El ocaso de una ciudad secuestrada: la triste realidad de Santa Marta

El ocaso de una ciudad secuestrada: la triste realidad de Santa Marta  

Una reveladora foto del alcalde Carlos Pinedo Cuello, junto con alias 'Camilo', cabecilla de ‘Los Pachencas’ vio la luz y fue Troya...

Por: JAIME ALBERTO GARCIA ROMERO
agosto 02, 2024
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El ocaso de una ciudad secuestrada: la triste realidad de Santa Marta  

Era una mañana caliente y sofocante, salpicada de humedad, típica de Santa Marta, cuando la noticia corrió como pólvora entre los desprevenidos ciudadanos.

Desde Bogotá llegó la mala noticia, Julio Sánchez Cristo no entendía lo que su periodista le estaba contando. Una reveladora foto del alcalde Carlos Pinedo Cuello, junto o mejor abrazado, a Cesar Gustavo Becerra Gómez, alias 'Camilo', cabecilla político y encargado de las extorsiones del grupo paramilitar Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada (ACSN), grupo delincuencial conocido popularmente como ‘Los Pachencas’, capturado hacía poco en un retén militar, vio la luz pública y fue Troya.

La diciente imagen fue como un puñetazo en el estómago de una ciudad ya maltrecha por la inseguridad y la corrupción. Pero, ¿quién es Carlos Pinedo Cuello y cómo ha llegado a ser el rostro de esta nueva decadencia?

Desde su campaña a la Alcaldía, Pinedo Cuello se ha visto envuelto en un torbellino de acusaciones de parapolítica y corrupción. Su paso por el Concejo Distrital dejó un sabor amargo: un concejal ajeno a la realidad de la ciudad, carente de iniciativas significativas, pero con una habilidad sorprendente para tejer redes clientelistas, con el alcalde de turno. Su ascenso al poder parecía más una estrategia maquiavélica que un triunfo democrático.

Hoy, seis meses después de asumir la alcaldía, su imagen se encuentra en ruinas. La foto con el comandante Camilo fue solo el detonante de una serie de escándalos que han minado la confianza de los samarios. La inseguridad rampante y galopante, con asesinatos selectivos y robos a plena luz del día, han convertido a Santa Marta en un campo de batalla, un territorio propicio para la guerra entre bandas narco - paramilitares. 

Y el gabinete que nombró, más político que técnico, refleja la decadencia de una clase política rancia y tradicional que ha saqueado la ciudad durante dos siglos. Este gabinete, una mezcla tóxica de viejos caciques y nuevos oportunistas, no ha hecho más que profundizar el abismo entre el gobierno y el pueblo.

El último escándalo que ha sacudido la ciudad ha sido el de las Fiestas del Mar. Con un presupuesto de 7.200 millones de pesos, se esperaba una celebración memorable, majestuosa. Pero la realidad fue grotesca: desfiles bañados en aguas negras, con bailarines chapoteando en charcos de excremento. Una metáfora viviente del estado de la ciudad. La incompetencia y la corrupción habían transformado una tradición querida en un espectáculo de miseria y vergüenza.

Como si no fuera suficiente, un nuevo escándalo ha surgido: el alcalde Pinedo pretende endeudar a la ciudad por más de 400.000 millones de pesos para obras que no son trascendentales, mientras el principal problema, la crisis de agua potable que sufren los samarios, sigue sin una solución efectiva y definitiva. Este endeudamiento masivo es una carga insostenible para una ciudad que ya se encuentra en el borde del abismo financiero y social.

Las calles de Santa Marta se sienten más inseguras que nunca. El tejido social está desgarrado, con el Programa de Alimentación Escolar (PAE) hundido en problemas de corrupción, dejando a los niños sin las comidas que necesitan. Los samarios están hartos, cansados de promesas vacías y de líderes que solo buscan enriquecerse a costa de su sufrimiento.

Santa Marta, una ciudad con un pasado glorioso, se encuentra ahora atrapada en las garras de una élite corrupta. La esperanza se desvanece con cada nuevo escándalo, con cada nuevo acto de asesinato, con cada atraco. Los ciudadanos, resignados, se preguntan cuánto más deberán soportar antes de que la justicia y la decencia regresen a sus vidas.

La foto con el comandante Camilo no es solo una imagen; es un símbolo del ocaso de una ciudad secuestrada por la corrupción y la violencia. Santa Marta merece algo mejor.

Merece líderes que se preocupen por su gente, que trabajen por el bienestar común y que pongan fin a este ciclo de decadencia. Hasta entonces, la ciudad seguirá hundiéndose en su propia miseria, esperando el día en que pueda finalmente liberarse de sus cadenas.

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