El olvido activo

El olvido activo

Por: Las Dos Orillas
noviembre 12, 2013
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Al pasear por las calles de Bogotá, ya sea pie o en vehículo, no creo que haya recorrido de más de media hora en donde no se vea en algún momento cierta referencia al fallecido periodista bogotano Jaime Garzón. No solo se mantiene actual en los muros y artículos que se han hecho en su honor, sino en su reconocida figura facial. Esta última ha ido adquiriendo un carácter preocupantemente vacío.

Hace poco me preguntaba si era mejor que Jaime Garzón cayera en el olvido o que se volviera, como lo es hoy en día, una figura pop.
Pensando en esto como una gran preocupación que desde hace tiempo he llevado conmigo, empecé defendiendo que definitivamente es mucho mejor que la figura de Jaime Garzón se convierta en portada de muchos diseños, en paredes de café-bares, en calcomanías multicolores, en camisetas, botones e incluso en imágenes de campañas publicitarias. Pero después de un tiempo caí en cuenta que convertir la figura de Jaime en una con estos fines no solo significa dejarla caer en el olvido, sino buscar que sea olvidada con intenciones comerciales y de adorno; algo realmente degradante.
Volverse una figura pop, algo muy usual hoy en día, no depende de la persona que se vuelve tal sino de qué tan rentable sería como ícono. Encuentro más agradable que sea simplemente olvidado, más honroso. Recordar a una persona cómo una representación con una inscripción (generalmente de una frase célebre y descontextualizada de la misma), sin concebir en esta un contenido fuerte de considerable importancia es, a mi personal opinión, una ofensa contra la memoria de la persona. Sé que es una concepción amplia y cabe hacer la salvedad que no todos, es más, una buena parte no consideramos a Garzón como una simple figura decorativa, pero creo que en pocos años cada vez seremos menos.

Garzón, con el paso del tiempo está siendo menos símbolo de una época inconcebible para nosotros hoy en día, de un humor bien pensado y elaborado, y se está convirtiendo en un símbolo de conveniencia política, social y comercial.

Las redes sociales han jugado un papel determinante, información e indignaciones fugaces, sentimientos que por la misma inmediatez deben ser fuertes y de poca duración. No nos preocupamos por ahondar en asuntos que realmente nos compete, sino por reflejar nuestra opinión del tema de la semana. Por la gran visión que tuvo Garzón del país y de sus problemas, hoy en día con fuerte vigencia en aspectos generales, son muchas las ocasiones en que él aparece por las redes sociales, pero del mismo modo afanoso y exaltable.

Corro el riesgo de decir que Jaime Garzón se volverá nuestro Che, no nuestro Che Guevara ni mucho menos nuestro Ernesto José Guevara; nuestro Che, el de los estampados. Espero que esto no llegué a suceder, y propongo una solución que creo que sería la mejor posición para contrarrestar el problema: criticar elaboradamente a Jaime Garzón. Bajarlo del pedestal en el que se encuentra propone un gesto significativo para su legado, porque se considera a la persona que va a recibir la crítica como humana, imperfecta, incompleta y de pronto hasta incoherente y contradictoria. Todo este proceso consigue llenar al juzgado de contenido; toda persona merece de los demás un necesario examen crítico.

Siendo consistente con mi propósito, creo que Jaime Garzón fue una persona elevadamente optimista en un país que necesitaba gente más centrada y con propósitos más coherentes con la realidad colombiana. A pesar de que su humor giraba en torno a la deplorable y lamentable situación del país, Garzón esperaba mucho de los colombianos en general, no de los político ni de los dirigentes de los protagonistas armados, sino del colombiano común; creo que fue una empresa idílica y preocupantemente utópica. Acciones como las que proponía Garzón, en su momento, no tenían las mejores garantías para que se llevaran a cabo. Los colombianos en ese momento se dividían en dos grandes grupos, los que directa o indirectamente eran coaccionados por el conflicto y los que coaccionaban.

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