durante años se ha pensado al periodismo como un agente capaz de controlar los pasos de sus equivalentes, tanta es la mal-interpretación que a los llamados periodistas se les tacha de ser un oficio prolijo, pero se les exige desarrollar roles asociados con diversos campos: historia, ciencias políticas, economía, etc. Es por esto que la esencia misma del periodismo se ha ido desmoronando en los pensamientos de quienes creen que el cuarto poder es la manera más viable para maquillar y manipular la sociedad de la información.
No se trata de entender al periodismo como un ente separado del conocimiento y de las diversas áreas que componen la información, se trata más bien de redescubrir su esencia, su verdadero camino, ese que está ligado a la vigilancia, al control, a la advertencia, a la verdad y en general, al acto de informar. Pero al mismo tiempo, informar no se limita al hecho de asumir la pesquisa como algo que obedece a unos intereses propios o ajenos; informar transciende los límites de la ética profesional y se asocia a un fundamento que se arraiga a dos cosas que rayan en los confines personales de quienes ejercen esta profesión: transparencia y lealtad.
Tener transparencia es tener el horizonte claro, es tener la mente despejada para que la información no se desvíe del camino de la verdad, y ser leal, es entender que la responsabilidad no se encuentra al fondo de una caja de cereal. El cuarto poder vacila porque dentro de su manifiesto no están estas dos premisas, porque más que ser un oficio prolijo, es un oficio oportunista que se hunde en pretensiones idealistas de ser y tener, justamente, el poder.
Lozano dentro de sus firmes afirmaciones comenta que una sociedad necesita buenos dirigentes políticos y buenos periodistas. El problema de todo esto radica en los imaginarios sociales existentes, nuestra idea de pueblo justo, se desvanece a medida que se desvanece la información que se dispersa de manera disfrazada. Así, no se tiene no buenos dirigentes, ni buenos periodistas, el poder se trastoca de tal forma que no se sabe cuál de las ramas periodísticas o cuál de las 3 ramas públicas merecen el primer lugar en artimaña. Yo creo profundamente que lo único seguro que tiene el nuevo periodismo es el reflejo de montón de jugadas sucias que ya están puestas sobre la mesa, por lo tanto es decisión de quienes lo ejercen actuar en pro de jugar distinto, con claridad, con ambiciones que se justifiquen en la libertad de expresión de diversas opiniones y no con acciones que se limiten a censurar pensamientos, ideologías y posibles transformaciones.
Lograr que la sociedad mejore, es lograr que el cuarto poder deje de ser oportunista y por el contrario regrese a su verdadera esencia, desmantelar a los demás poderes.