Sin duda nos encontramos en un momento coyuntural en la historia del país, por primera vez hay, en el horizonte cercano, la posibilidad de ponerle punto final a décadas de violencia.
Ahora bien, en la opinión pública circunda –con razón- un aire de desconfianza respecto al futuro por lo que día a día sucede en el presente. Todo el tiempo nos preguntamos ¿Cómo lograr un cambio sustancial para mitigar la intolerancia, si en medio de los diálogos de paz, las acciones violentas son el pan diario?
Lo paradójico –dejando de lado los motivos y las intenciones- es que la empresa privada se le midió a dar el primer paso y los resultados –principalmente en las redes sociales que se han convertido en el termómetro de la actualidad- no son los esperados, la intolerancia ha permeado las buenas intenciones y la valentía de quienes son capaces de hacer una infinidad de cosas para empezar de nuevo.
Pero no se trata de juzgar, mucho menos creer que los que somos capaces de concebir un cambio de mentalidad tenemos la razón –eso sería una forma de intolerancia-; todo lo contrario, no se ha entendido el concepto de la iniciativa #soycapaz.
Por ejemplo, leí un tweet de Salud Hernández Mora, siento que sus reclamos –totalmente justos- atienden a dos contextos diferentes. (“Me dicen en Bojayá que las Farc los hostigaron el miércoles y el jueves. Insisto, ¿no les bastó masacrarlos una vez? ¿Ese es el soy capaz?” 13 de septiembre). Salud tiene toda la razón, la violencia de la guerrilla es cada vez más descabellada. El problema es yuxtaponer dos realidades igualmente válidas. Una cosa es entender lo “inentendible” –la monstruosidad de las FARC contra la población civil- otra, muy distinta, es generar desde la opinión pública un cambio de mentalidad de la ciudadanía. La paz es una construcción social basada en una escala de valores que como comunidad hemos permitido –directa o indirectamente- no ocupe el lugar central dentro de nuestro comportamiento. ¿Hace cuánto dejamos de construir paz con nuestras acciones?
Si logramos comprender que el objetivo de Soy Capaz más que político o económico es un “jalón de orejas”, podremos volver a pensar en el otro –si es que algún día sucedió- y volverá a imperar la idea de que el mundo sólo se cambia con pequeñas acciones que generan grandes cosas.
@zamivar