Con 29 años a cuestas y muchas cosas por vivir, deambula solitario, indefenso, con las garras melladas, buscando la gloria esquiva. Sus gestos lo dicen todo. Rabia, nostalgia por lo ido, frustración, desconcierto porque el libreto no lo interpreta como bien lo sabe.
Radamel Falcao García, cuántas veces hemos repetido su nombre, cuántas hemos aplaudido a rabiar su letalidad en el área, cuántas nos hemos complacido de ver su garra dejando la piel en el campo porque desde que se marchó de esta tierra todo ha sido una lucha constante para ser el mejor.
La soledad en River enfrentado a un mundo nuevo donde no era nadie, apenas un pibe que, como muchos, sólo pedía una oportunidad, fue el comienzo, con lesión incluida. Pero el diamante comenzaba a pulirse y de allí salió aclamado al Porto.
Fue un tiempo mágico. Gol tras gol empezó a construir su leyenda. Una liga modesta que lo elevó a los altares y le abrió la puerta de la fama. Estadios llenos coreando su nombre, títulos que comenzaban a acumularse en la estantería y todo un país, su país, coronándolo como héroe.
Imposible retenerlo y fue un grande venido a menos el que metió las manos en el fuego por él. El Atlético de Madrid pagó una suma descomunal por parte de sus derechos. Prestando aquí y allá, saltando matones, se lo llevó a sus toldas como la estrella que regresaría al equipo por la senda del éxito.
Su comienzo fue agridulce con Manzano, pero cuando llegó Simeone a enderezar el camino, el Tigre afiló sus garras y el Vicente Calderón se rindió a sus pies. Aún faltaba el reto continental y en la final de la Supercopa de Europa, tres goles suyos al Chelsea lo llevaron a la cima.En la Plaza de Neptuno, la celebración multitudinaria lo inscribió en la historia.
La siguiente tarea era regresar al Atlético a la Liga de Campeones y lo consiguió. Su cotización en el mercado subió como la espuma y el fondo de inversiones dueño de parte de sus derechos deportivos junto con las dificultades económicas de los colchoneros, propiciaron su salida.
La Liga Premier no era una opción porque su regulación le impide negociar derechos deportivos con fondos de inversión. Su elevado costo y los escasos equipos que podían asumirlo lo llevaron al Mónaco, capricho de un nuevo multimillonario empeñado en convertir a un equipo de segunda en uno de primera a punta de chequera.
Aquí comenzó la decadencia. Mientras sus cuentas bancarias se engrosaban, su calidad futbolística se resentía. Poca competitividad, un equipo formado a punta de remiendos y encima una grave lesión en su rodilla, lo sacaron de competencia.
Pero tenía una ventaja. El dueño de sus derechos era un equipo y ahora sí podía dar el salto a la Premier. El Manchester United, en barrena desde la salida de Ferguson, lo llevó a préstamo como una de las piezas que le permitirían recobrar su brillo.
Todo estaba dado. Un equipo de la élite con grandes jugadores, un fútbol vertical alimentando todo el tiempo a sus delanteros y un buen entrenador;mejor escenario para el regreso del Tigre a la senda goleadora no podía darse. Faltaba la confianza en sus cualidades.
No se dio. Falcao no tenía cabida en el esquema de Van Gaal para quien un delantero centro sólo sirve de factor de distracción para que sus punteros Rooney y Van Persie hagan los goles. Para completar, la presión por su elevado salario y la suplencia que le impide tener continuidad, conformaron la tormenta perfecta para anularlo.
Apenas cuatro goles en la temporada, su proximidad a los 30 años, la falta de confianza de su técnico, de la hinchada y de los medios, su soledad en la cancha y los escasos minutos que le brindan, obligan a su salida. Su agente, Jorge Mendes, ya le busca equipo y es probable que sea el Paris Saint-Germain, el campeón francés, el que al final lo compre.
También está en la mira la Juventus, campeón de la disminuida liga italiana que busca reverdecer laureles en Europa. No es la élite, pero allí puede resurgir en la última etapa de su gloriosa carrera deportiva. No lo hará al nivel que nos tenía acostumbrados. La edad y ligas que están un paso atrás de la Premier y la española lo impedirán, pero volverá a ser protagonista que es lo importante.
Falcao vislumbra en el horizonte su atardecer, pero lo que le dio al fútbol, los muchos momentos de alegría que nos regaló y aún nos regalará como futbolista y como persona, bastan y sobran para que siempre lo tengamos como orgullo de lo nuestro.
Fuerza, Tigre.