Llega un momento, después de pasar el mercado de La Paz, en donde Bogotá deja de existir. Son tres cuadras del barrio Maria Paz, en pleno Patio Bonito. Basta caminar unos metros después del sector donde se vende la mejor gallina de la ciudad para entrar en el infierno. Después de que en el 2016 Enrique Peñalosa mandara a desalojar el Bronx buena parte del microtráfico de droga, que controlaban los Sayayines y Satanases, dos temibles bandas criminales, se trastearon hasta acá. Hasta hace muy pocos años los vecinos podrían sentarse en la puerta en una mecedora a conversar entre ellos. Ahora es mala idea ir a la tienda. Incluso muchos de los vecinos de estas cuadras han sido desplazadas. El Tren de Aragua es el que manda. Por acá no saben que Claudia López es alcaldesa. El que no se acomode a sus designios mejor que se vaya. Muchas casas desocupadas se han convertido en bazuqueaderos, donde embolsan a la gente después de torturarlas. Están cerca de convertirse en casas de pique. En los tres años del mandato de Claudia López no se ha realizado un solo allanamientos, nos dice un vecino preocupado.
Es un miércoles a las 11 de la mañana. Es mejor venir el lunes, el viernes es imposible. La zona se va calentando a medida que se acerca el fin de semana. Es que para sábado y domingo los raponeros, extorsionistas, sicarios y desvalijadores de carros y bicicletas que conviven en este ecosistema, necesitan hacer las lucas para salir a rumbear el fin de semana. Por eso no es buena idea acercarse acá un viernes. Unos cuarenta pares de zapatos están tendidos sobre una sábana. Algunos están limpios, otros tienen sangre. Unos Puma relativamente nuevos me los venden en 8 mil pesos. Un televisor Triniton, del año 1994, vale 50 mil pesos. No tienen como probarlo. Hay que confiar en que sirva. Acá no hay garantía. Al lado del vendedor de televisores está un señor fumando Bazuco, la cara ajada, como si hubiera sido tallada con un puñal. Las arrugas son surcos profundos, no tiene dientes y vende repuestos de bicicletas. Unos frenos, que en una tienda del centro de la ciudad valen 180 mil pesos, lo vende en 20 mil. Los clientes hacen fila. Los clientes tienen las manos untadas de sangre.
Estoy nervioso, parezco un informante de la policía. Mi compañero se siente como pez en el agua. Él es el que entra a un taller de bicicletas a preguntar por precios. Una Shimano, que vale 1.300.000 nueva, acá vale 120 mil pesos. Si pides rebaja te la dejan en 80 mil. Todas son negras. La explicación es que, cuando el ladrón le deja al mecánico la bicicleta, este le quita el color y la pinta en negro para que sea irreconocible. Es el uniforme del terror. Los celulares, algunos no sirven pero venden los repuestos. Hay Samsung relativamente nuevos que se consiguen en noventa mil pesos. Mientras preguntamos por una olla a presión -50 mil pesos- un carro frena entre gritos. Estaciona frente al puesto de salud de Patio Bonito. Dos hombres se bajan y dejan a una mujer con una herida de bala en el pecho. Está pálida, la vida se le está yendo. Los enfermeros la recogen con inusitada paciencia. Los hombres se van en el carro, los persigue la policía. Los vendedores miran con indiferencia. Es un paisaje cotidiano en el barrio más peligroso de Bogotá.
Las palabras se quedan cortas y en este video se puede apreciar el horror. La policía no hace nada. ¿Se podrán recuperar estas tres cuadras?