El 27 de marzo del 2021 Manuel Elkin Patarroyo hizo público el nombre que llevaría la vacuna con la que erradicaría al COVID del país, se llamaría Colsasprot. Tan sólo un día después el científico tolimense confesaría que la vacuna estaba en fase cero. A finales de los años 80 su prestigio trascendía fronteras con una promisoria vacuna contra la malaria cuyas investigaciones con epicentro en Leticia contaron con todo el apoyo del gobierno de Belisario Betancur quien le apostaba a la investigación aunque el científico solía hacer los anuncios antes de la verificación final. Los siguientes gobierno lo siguieron apoyando y se estima que entre 1986 y 2004 Patarroyo y su centro obtuvó $50.031 millones de apoyo presupuestal.
En el 2020, treinta y dos años después de que su nombre incluso llegara a rondar los pasillos de la Academia Sueca para ser un posible premio Nobel, la Universidad de Oxford anunció un laboratorio inglés que habia logrado un 70% de efectividad en su defensa contra la malaria y hasta allí llegó la pretensión pionera del colombiano.
En un viaje a Leticia en el 2016 pude constatar que allí, en la puerta del Amazonas, lo echaban de menos porque creían que el científico se había ido de ese lugar hacía rato. Incluso se sorprendían que su laboratorio, que estaba en el Centro de Primates de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia –FIDIC- siguiera en pie. En su momento cumbre, a principios de los años noventa, Colciencias le giraba al año $ 8.000 millones anuales. Patarroyo permanecía combinaba entre Bogota y Leticia, donde permanecía un investigador.
El FIDIC fue un proyecto que arrancó en el Hospital San Juan de Dios. Hoy sólo quedan escombros. A Patarroyo y a su proyecto científico lo golpeó duramente las denuncias de la investigadora Ángela Maldonado, una experta en primates y PHD en Conservación del departamento de antropología y geografía de la Oxford Brookes University, sobre la utilización de estos animales en las pruebas y consiguió bloquear por dos años el trabajo del Centro Primate de Patarroyo en Leticia. Su denuncia estaba centrada en que se aprovechaban para los experimentos los Aotus vociferans una especie traída de contrabando de Peru y Brasil y que se talaban grandes superficies de selva amazónica para atraparlos, al tiempo que se liberaban otros micos con la malaria ya inoculada.
A pesar del cuestionamiento, Patarroyo contó hace dos años más de trabajo en Leticia , gracias a la autorización del director de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonía, Corpoamazonía, Luis Fernando Cueva, quien autorizó con su firma la compra del FIDIC de 1.200 monos para las investigaciones científicas. Con este decreto se le dio vía libre a la caza de estos monos:
El periodista Norbey Quevedo denunció en su momento lo anterior a través de su medio, la Agencia de Periodismo Investigativo API. Los monos tendrían que vivir en un espacio de 100 metros cuadrados en el tiempo en el que durara la cuarentena. Patarroyo no tuvo en cuenta estas alarmas y continuó; tuvo la suerte adicional de que el presidente Ivan Duque lo convirtiera en uno de los epidemiólogos de cabecera cuando el COVID tenía cercado el país.
En Leticia ya no atiende nadie. Los recursos públicos se terminaron y Manuel Elkin Patarroyo ha prendido las alarmas viéndose eventualmente obligado a despedir despedir a 120 científicos que trabajan en el Instituto Inmunológico en Bogotá. A los 77 años Patarroyo enfrenta uno de los momentos más duros de su vida: ver agonizar la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia, el FIDIC al que le ha entregado toda su vida.
Un golpe duro a uno de los colombianos más eminentes.
