En Colombia existe una ley que prohíbe que los drogodependientes puedan ser tratados contra su voluntad. Por tal motivo se puede observar que aquellos que estaban en la Calle del Cartucho, pasaron a la Calle del Bronx y del Bronx han pasado a ocupar el sector de Cinco Huecos, el cual está rodeado de escuelas y colegios. Los niños y adolescentes de los colegios Agustín Nieto Caballero y el Instituto San Bernardo de la Salle tienen que presenciar y algunos recibir propuestas indecentes, o convivir con el peligro de ser robados, atracados, secuestrados, heridos o asesinados por estos individuos que han pasado a llamarse: “Habitantes de la calle”.
Esta ley es contraria al bienestar, seguridad, y vida de los ciudadanos; no solamente los que viven, estudian o trabajan en los alrededores de este temerario sector, sino en general para la imagen del país en general. ¿Quién va a querer estudiar o trabajar en estos sitios? ¿Quién va a querer invertir en un país con este nivel de corrupción? La ley ordena que es ilegal vender drogas, pero en este sector se expenden libremente. ¿Tienen razón los mismos drogadictos al afirmar que es imposible terminar con el Bronx?
¿A quién se le ocurrió pensar erróneamente que un drogadicto o alcohólico va a querer tomar un tratamiento de desintoxicación voluntariamente? ¿Acaso no saben que el poder de la droga y el alcohol en la cabeza y mente del individuo impiden que este actué por voluntad propia? Cuando una ley es injusta el pueblo no está en la obligación de obedecerla. Esta ley vulnera los derechos fundamentales de miles de ciudadanos, que aportan bienestar y economía al país.
Con el dinero del contribuyente se está pagando para que la policía vigile el buen funcionamiento de los expendios de droga callejeros. Basta ya de tanta mentira y engaño, al querer tapar una olla pública y disfrazarlo de habitante de la calle. Necesitamos tumbar o derogar esa ley que es contraria al bienestar ciudadano. Por el beneficio de unos pocos, no podemos soportar que nuestros niños, adolescentes y jóvenes sufran incitación y sean testigos del libre comercio de drogas, sin que ni ley, ni justicia, ni el pueblo haga nada para impedirlo. Recordemos: cuando una ley es injusta, el pueblo no está en la obligación de obedecerla.
Hay que crear centros de transformación obligatoria, para aquellas personas que conviven con nosotros; pero que por falta de voluntad propia no pueden recibir ayuda. Muchos de los considerados como habitantes de la calle, tienen un oficio, saben un arte y otros tienen familias que los buscan desesperadamente para brindarles la calidez de un hogar. Entre ellos hay quienes tuvieron fortunas económicas, pero que desperdiciaron por la adicción a las drogas; otros que desde niños los indujeron al vicio y ahora son incapaces de salir de las drogas por sí solos. Todos ellos merecen la ayuda del gobierno para salir de esa terrible vida y no para propiciar y facilitar que consigan la droga tan fácilmente y al alcance de la mano.
Levantémonos, revoquemos esta nociva y perjudicial ley; todos unidos podremos lograrlo. Hay que recoger firmas, demandar la ley, marchar por calles, rechazar en las redes sociales. En fin, tenemos que hacer un escándalo para que el gobierno tome cartas en el asunto y resuelva este inconveniente de una vez por todas. “No queremos más calles del Bronx en Colombia”.