Gustavo Petro terminó su alocución pública del primero de mayo con un reiterado llamado a la conciencia, la unidad, la organización y la movilización de la clase trabajadora y el pueblo colombiano en general, con el propósito de rodear de apoyo el conjunto de reformas sociales que cursan o están próximas a cursar en el Congreso de la República. Sin el pueblo que rodee y respalde sus propuestas de cambio, prácticamente será imposible avanzar.
Así, en materia de reforma agraria el llamado específico se dirigió a los once millones de campesinos colombianos. La idea central que no aparece en ningún proyecto de ley actual es la de que la tierra debe ser para quien la trabaja. Y se fundamenta en la función social de la propiedad que se reconoció en 1936. La función social de la propiedad es la producción de alimentos para la población. Quien tenga tierras y no cumpla esa función, no debe tenerlas.
Pero además la tierra tiene otra función de carácter ambiental. La de sostener el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. Las palabras de Petro hacen recordar la nota de Juan Gossaín, titulada Con lágrimas en los ojos, que circula por internet, en la que el curtido periodista, para nada sospechoso de inclinaciones izquierdistas, advierte sobre el desastre ambiental que se nos avecina, llamando a denunciarlo y protestar:
“Los invito a todos a ponerse de pie antes de que se marchite el último pétalo. Usen el arma prodigiosa del Internet para protestar. Hagan oír su voz. Que el correo electrónico de los sudamericanos sirva para algo más que mandar chistes y felicitaciones de cumpleaños. Porque, si seguimos así, el día menos pensado no quedará nadie que cumpla años. Ni quién envíe felicitaciones”. Es claro que sin la participación de la gente nuestro destino será fatal.
Curioso que se sostengan esas palabras desde el balcón de la Casa de Nariño. Estamos acostumbrados a que desde allí siempre salieran voces invitando a respetar la institucionalidad y los llamados cauces democráticos, esto es que el momento para el pueblo son las elecciones, tras el cual los elegidos quedan facultados para hacer lo que se les antoje, entendiéndose que el pueblo está obligado a acatar sumisamente sus decisiones.
Un nuevo lenguaje ha tomado posesión del palacio presidencial. Aunque Petro intente presentarlo como un legado histórico, citando ejemplos de nuestro pasado. La independencia de España no hubiera sido posible si Bolívar no hubiera sumado a su ejército a indígenas, negros y campesinos. El indígena José María Melo no hubiera sido presidente sin el cerrado apoyo de los artesanos que se unieron en defensa de sus intereses.
Y Alfonso López Pumarejo no hubiera puesto a andar la revolución en marcha y sus avances sociales, si no hubiera contado con el apoyo de la clase trabajadora en general, especialmente de los obreros y campesinos. Desde luego que esa búsqueda de argumentos históricos no pasa desapercibida a algunos, como quedó patente con la furiosa reacción de Gloria Gaitán, la hija del caudillo, quien considera una calumnia asociar al corrupto de López Pumarejo con las banderas de su padre.
Lo que Petro pretende es abrir los ojos a mucha gente, en el sentido de que las necesarias y justas transformaciones sociales y políticas pueden quedar frustradas en el camino, por cuenta de una jauría de privilegiados con mucho poder económico y político, que se les oponen y harán todo lo que esté a su alcance para impedirlas. El presidente es consciente de que el apego a los mecanismos institucionales resultará insuficiente para cambiar al país.
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Sueña con una verdadera marejada popular que marche en ciudades y pueblos en respaldo a su gobierno
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Hará falta una aplastante movilización popular, y llama a ella. Se necesitan acrecentar la conciencia, un incansable trabajo organizativo, el máximo de unidad y muchísima calle, hacer del pueblo un protagonista real de la política, crear poder popular, que sea este quien gobierne realmente. Como aclaró desde España, no está haciendo llamados a la violencia. Sueña con una verdadera marejada popular que marche en ciudades y pueblos en respaldo a su gobierno.
En esa idea parece dirigirse a los sectores más radicales de la izquierda con el fin de hacerles claridad sobre la importancia del momento histórico. El viejo dilema entre reforma o revolución se encuentra superado. Las reformas son sumamente importantes, tanto que no producirlas puede generar revoluciones. La gran prensa, tendenciosa, interpretó esto como un llamado a la revolución si no se aprueba la reforma a la salud propuesta. Nunca entiende nada.
Además, cursan una reforma laboral y otra pensional, que nuevamente chocan con los intereses de los más grandes pulpos económicos, capaces de incidir en la ruptura de coaliciones y apoyos parlamentarios. Petro clama a los trabajadores porque no lo dejen solo. A que lo rodeen y apoyen. El pulso apenas comienza, la participación de la gente lo definirá en un sentido u otro.