Este país vive en torno a Uribe. Los colombianos estamos inmersos en una paranoia permanente hacia ese señor. Tenemos que etiquetarlo todo a favor o en contra de Uribe. Sea para defenderlo o para atacarlo, pero lo cierto es que el país entero gira en torno al ex presidente.
Lo paradójico es que los detractores de Uribe cada vez se parecen más a él. Solamente hay que ver a Beto Coral, que estando en Miami, se toma el trabajo de ir a una marcha de uribistas únicamente para provocarlos y generar contenido para redes. El acto es exactamente el mismo que hizo un uribista enfermo en el pueblito paisa, quien rompió la bandera gay el mismo día que se celebraba la marcha del orgullo. Tanto Uribe como Coral son dos personajes que, motivados por el asesinato de un ser querido, se enceguecen y comienzan a destilar odio hasta más no poder. Por eso es que personajes populistas como Gustavo Petro o el mismo Iván Cepeda, que aunque están en el extremo opuesto al ex presidente, son igualmente nocivos para la paz en Colombia.
Por mi parte, creo en la justicia. Hay una investigación contra Álvaro Uribe Vélez y existe un ente encargado de juzgarlo. Ser juez de Uribe es algo que no me compete a mi. Por lo demás, no puede desconocerse que Uribe es un líder político con peso. Estamos en un país donde al menos la mitad de la población le vota en las urnas y no por esa razón uno debe dejar de darle a sus electores el respeto que cualquier ser humano se merece. En lo personal no me identifico con el Centro Democrático y pienso que el actual presidente carece de toda gobernabilidad. Tampoco he votado una sola vez por Uribe, pero no por eso dejo de respetar a quien lo haga.
Uribe, al igual que el fútbol, tiene la capacidad de convertirnos en barras bravas que no les importa llevarse lo que sea por delante al perseguir una pasión vacía. Lamentablemente Colombia es un país que no entiende que la vida va más allá de Álvaro Uribe Vélez. Después se preguntan que por qué nos gobierna.