El odio que sienten los soldados colombianos por las mujeres

El odio que sienten los soldados colombianos por las mujeres

Una columnista del diario La Patria reveló los terribles cánticos en los batallones que promueven el asesinato de mujeres

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octubre 22, 2020
El odio que sienten los soldados colombianos por las mujeres

El problema no es de unas cuantas manzanas podridas. El problema es estructural, de base, es el asesinato de una mujer trans en el Cauca a mansalva, es la violación entre nueve soldados a una niña embera, es el maltrato en el que viven la mayoría de esposas de uniformados. El problema es tan profundo que la columnista del diario La Patria de Manizales, Adriana Villegas Botero, denunció en su columna No es broma, es violencia, del pasado 18 de octubre y que publica este asqueroso himno que cantan los soldados mientras trotan:

Un minuto antes de morir / Escuché la voz de mi novia / Que con voz de perra me decía /Si te mueres se lo doy al policía.
Porque yo soy, ja, soy, ja, el vampiro negro / Yo nunca tuve madre, ni nunca la tendré / Si alguna vez yo tuve con mis manos la ahorqué. / Yo nunca tuve novia, ni nunca la tendré, / Si alguna vez yo tuve, los ojos le saqué.
Cuando se muera mi suegra / que la entierren boca abajo / por si se quiere salir / que se vaya más abajo. / Con los huesos de mi suegra / voy a hacer una escalera / pa´ bajar a su tumba / y patear su calavera. / Con los pelos de mi suegra / voy a hacer un estropajo / pa´tallarle a su hija / el ombligo y más abajo.

La columna completa es la siguiente:

En un comedor hay dos señores, un niño y una niña. Los hombres conversan con el niño delante de la niña y de su madre, quien está de pie, sirviéndole café a los caballeros. Lo que ellos le dicen al niño es “Lo entendiste ¿no? Ahora grábate esto: definitivamente mujer que no *** es hombre”. Jajajajajaja... Después de las risas el otro adulto dice: “por eso es que las matan”. Vienen más risas entre los dos hombres que actúan como si la niña y su madre no existieran. El chico escucha paralizado.

El video no incluye la palabra que cualquiera puede completar por haberla oído infinidad de veces: “mujer que no jode es hombre”. La escena hace parte de una campaña de Unicef que se llama “No es broma, es violencia”. Salió el fin de semana pasado, con ocasión de la celebración del Día Internacional de la Niña, y al final trae una leyenda que dice: “La violencia de género afecta a niños, niñas y adolescentes. Edúcalos sin violencia”.

Vi este mensaje el lunes festivo al final de la tarde. Casualmente un rato después mis vecinos soldados salieron a trotar y a cantar. Mi hija y yo los escuchamos desde mi habitación y lo que oímos no nos gustó: no fue broma, fue violencia.

Hacia las 7:30 p.m. del lunes festivo un grupo del Batallón Ayacucho trotó 60 vueltas en una calle cerrada. Sé la cantidad porque al cruzar por un punto gritaban: “van 25, faltan 35”, y luego “van 26, faltan 34”. El espacio entre cada conteo lo llenaron con cantos en los que los reclutas repetían en coro lo que gritaba su jefe: su dragoneante, su cabo, su sargento, su teniente, su capitán, su mayor, su coronel, su general. Da igual.

El vecindario entero oyó al pelotón. Cantaron sobre los bigotes de Lucifer, matar delincuentes, la sed de sangre subversiva, la guerra, el betún de las botas, “sube sube guerrillero, que en la cima yo te espero con granadas y morteros”, “los hombres cuando ven un buen trasero” y “taca t ca taca taca taca taca ta”. Izquier, 2, 3, 4.

Un minuto antes de morir / Escuché la voz de mi novia / Que con voz de perra me decía /Si te mueres se lo doy al policía.
Porque yo soy, ja, soy, ja, el vampiro negro / Yo nunca tuve madre, ni nunca la tendré / Si alguna vez yo tuve con mis manos la ahorqué. / Yo nunca tuve novia, ni nunca la tendré, / Si alguna vez yo tuve, los ojos le saqué.
Cuando se muera mi suegra / que la entierren boca abajo / por si se quiere salir / que se vaya más abajo. / Con los huesos de mi suegra / voy a hacer una escalera / pa´ bajar a su tumba / y patear su calavera. / Con los pelos de mi suegra / voy a hacer un estropajo / pa´tallarle a su hija / el ombligo y más abajo.

Mientras los oía recordé a la niña embera de 12 años violada por siete soldados en Pueblo Rico, Risaralda, hace 4 meses. La Procuraduría dijo esta semana que tiene pruebas de que los soldados llamaron a otros por celular para invitarlos a participar de su barbarie. Pensé en ella y en las víctimas de los 118 integrantes del Ejército investigados por delitos sexuales contra menores de edad desde 2016.

No es broma, es violencia.
No son casos aislados.
No son manzanas podridas.

Se puede ver en su versión original acá

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