¿Es posible contener y reversar el crecimiento del malevaje a nivel nacional? ¿O es una batalla perdida que llevará a las empresas a crear bunkers, a la ciudadanía a encerrarse entre rejas en sus casas sin haber cometido delito alguno y al país a perder competitividad bajo el mote de estado fallido? La actual amenaza del crimen organizado tiene diversos orígenes y parte de una sofisticación de los modelos delincuenciales que el mundo digital facilita. Es un fenómeno que mortifica a muchas naciones latinoamericanas, no solo a Colombia.
Desde Chile hasta México el deterioro de la seguridad es enorme. Las cifras son apocalípticas en algunos casos y las políticas para frenar el auge de los maleantes no se ha podido concretar. Los estados son lentos para reaccionar, las burocracias incrustadas en los aparatos de seguridad se resisten a los cambios y tampoco conocen a fondo los modus operandi de las bandas transformadas. Hay desconcierto entre los viejos expertos porque las nuevas amenazas no encajan en los modelos que les enseñaron a combatir.
Los procesos de adecuación y formación de personal y de modernas divisiones de policía -o inclusive militares- llevan tiempo. La adecuación de los servicios de inteligencia que fueron preparados para la tarea de perseguir a narcos y guerrilleros, deben transformarse para las actuales circunstancias. Es necesario desplegar investigaciones en terreno para entender las actuales dinámicas delincuenciales, conocer a las actuales generaciones al mando, saber de sus orígenes, sus conexiones internacionales, sus redes y recursos. Los mandos que libraron las exitosas batallas contra narcos y guerrilleros ahora están frustrados porque saben que su experiencia y conocimientos en el contexto actual son poco útiles.
Los gobiernos están bajo la presión de ciudadanos y empresarios con paciencias que tienen límites
Además, los gobiernos están bajo la presión de ciudadanos y empresarios con paciencias que tienen límites. Es una situación que crea la antesala a las soluciones bestiales tipo Bukele: encarcelar masivamente a los jóvenes para desaparecer a las pandillas, un modelo insostenible en el tiempo y en la democracia. En Colombia las soluciones bestiales ya la hemos ensayado. En la lucha contra el comunismo desde el estado se masacró uno a uno a los miembros de la Unión Patriótica. En la lucha contra Pablo Escobar se constituyeron los Pepes y se hicieron acuerdos con los Castaño para acabar con el capo sin restricción legal alguna. En la guerra contra las Farc se organizó el paramilitarismo de que desplazó a millones de campesinos y asesinó a varias decenas de miles. De manera que quienes ingenuamente creen que basta con replicar el modelo Bukele, más vale que empiezan a sumar conocimientos, experiencias y recursos para diseñar una política apropiada y legítima.
Los estudios que se han hecho o están en curso, muestran que el auge del malevaje tiene distintas fuentes. La globalización del bajo mundo y la transferencia de conocimientos, así como el uso de las herramientas digitales amplifican la eficacia de las bandas. Sus resultados mejoran porque sus operaciones son más efectivas porque redujeron el margen de error o de fracaso. Hasta con drones se puede anticipar el movimiento de las fuerzas del orden para evitar su acción. De manera que hoy es más seguro ser delincuente y la capacidad de los estados para capturar y sancionar es menor porque no los conoce, no sabe cómo combatirlos, ni siquiera sabe dónde están en muchos casos.
Otro factor es que el uso de las tecnologías significa mayores costos de operación, mayores costos logísticos, equipos mejor preparados y personal profesional. El malevaje organizado debe recaudar recursos para que su negocio de extraer riquezas a la brava si pague. Así que requiere mayores inversiones, no es simplemente arrendar un arma para cometer un atraco. Requiere pagar personal costoso, invertir en aplicaciones y redes, en inteligencia sobre los objetivos y en redes logísticas para mantener la maquinaria operando.
Otro factor son las migraciones masivas. Solo en el caso de Venezuela, de donde han salido 7 millones de ciudadanos (2.8 están en Colombia) hay un porcentaje pequeño pero significativo de delincuentes que se desplazaron a América Latina en busca de mejores mercados. En el bajo mundo llevar el conocimiento que se tiene de un oficio a un nuevo mercado permite aplicar los métodos propios que les dieron resultado. Pero al mismo tiempo implica o imponerse o a asociarse con las bandas locales para lograr una cuota del mercado. Esto para el ciudadano o el empresario extorsionado quiere decir que el uso de la violencia intimidatoria es de mayor escala y es en parte lo que estamos viviendo en las ciudades y en las zonas agroindustriales.
Solo para simplificar, es evidente que para robar un celular en la calle es innecesario matar a la víctima. Antes, los delincuentes consideraban que “regar sangre” era para chambones. Ahora es una forma de dejar un mensaje contundente. La víctima paga el precio del control de las nuevas bandas que son capaces de matar no por un pinche celular sino para tomar el control del mercado. Si las viejas bandas quieren competir les toca elevar su nivel de eficiencia. Ya no pueden usar changones, se asalta con rifles o 9 mm. Los robos exprés son eficientes porque las bandas tienen cuentas bancarias desechables listas para recibir los dineros y los equipos “financieros” los desaparecen con rapidez, inclusive en inversiones bitcoin si el volumen lo amerita como es el caso de las extorsiones empresariales.
La crisis del narcotráfico en Colombia en toda la cadena es otro factor sin duda. Generó desplazamientos del malevaje. El dinero ya no está en los cultivos ni en la pasta ni en la coca ni en el transporte. El gran negocio se lo tomaron grandes mafias internacionales que operan como verdaderas multinacionales. Los locales quedaron con migajas y obligados a buscar otras actividades, las extractivas, por ejemplo, que mantienen precios altos como el oro o el carbón y los minerales que demanda el mundo digital. Las disidencias de Farc y los residuos paras están en esos nuevos negocios y tienen la experiencia y el conocimiento para ser eficientes tras año de participar en organizaciones criminales sofisticadas como los paras y las Farc.
Como el malevaje crece, también crece los sectores que cubre. Por eso ahora también está en el control de las vías terrestres, fluviales o aéreas por donde circulan mercancías y ciudadanos. Establecer sistemas de extorsión para garantizar la circulación de bienes es rentable. Para que lo acepten las empresas que deben pagar, las presiones recaen sobre los empleados que son asesinados, o contra los trabajadores a los que les impiden llegar a sus sedes o trabajar intimidándolos; o a los propietaros con saboteos a las instalaciones (incendios, daños, bombas) que interrumpen el proceso productivo y suben los costos de seguridad.
Las señales del deterioro son muchas y obligan a reaccionar. El anuncio de la demanda arbitral internacional de la minera Zijin-Continental Gold contra el estado por no brindar las condiciones de seguridad para operar su mina de oro en Buriticá; la suspensión del transporte de carga por el río Magdalena de una de las grandes empresas navieras ante los ataques y tomas de las naves por bandas armadas, que afecta entre otras empresas a Ecopetrol; las tomas intimidatorias de bandas en la zona bananera del Caribe, empiezan a hacer inviables los negocios y ponen en riesgo la vida de trabajadores, empleados y propietarios. El malevaje quiere ser socio a la brava del empresariado.
El descontento social es de tal tamaño, que la juventud sabe que, si quiere un futuro como el que le enseñaron que debía soñar, le toca forjárselo a bala, a riesgo de su propia vida
Sostienen algunos analistas que el descontento social es de tal tamaño, que la juventud sabe que, si quiere un futuro como el que le enseñaron que debía soñar, es decir con comodidades, le toca forjárselo a bala, a riesgo de su propia vida. Así dure poco tiempo el disfrute. De manera que la oferta de mano de obra arriesgada para la delincuencia es enorme ilustrando que el problema requiere más estudio y dejar de lado la idea de que es un fenómeno propio de la era post Farc o de la era post Pablo o de la era post Castaño.
A muchos les encantará culpar a Petro o a Duque, pero es inútil buscar en este momento responsables. Lo que se necesita es una Fuerza de Trabajo organizada para estudiar el fenómeno de la delincuencia repotenciada que estamos viviendo, que analice como ajustar los sistemas de inteligencia para anticipar y neutralizar las nuevas amenazas; que indique cómo formar fuerzas policiales sofisticadas capaces de enfrentar a esas bandas que se invisibilizan ante la presencia de la fuerza pública. El país no puede desestabilizarse por el malevaje. Hay miles de formas de repotenciar a las fuerzas de seguridad ahora que los altos mandos han sido renovados. El modelo de negociar con la delincuencia organizada que ha funcionado durante buenos períodos de tiempo en algunos países (México, Estados Unidos) en el que se ponen límites de tolerancia, podría ser una opción. Pero en este caso, también requiere ejecución.