Muchos de quienes participaron en aquella jornada electoral que llevó a los máximos exponentes de la transformación social a la silla principal de la alcaldía de El Bagre, todavía mantienen frescas e intactas en sus mentes la imágenes cuando la horda de sus seguidores, enceguecidos por el indiscutible triunfo del médico, quien de manera inusitada como inexplicable recogió 10.993 tarjetones bajo la sombrilla del cuestionado partido Opción Ciudadana, quienes no se ahorraron epítetos ni insultos para con sus contrarios, y varios de ellos se tomaron la vocería oficial para crear un clima de animadversión que le fuera desfavorable a una administración a la que todavía le faltaban unos meses en su ejercicio, lo cual no les valió de nada para calificarla como una de las más corruptas sobre la faz de la tierra y que con la llegada de ellos todo sería cristalino y transparente.
Cabe señalar que a lo largo de aquella campaña estos fueron los argumentos que con mayor contundencia expresaban en todos los escenarios públicos, al punto de convertir en una verdad irrefutable algo que para muchos no dejaba de ser un sofisma para tratar de tapar los verdaderos intereses que tenían los patrocinadores de aquella empresa electoral, que contó con la presencia de un personaje funesto que desapareció para siempre del entramado y que apenas dejó un apodo para el recuerdo: Su Merced. Esto además nos dejó una enseñanza y es que de la forma como un político se comporta en su campaña, así lo hará, y a veces hasta peor, cuando llega a gobernar. Mejor dicho, dime cómo hiciste la campaña y te diré a qué clase de cárcel aspiras llegar.
Pero no habían de transcurrir los primeros cien días de tan nefasta y siniestra administración que se haya podido enarbolar en la corta historia de nuestro pueblo cuando se comenzaron a escuchar el crujir de dientes y las desavenencias de sus mismos partidarios y hasta entonces defensores del “cambio” porque de las promesas hechas durante la campaña sobre novedades y transformaciones sociales —léase ingreso a la nómina y contratos— solo fueron promesas de cumbiambera, y desde allí se comenzó a cocinar, no tanto el desprestigio que hoy los acompaña, con el alcalde a la cabeza, sino a que entre ellos mismos, es decir, quienes de alguna manera fueron llamados a ocupar algunos cargos de interés, dieran inicio a una batalla descomunal para saber cuál de las tantas vertientes en que se dividió la T.S. saldría con vida de semejante bochinche que a veces se concretaba en forma de insultos y trompadas en las mismas oficinas de donde despachaban los “honestos”, sin que eso los llevara a tener consideración por una comunidad que era la que en últimas sufría las consecuencias de tan mal gobierno.
Si bien es cierto que todavía le faltan a todas las administraciones locales y regionales algo menos de 17 meses en sus tareas, para una gestión como la realizada en El Bagre desde el 1° de enero del 2016 hasta la fecha bien se podría hoy hacer ese corte de cuentas y no darle más largas a esa dolorosa angustia, que con el correr de los días en vez de tratar de subsanar sus errores se inclinan en ahondarlos con mayor efectividad en perjuicio de una comunidad que hoy es la que carga que con ese nefasto legado que le dejará. Se puede engañar a una parte del pueblo en una parte del tiempo, pero lo que no se puede es engañar a todo el pueblo todo el tiempo.
De nada les ha valido que al alcalde Ángel lo haya tenido que separar de su cargo la misma Procuraduría General de la Nación y luego de algunas volteretas jurídicas haya retornado a su cargo para que aprendieran la lección, porque en medio de ese despelote comenzó a crecer un personaje lleno de ambiciones como carente de dignidad y que es quien parece el que tomará las banderas de la desprestigiada alcaldía para convertirse en el candidato en las próximas elecciones, cuando ni siquiera han podido poner en marcha uno solo de los proyectos anunciados y que más bien sirven para engalanar su página oficial de pomposas reuniones de donde nunca han salido las soluciones, incluso llegando al descaro de adueñarse de proyectos, como la próxima pavimentación del Escarralao como si fuera propia.
No ha sido extraño, por lo tanto, que en medio de aquella ceremonia, con el gobernador de por medio, viéramos a un alcalde a quien muchos le hacían el quite para que entendiera que allí no era bien visto, pues él hizo todas las artimañas posibles para que ese proyecto no pudiera ser ejecutado por el novedoso mecanismo de Obras por Impuestos, porque mientras esa iniciativa rodaba con éxito en las oficinas del Estado, el alcalde había llevado otra con el cuento de hacerla con otros recursos, cuando se sabía que allí no había más que intereses monetarios muy propio de él y de sus compañeros de viaje, desde sus asesores jurídicos hasta su más cercano amigo y compadre por quien no tuvo ni siquiera el gesto de agradecerle, sino que lo sacó como a un trapo viejo. Ya lo dijo el viejo adagio: así paga el diablo a quien bien le sirve.
Es una lástima, entonces, que desde que se instaló la llamada transformación social en El Bagre esa fórmula no haya dado en el clavo con las soluciones y más bien lo que hizo fue aumentar el descontento general, con hechos como el escandaloso contrato del alumbrado público y todo tipo de argucias administrativas que solo ocurren cuando no se tiene al frente quienes ejerzan de verdad un control político y una veeduría, pero ya no es tiempo de llorar y más bien habrá que hacer fuerza para que estos tiempos corran para que al menos muchos de los que hoy se muestran arrepentidos de su decisión, entiendan que la cédula no es aquel documento que nos permite reclamar los giros en Gana, sino la fuerza para definir un futuro en donde los calanchines no vuelvan a tener una nueva oportunidad.