Preocupa que, a pesar de la búsqueda de la paz, pareciera que las actitudes asumidas por algunos de los periodistas de ciertos programas deportivos o debates sobre fútbol incitan a la violencia. Acción que va en contravía con un proceso de Paz que implícitamente está promulgando un cambio conductual en los colombianos.
Resulta incómodo observar cómo en estos espacios televisivos el respeto por el otro y la palabra del otro queda desvirtuada. En el debate no sobresale el de las mejores ideas sino sencillamente el que mejor grita e insulta a su “oponente”. Distintos de estos personajes –dinosaurios del periodismo algunos, novatos, otros- arremeten con términos esquineros o de antros de mala muerte como: “mequetrefes”, “mamadores de ron”, “trogloditas”, entre otros que estremecen y decepcionan más porque provienen de personas estudiadas y con acceso a un medio de comunicación.
El regionalismo o la promoción de esta conducta violenta suele ser su más común directriz. Parece que el respeto no es un componente de sus libretos, por el contrario prima el bullyng, no sólo entre ellos, sino hacia los deportistas de alto rendimiento.
Constantemente sus comentarios conllevan o estimulan el odio. Parece que estos señores ignoran totalmente la influencia que tienen desde su rol de comunicadores sociales. Por el contrario, fustigan incisivamente a cualquier jugador que haya cometido un error, sin cuestionarse el ejemplo que dan a la sociedad en general. Si la SelecciónColombia no hubiese ganado los dos partidos pasados ante Bolivia y Ecuador, los comentarios en formas de dardos o proyectiles estuvieran impactando en la dignidad, trabajo y honra del director técnico, pues antes de los resultados obtenidos ya tenían la cruz para sentenciarlo.
Estos odios infundados no son nuevos, pasan casi a diario después de cada domingo de fútbol. Sería fácil cambiar el canal o mover el dial e ignorarlos, pero cómo se ignora la violencia que destilan. El fútbol es tan interesante desde una perspectiva política, sociológica, cultural deportiva, entre otras, que daría pie para debates de altura y no con continuos gruñidos sobre quién tuvo la culpa o cómo gritar para imponer el punto de vista.
Es difícil ignorar esta situación y ya es momento que algún ente regule estos espacios, pues si se observa con objetividad, no hay un elemento –cultural o social- que una más al país como la selección de fútbol y todo lo que se comente sobre ella, por parte del periodismo deportivo va influir notoriamente en el comportamiento de distintas personas.
Deberían fijarse en los diálogos de la Habana que son uno de los tantos acercamientos que ha tenido el gobierno con la guerrilla para resolver el conflicto interno, con distintos aspectos que generan duda o con los que no se puede estar de acuerdo, pero hasta hoy han sido los que más punto de acuerdo tienen, a pesar que más de una vez las tensiones, seguramente por las distintas visiones políticas o de nación han tambaleado la continuidad de las conversaciones. Luego entonces, pretender cambiar o imponer la visión de alguien y más en un tema como el fútbol es supremamente difícil. Los televidentes queremos más análisis y menos lides sin sentido.