En la televisión los únicos que tienen derechos a ser feos son los hombres. Las mujeres tienen que estar super producidas e incluso se sabe de algunos ejecutivos de canales internaciones que han recomendado operaciones estéticas para vender mejor “el producto”. La televisión vende a la mujer desde que esta arrancó pero, ojo, en los últimos años esta tendencia ha decrecido y se intenta, al menos de boca y para aparentar, dar la impresión de que hay una igualdad de géneros. Entre los periodistas deportivos colombianos esos vientos todavía no han llegado.
Quiero hacer una salvedad con Nicolás Samper y Martin de Francisco, cultos, conscientes además de las necesidades de igualdad que este mundo necesita y de que no hemos ido a ningún lugar decente por culpa del puto patriarcado. No, voy a los viejos que todavía dominan las pantallas colombianas. Hace poco, en Win Sports, echaron al señor Daniel Pérez por ser lo que siempre ha sido: el clásico machito frentero, el levantón dicharachero que por burlarse con su humor machista de pacotilla de una colega peruana lo tuvieron que echar por la presión.
Tuvo que aparecer Esteban Jaramillo con su machismo de mal gusto, ramplón, para poner en el calderillo un secreto a voces: en el periodismo deportivo colombiano existe el machismo de la peor calaña, nada más miren a Cesar Augusto coquetéandole a Catherine Ibarguen hace unos años o los ataques de Marocco a Andrea Guerrero y ni hablar de las ninguneadas a Liche Durán en la mesa de ESPN, la más prestigiosa de todas y la manera en como Melissa Martínez tuvo que cambiar su aspecto para ser tenida en cuenta. Porque, pareciera, la orden es que se tiene que ser una mamacita para salir en esos programas deportivos.
Eso de “vaginas parlantes” es real en el sentido de que así las miran los periodistas deportivos colombianos. Así las tratan, así las desprecian. Miren no más las caras que hacen cuando ellas hablan, se desesperan, no las escuchan y les dan la palabra sólo para cumplir.
Lo de Esteban Jaramillo no es casualidad. Ahí más de uno lo piensa así. Lo que pasa es que nadie es tan estúpido como para hacerlo público en un trino.