Se puede decir que últimamente en Semana, una de las publicaciones más encumbradas del país, se vienen dando unos cambios bastante preocupantes. Desde que la familia Gilinski se adueñó de la mitad de la revista, la visión periodística que se impone es otra y dista mucho de lo que alguna vez fue un ejemplo del buen periodismo de investigación. Hoy nos damos cuenta que Alejandro Santos Rubino no es más su director, que renunció buscando otros horizontes, y que Vicky Dávila lo va a reemplazar. Nada bueno se espera de esta señora, eso lo sabe más de uno desde que ella llegó a escribir sus columnas viciadas y que faltan a la imparcialidad. Por eso no se exagera si se plantea que a Semana solo le queda el nombre y lo que en el pasado logró destapar con mucha honestidad.
Como si fuera poco, amigo lector, también se supo que renunció Antonio Caballero Holguín, según mi humilde opinión, uno de los más grandes columnistas que ha parido este pobre país de gente inculta y fácil de engañar. Nadie puede negar que de su pluma ha salido un pensamiento liberal, crítico, decente y que nunca se le arrodilló a los poderosos. Su ausencia se va a sentir, porque los periodistas que quedan probablemente no van a estar a la altura de sus entregas. Si se va es porque se dio cuenta de que no vale la pena ser dirigido por una periodista que de periodista no tiene nada, y de que este era el momento de partir por la puerta grande, ya que siempre se le va a recordar como el dueño de una calidad periodística que muy pocos poseen.
Estas renuncias van a generar una fuerte repercusión, más si se tiene en cuenta que muchos suscriptores inteligentes van a dejar de leer la revista. Además, se hace evidente que esta va tomar un nuevo rumbo, que se lanza como la voz de la extrema derecha que nos gobierna y que esos días de buena investigación no se van a volver a ver. Ante este panorama, el buen lector se va a cansar y va a buscar una propuesta periodística seria y que de verdad se haga sentir por el valor de lo que se escribe. Todo esto es muy triste si se le mira con mucho criterio, porque Semana se está clavando el cuchillo al establecer los interés macabros de un grupo económico. Hay que preguntarle a Felipe López que lo llevó a venderse así y a acabar con toda una escuela del periodismo.
Para cerrar, con la salida de los grandes nombres de la revista y la renuncia de María Jimena Duzán se puede hablar de un velorio y de un entierro totalmente consumado. Algunos dirán que la transformación generacional es necesaria, pero de verdad que esta vez se cambia para lo malo y no para propiciar un trabajo que incomode a los corruptos de esta república bananera. Por eso deben estar celebrando los del Centro Democrático, puesto que van a encontrar en Vicky Dávila a una aliada y a un portavoz de sus mentiras. Triste futuro el que se le vaticina a Semana, así que a buscar otra publicación que sí genere confianza y respeto por sus lectores.