La nueva derrota en las urnas al bipartidismo liberal-conservador se produjo el anterior domingo 13 de marzo de 2022, día en que se reconfiguro el sistema político colombiano y se abrió paso un nuevo modelo de fuerzas políticas al interior del Congreso de la República.
El bipartidismo liberal-conservador, encargado otrora de arrebatarle las oportunidades y la esperanza a los colombianos condenándolos a una guerra perpetua y a la falta de oportunidades para acceder a los bienes esenciales de la vida humana, cómplice del empobrecimiento de las mayorías trabajadoras de Colombia y del enriquecimiento de una élite minoritaria y la división de un país en dos clases sociales: la clase privilegiada minoritaria que accede con facilidad a los derechos por su posición dominante en la estructura económica y la mayoría del pueblo trabajador que negándosele los derechos fundamentales para ser y hacer una vida más digna ha visto como sus vidas transcurren en el olvido de la sobrevivencia diaria.
Así que la conquista y el triunfo de los derechos se manifiesta evidentemente en los procesos electorales cuando las fuerzas políticas y sociales que propenden hacerlos realidad ganan los espacios políticos que le corresponden en la historia.
La devenida pérdida de credibilidad de los partidos políticos tradicionales se refleja en la conformación del senado de la República desde el año de 1994, año de las primeras elecciones legislativas realizadas desde de la promulgación de la Constitución de 1991, momento en el que el bipartidismo liberal-conservador alcanzó a tener 76 senadores de 102 posibles; en las elecciones del 2014 tan solo obtuvieron 35, en 2018 lograron 29 curules y en el 2022 fueron las mismas 29 sin un aumento significativo de los votos.
En la Cámara de Representantes pasaron de 139 representantes en 1994 de 163 curules posibles a 57 representantes electos de 181 posibles para ésta elección: una constante de decadencia que se repite en cada elección realizada en Colombia para elegir el Congreso Nacional y las legislativas de 2022 no fueron la excepción.
Los resultados de las elecciones locales de 2019 cambiaran el mapa del poder regional colombiano con la llegada al poder local de movimientos significativos de ciudadanos y partidos políticos alternativos en las principales ciudades del país y gobernaciones importantes, seguidamente en las elecciones legislativas de 2022 comenzó a cambiar el mapa del poder nacional con un resultado exponencialmente creciente para las nuevas ciudadanías alternativas y progresistas que se hicieron con un poco menos del 50 % de cada una de las cámaras que conforman el Congreso de la República. Sumado a que, por primera vez en la historia política colombiana los partidos Liberal y Conservador no tendrán candidatos presidenciales propios en la primera vuelta presidencial del 29 de mayo.
El bipartidismo liberal y conservador es cada vez más historia del pasado colombiano. Ha sido un bipartidismo generador de guerras perpetuas, corrupción electoral, corrupción política y el germen de pactos elitistas como el del Frente Nacional en el que se repartieron el poder local y nacional por partes iguales durante 16 años, entre 1958 y 1974, y que se mantiene en el poder a través de sus derivados políticos. Bipartidismo que se ha encargado de arrebatarle el presente, el futuro y la esperanza a millones de colombianos a través de sus prácticas corruptas de ejercer la función pública.
De este modo, el cataclismo conservador y liberal se consolida en Colombia y cada triunfo en las elecciones de los movimientos sociales, populares, progresistas y de las nuevas ciudadanías alternativas se constituye en una conquista histórica, política y cultural de los sectores alternativos de la nueva sociedad colombiana.
