El Nogal, 14 años después
Opinión

El Nogal, 14 años después

Una cosa es el perdón para los guerrilleros provenga de dos muchachos que apenas empiezan a vivir, y otra que les sea concedido por el Estado colombiano

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febrero 07, 2017
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Un día como hoy, hace 14 años, un grupo terrorista voló con explosivos el Club El Nogal de Bogotá y les ocasionó la muerte a 36 personas y heridas a por lo menos 160.

El grupo responsable es conocido como Farc y literalmente van camino a lavar todos sus crímenes gracias a un acuerdo de paz suscrito por sus delegados y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y que el pueblo colombiano rechazó en el plebiscito del 2 de octubre pasado.

La prensa bogotana reporta en las últimas horas que el grupo guerrillero se ha comprometido a revelar todos los detalles de lo ocurrido aquella fatídica noche del 7 de febrero de 2013. Sin querer ser aguafiestas, dudo mucho que esta gente cuente toda la verdad sobre el caso El Nogal.

Ya me imagino a sus cabecillas diciendo que esa bomba en realidad fue obra de la extrema derecha. O hasta de pronto que el club tenía que ser volado porque era el sitio de reunión de los ricos de Colombia para atentar contra los intereses de los pobres.

Lo que sucedió en el Club El Nogal es un hecho que la historia no puede perdonar, así los llamados “pacifistas” nos quieran imponer ese perdón a las malas. En El Nogal sucedieron cosas que ningún país civilizado olvidaría de la noche a la mañana.

En alguna oportunidad, en este mismo espacio, nos hemos referido al caso de la familia García Mugno. Y lo repetimos hoy para que quien tenga a bien leer este escrito tenga claro a quiénes está protegiendo hoy día nuestra institucionalidad.

En la lista de heridos por el atentado perpetrado al club por las Farc figuró la pequeña María Camila García Mugno. Ella había llegado a El Nogal con sus padres, Juan Manuel García y Luisa Fernanda Mugno, y con sus hermanos Mariana y Santiago. Sus padres murieron y Mariana también. Santiago sobrevivió y María Camila fue sacada de los escombros con vida unas 15 horas después del atentado.

Después de varios días de una titánica lucha contra la muerte —en estado de coma—, María Camila empezó a aferrarse a la vida, pero cuando despertó hubo necesidad de decirle que sus padres y su hermanita habían muerto y que, como si eso fuera poco, había perdido la pierna izquierda.

“Cuando me enteré de lo de mis papás y lo de mi hermanita, yo sentía en ese momento una rabia hacia las personas que lo habían hecho (el atentado). No entendía por qué lo habían hecho y sentía mucha tristeza, impotencia, de cierta forma odio”, dijo ya hace algún tiempo María Camila para un especial de televisión de Teletón.

Tanto María Camila como su hermano Santiago han dicho que están tranquilos y que ya perdonaron a los dementes que les cambiaron la vida en un abrir y cerrar de ojos.

Ese perdón, el de los García Mugno, es totalmente normal viniendo de dos seres humanos que, aunque no tengo la fortuna de conocer, han de tener sin duda corazones extraordinarios.

Pero una cosa es que ese perdón para los guerrilleros provenga de dos muchachos que apenas empiezan a vivir, a que les sea concedido por el Estado colombiano.

¿En cabeza de quién puede caber que quienes provocaron semejante horror no paguen un día de cárcel?

A la Corte Suprema la dejaron por fuera de lo que será la Justicia Especial para la Paz, que no es otra cosa que uno de los triunfos de las Farc en la mesa de negociación de La Habana para meter a la cárcel a sus enemigos y a todo aquel que se atreva a hablar mal del “proceso de paz”.

 

Al recién posesionado procurador general, Fernando Carrillo,
le notificaron que la institución a su cargo queda por fuera del modelo de justicia
que nos impusieron a la brava desde la isla de los Castro

 

Pero lo más triste es el silencio de unos magistrados –léase de la Corte Suprema y del Consejo de Estado-. Y al recién posesionado procurador general, Fernando Carrillo, ya le notificaron la víspera que la institución a su cargo también queda por fuera del modelo de justicia que nos impusieron a la brava desde la isla de los Castro.

“Yo entiendo que la Procuraduría quiera estar presente (en la Justicia Especial para la Paz), es obvio, es natural, pero no es parte de los acuerdos”, indicó el presidente Santos quien, sin sonrojo, agregó: “Acordamos que la Procuraduría no iba a estar presente, y no tiene que estar presente, no hay ninguna necesidad para que esté presente…”.

¿Y eso con quién se acordó? ¿Con las Farc? ¿Acaso la Procuraduría no representa los intereses de la sociedad?

¡Vaya palabras las del presidente de la República! ¡Vaya palabras del Premio Nobel de Paz!

¿Qué más se puede esperar en este panorama caricaturesco en el que nos imponen semejantes cargas de impunidad a consciencia de que los colombianos derrotaron esos acuerdos el 2 de octubre?

 

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