El ocaso del mito llamado Álvaro Uribe

El ocaso del mito llamado 'Álvaro Uribe'

Por su bien… y el de Colombia, el mito del expresidente Álvaro Uribe Vélez debe ir al olvido. Los ganadores de mañana escribirán su propia historia...

Por: Javier Hernández Ramírez
mayo 20, 2024
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
El ocaso del mito llamado 'Álvaro Uribe'

Cuando se trata de Mitos políticos, de la aparición de seres providenciales con estatus de cuasidioses en la conciencia de ciertos segmentos sociales, es pertinente saber, a ciencia cierta, qué es lo que los hace tan especiales. ¿Es su dialéctica, que dice justamente lo que esperan oír? ¿Son sus promesas que, muy convenientemente, ofrecen sanar los males que los que azotan, como pueblo?  ¿O es, simplemente tanta la desesperanza, que las gentes así no estén seguros de que puedan realizarle todo aquello que les prometen, se aferran y crean expectativas demasiado altas, para ambos actores del drama: los incautos creyentes; y el visionario cuasidios que salvará la patria?  Ambos esperan más de lo prudente.

La historia nos dice, repetitivamente y con dolorosos ejemplos, que un solo hombre, no puede cargar con todo el destino de un pueblo y ni resolver todos sus problemas sin que se den consecuencias…las más de las veces trágicas. Es simple, hay hombres superdotados…no dioses humanos. La historia, igual, lo dice.

Fue sobre la desesperanza del pueblo alemán vencido, arruinado y humillado, luego del duro Tratado de Versalles, al fin de su derrota en la Primera Guerra Mundial, (14/18) que los alemanes anhelaban un salvador… que Hitler y el nazismo estaban ahí para responder a su desesperanza.  

Fue en el momento exacto, y con el discurso apropiado. Aparecieron, de la nada, como la opción más viable, para que un pueblo sin esperanza, volviera a renacer como nación y recuperar su orgullo herido.

Los Nazis dijeron y prometieron las cosas que una Alemania hundida en pobreza y en desesperanza, quería que le dijeran y le prometieran; los Nazis ofrecieron un mañana mejor para una nación que lo había perdido todo.

Era el momento justo y las circunstancias precisas: los alemanes necesitaban un Mesías que los llevara a través del desierto… hacia un futuro incierto, pero, posible. Cualquier cosa era mejor. Hitler daba el peso y la talla. Fue su Mesías providencial.

Pero, como sucede a menudo, esperanza, ilusión y realidad, fueron distintas a lo esperado. El nazismo salvador cosechó, en el mismo campo vivencial, la guerra que los había hundido como pueblo, un nuevo desastre. En dos generaciones dos desastres…

Y es así, casi siempre. Porque un mesías providencial, no es, intrínsecamente, fruto de unas capacidades, sino de unas circunstancias. De un momento. De la necesidad sin análisis. De un oportunismo exprés, en el momento, el lenguaje y el mensaje apropiado.

Y no importan mucho sus incoherencias o su evidente desfase con las circunstancias: es una oferta que pocos quieren rechazar… yo, los salvo. Un pueblo anda necesitado de esperanza…y alguien ofrece redimirlo. La panacea. El instante crucial: la tormenta perfecta: el pueblo pide a gritos un salvador y el Mesías ofrece llevarlos a la tierra prometida. Hecho: Caudillo al bate. Una causa.

Irónicamente, los dos actores, caudillo y pueblo, son fruto de una esperanza compartida: salir adelante de sus propias encrucijadas vivenciales, el primero buscando hacer el milagro y los otros esperando que ocurra. Así, el aspirante a Mesías, espera, él solito, salvar al mundo que le encargan sus fieles; los otros, esperan que aquél haga el milagro que esperan. Error. Ambos idealizan su esperanza: son soñadores supremos. Pero ambos se engañan.

Es cierto que después de mucha esperanza trunca, cualquier salida parece ideal, pero no es así. Solo es momento para las más apasionadas y absurdas decisiones, porque, allí en donde todo falta, tener algo, es mejor que nada. Así que toman lo que llega. Y es por eso que a veces, no pocas veces, el Mesías lleva al desastre a una sociedad, porque es diferente; porque le piden hacer algo diferente; porque le TOCA, hacer algo diferente…  y no todo vale o sirve. Hoy lo sabemos, lo vivimos, ocurre.

Por fuerza, el Mesías político, hace desgraciados a unos y felices a otros. No es Dios, es solo un hombre. Con todas las virtudes y defectos propios de su condición. Es falible. Es solo… otro soñador engañado.

La paradoja estriba en que. ambos actores del sainete, Mesías y Pueblo, esperan algo que está más allá de las posibilidades. Porque las crisis sociales, no son fruto de un día, a menos que sea un evento natural o un desastre ídem.

Las crisis, sociales, como los mangos, maduran con el tiempo. Son fruto de decisiones y accionen que, con distintas ideas y motivaciones, se incubaron, poco a poco en el tiempo, y crearon una realidad vuelta incómoda, que generó nuevas expectativas. Salir del momento incómodo, es lo que esperan el hombre público…y su público.

Pero, expectativas altas, paren frustraciones altas. Y el precio es alto. El político, un simple mortal, así sea muy hábil, nunca podrá llevar a cabo todas sus hazañas soñadas ni ver realizadas todas sus ideas. Nunca es posible.

A menos que lo que dirija, sea una finca o un negocio privado y propio…y sin socios, como a veces, parecen pensarlo nuestros héroes. Y es porque, como político, no juega solo entre los dos arcos; no es el dueño absoluto del balón; y debe ceñirse, de buena o mala gana al juego colectivo, a los poderes propios del sistema político y de las Instituciones que rigen ese juego, aunque también, a veces, olviden esas bobadas. La sociedad es árbitro caprichoso y dispar: unos aplauden y otros abuchean. A eso lo llaman democracia. Difícil.

Cuando se trata de gobernar una nación pluripensante y multipartidista, Colombia, por ejemplo, en donde se debe contar con voluntades y creencias políticas distintas para poder hacer ALGUNOS, que no TODOS los milagros, generalmente, toca, escoger un segmento de creyentes que proteger y servir, en detrimento de otros, es decir…se escoge parte. Y eso es mortal para cualquier pueblo.

Casi siempre, los elegidos, son del círculo social y/o político más cercano y afín al Mesías. De esta forma unos disfrutan del milagro, los demás llevan del bulto. Claro, no todos consiguen todo, ni todos llevan del bulto. Pero esa sociedad queda fraccionada. El perifoneo de los agraciados exagera el milagro y ensalza al ungido.

Así que éste no necesita cumplir todas sus promesas, basta con que exagere el mérito de lo poco que haga, o que, realmente hace. Sí cacareas y repites infinitus, vendes realidades escasas, pero magnificadas, envueltas en humo y labia. Así que…cacarea.

Y alguien, o algo, debe iniciar el rito de un nuevo culto. El Mito no necesita pruebas…solo creyentes. Por eso, a falta de hechos definitivos que prueben que hizo la tarea, el político cuasidios, acaba por convertirse forzosamente, en un granhistrión maestro de la auto propaganda.

Aprende a mostrar como realidades lo que apenas fueron o son, ideas y sueños, o planes fallidos. Y la tribu, en especial, la más fanática del mesíasde ocasión, se come el cuento. Se aferra al pronóstico-promesa olvidando, a propósito, y tozudamente, las NO realizaciones. Solo cuenta que el Mesías elegido prometa…no importa que no cumpla. Su figura porta el nimbus de la fe que los alimenta, y crea verdades sin realidades que las refrenden.

Es un asunto de fe. Eso basta. “Fe, es creer lo que NO vemos” decía Gaspar Astete. Sin el ánimo de querer frustrarlos, hay una realidad-promesa, todavía por ver, el gran sueño de Colombia: la Paz.

Esa que todos nuestros mitológicos profetas, nos han vendido a fieles y escépticos desde hace muchos años…cada 4 años. Justo es admitir que LA PAZ de Colombia nunca será obra de un solo gobierno, todavía menos de un solo hombre.

Santos es el ejemplo mejor, inició algo serio en ese sentido, pero un lavaperros venido a más lo frustró.  Porque los países no son entes por génesis espontanea, ni obra de una sola idea; cada territorio o entidad es resultado deun constructo compartimentado, elongado en el tiempo,en el que distintas ideas, acciones y actores, fueron dejando su huella. Cada idea y poder, dejó un pedazo nuevo, en la creación de lo que hoy tenemos como país.

Y nuestras guerras son tan añejas como nuestro sueño de una Paz estable. Nacieron con la primera idea de país. Son resultado de errores y aciertos, de esos actores, dispares y bien intencionados que, a través de los tiempos y de otras gentes, subieron a escena. ¿Malos gobiernos? Es posible. ¿Errores de buena fe? Es posible. Pero, en últimas, tenemos los frutos que el árbol de nuestra sociedad insensata nos da. No tenemos más. Paz, sueño añejo. Una lucha incierta e inacabada, muestra obvia, de que nuestros distintos mesías ocasionales, NO pudieron hacer todo lo ofrecido.

Y la razón es simple: un país no es la finca personal de alguien que desyerba el lote que quiere limpiar y cuenta con los fondos para poder hacerlo. Es fácil probar este punto: los minifundios de los pobres, (sin fondos necesarios) se quedan en sueños irrealizados.

Apenas dan la aguasal. Es por eso que ningún gobernante es culpable, del todo, por no llenar todas las expectativas de sus fieles. Es un imposible político. Los hechos felices y las frustraciones de un ciclo de gobierno, son el resultado de probabilidades, jugando contra las posibilidades. Es azar. Casi puro azar. Por otra parte, al juzgar un gobierno es evidente cierto remanente de fe, dispar: cada facción lo ve desde una loma distinta: a su acomodo. Es la perspectiva del fiel o el escéptico lo que lo define. Y el análisis en temas de política, se llama pasión. Este sentimiento no razona.

Volvamos al Mito. Sí tanto el Mito, como la Verdad, dependen de las pruebas, es casi seguro que el tiempo borrará al cuasidios de su nicho en la historia. Lo malo de esta teoría, es que los Mitos, no son como las verdades.

El Mito, es simplemente el triunfo de la credulidad sobre la evidencia. Un asunto de exceso de fe o fanatismo, que llaman. Lógicamente, que todo mito necesita cierta cantidad de evidencia, un mínimo en que apoyarse para resistir a la memoria, y su evidencia, no es otra cosa, que una fe exagerada.

En realidad, exige poca inteligencia para aceptarlo, así sea el mayor de los absurdos. Cuando consideramos las nebulosas, evasivas y a veces hasta risibles pruebas, que han sido aceptadas en Colombia por millones de fanáticos para tan ridícula y radical creencia, en los milagros de Uribe, por fuerza se debe admitir que, en política, todo es posible. Que nada fue irrealizable…así no se haya hecho.

Y como irónica paradoja, los hechos, buenos o malos, sí afectan al ídolo, se aceptan o se niegan, se minimizan o magnifican, según convenga a la fe que lo juzga. Crees o no crees. Quien cree, acepta más de lo que vio o se hizo. Quien no cree…niega lo evidente. Pero es exactamente lo de esperar. Se trata de política… el juego de lo probable, contra lo posible. Un asunto de fe.

Negar que Uribe intentó hacer lo mejor es un disparate. Asegurar que es un farsante, es un exabrupto. Decir que “pacificó a Colombia” y acabó las guerrillas, no deja de ser una simple majadería.

Y somos un país de majaderos, la prueba es que cada vez que tenemos el agua al cuello en temas de miseria y violencia, y se busca llegar a una sociedad más justa o a la Paz, los grupos “revolucionarios que luchan por el pueblo” se oponen y causan, a sabiendas, mayores índices de violencia. No olvidemos que, en nombre de la PAZ, los violentos de este país, eligieron,a un inepto como Pastrana, y le dieron casi 20 años de poder a Uribe, un político inteligente y audaz que fracasó en su papel de Mesías, pero que llegó al santoral de sus fanáticos, solo, porque prometió, sin llegar a lograrlo, llevar a Colombia hasta la tierra prometida. La historia dirá.

Sinceramente NO creo en eso de ajusticiar a un político por sus fracasos ni endiosarlo por sus realizaciones positivas, pocas o muchas. Repito, el político, es solo un simple mortal ejerciendo uno de los más ingratos y difíciles oficios del mundo, gestionar una sociedad dispar, compleja y pluri pensante, inmersa en mares de intereses y propósitos distintos.  Ser político es un gran oficio, un noble oficio.

Solo que exige algo barato, pero escaso en muchos de sus oficiantes de hoy: nobleza. Porque no solo basta que el oficio sea noble… exige lo mismo de su oficiante. Un díame preguntaron, que creía yo que se necesitaba para hacer política; mi respuesta fue: decencia. Y de nuevo, ¿qué cree usted, don Javier, que debe ser un político? Respuesta: un ser decente. Nada más.

Bajo estos términos, un gobernante puede llegar a ser un mito, pero nunca un ser milagroso. No puede. Es un imposible vital para un hombre, por voluntarioso que sea. De tal forma que, a menudo, se da un curioso disparate político: los milagros ocurren solo en la frágil mente del creyen-fanático.

Y, de esta forma, aquél que no ha podido cumplir sus tareas de simple ser humano, es visto como el Dios que “salvó la Patria” Era lo esperado. Es la clave. Esperar, origen de ESPERA-NZA.El Mesíaspromete hacer todo lo que esperan todos sus creyentes.

Y lo haga o no lo haga, cacarea y bate alas, anunciando un huevo que no puso ero la alharaca basta…sí hay quien se la crea. Y muchas veces, no es culpa del “mesías” de turno. Los fieles necesitan tenerlo en el altar de su santoral fanático y cegato.

Magnificar hechos nimios no es inusual en Colombia: no es sino ver y oír a los comentaristas deportivos, haciéndole el amor a un micrófono, una tarde fútbol. Suena a tontería en este remedo de ensayo, pero me parece absurdo, que un atleta contratado para hacer goles, por lo que le pagan grandes sumas y que, en ejercicio de su oficio… hace un gol… excite hasta el paroxismo sexual a nuestros locutores que, suben la voz, se agarran a micrófono, y sueltan una imparable verborrea de exageraciones e hipérboles sin sentido, y un majestuoso juego de absurdos malabares gramaticales, para ensalzar, al sujeto que hizo algo normal, pues para eso le pagan.

Es su oficio, hacer goles… cuando pueda.Pero cualquiera diría que el futbolista en cuestión… acaba de tener un parto en plena cancha, que sería lo inesperado, delante del respetable.Pero solo hizo un gol, su oficio. No fue el milagro de ser madre.

Igual sucede con algunos mitos políticos, que simplemente, hacen la tarea para la fueron contratados vía el Voto ciudadano. Algunos, no solo aquí, Son ensalzados hasta el ridículo, sin que destaquen en particular, pues se supone que, si los eligen, es porque esperan de ellos mejores cosas, que del común de sus conciudadanos. Hay feas excepciones, Así que deben hacer su mejor esfuerzo.

Sin embargo, suele ocurrir que, sí el ejercicio del poder no se logra lo esperado, se recurra a la propaganda y la actuación para galería. Marketing, una palabreja que no existía cuando Matusalén y yo éramos jóvenes. Pero, hoy, una corte de lambiscones y lagartos, con buena labia y mejores conexiones, bastan para entronizarlo en el santoral del fanatismo más abyecto, para creyentes sin mucho seso, que digamos.

Lo más absurdo de estos ídolos, es que ellos también se comen el cuento. Y luego se niegan a hacer mutis por el foro, cargando las glorias del momento. Es lo que ocurre con Uribe, un político que ha debido salir de escena, como lo he dicho en otros textos… como primer tenor, y entre aplausos.

Ha debido irse al reposo del guerrero, que lo es, dejando espacio a otros posibles “salvadores” y abriendo un compás de espera a la historia. En un país sin memoria, como el nuestro, ya nadie hablaría de Álvaro Uribe, de sus virtudesy sus pecados, sí hubiera ido al reposo. Viviría su vejez tranquilo. Pero no.  Obnubilado por la sinfonía de los aplausos de sus creyentes, no quiso abandonar la escena, pasando al buen retiro.

Olvidó, con poco tacto, que el amor tiene su contraparte: el odio. Dos caras de una misma pasión emocional. Y, por su afán de seguir bajo los reflectores, en su papel de Siria, Uribe permitió ser pesado, medido, y hallado en falta que no es más, que permitir que sus enemigos abrieran su armario y expusieran los múltiples esqueletos, tan pudorosamente ocultos.

Hoy soporta fuego cruzado. Uribe provoca tantas pasiones encontradas, que no tiene muchas opciones para salir indemne. Lo lamento por él, que merece otra suerte. Llevar sus huesitos y carnitas, al descanso en su solarcito, de 1500 he. Hacer mutis. Su vanidad lo está dañando. Uribe está obligado a aprovechar cualquier gabela o agujero en el sistema, y marchar con el atardecer. Santiago, su gran preocupación, debe remar solo, o los dos se hunden.

Uribe debe buscar el olvido. Debe irse discretamente. Ignorar a los áulicos aprovechados que medran de su nombre y ejecutorias, y que, por simple interés o egolatría estúpida, lo aplauden desde una platea en donde el ruido no deja oír el silencio del sentido común.

Por su bien…y el de Colombia, el mito debe ir al olvido. Los ganadores de mañana escribirán su propia historia. Quizás, como tenemos tan mala memoria…esa historia lo absuelva. Pero, el mito, debe irse al olvido…a su propio olvido. Alguien, por piedad con sus años; por respeto por sus logros; por no dividir más a este pobre y fragmentado país de alacranes enloquecidos, debe abrir una puerta legal, o no tanto… para que Álvaro Uribe Vélez, haga mutis por el foro… detrás de su olvido.

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