Para que el No ganara, para que Trump derrotara a Clinton o triunfara el Brexit, no era necesaria la manipulación en las redes sociales. Triunfaron porque así lo querían los electores en su mayoría.
Sin embargo, las redes sociales son cruciales para los líderes de hoy.
El Sr. Trump puede darse el lujo de darle madera al New York Times y CNN, declarar que son difusores de noticias falsas simplemente porque él, solo, tiene más de 50 millones de seguidores en Twitter, más que los de los propios diarios en las redes. No tiene por qué hacerle caso al jefe de gabinete de la Casa Blanca, John Kelly, moderándose. Sus trinos xenófobos, los insultos a su antecesor o a su adversaria en las elecciones no han necesitado de editor ni intermediario alguno. En su cama, con el control de TV en mano puede desacraditar a su ministro de Justicia o despedir al secretario de Estado.
Por estas latitudes, un expresidente, con más de 5 millones de seguidores, no necesita pedirle a ningún diario que le publique ninguna columna ni que lo entrevisten. Él llega directo a su audiencia, para lo que sea: ofender, disculparse, publicitar al candidato presidencial que puntea en las encuestas, construir enemigos, polarizar.
Líderes en contacto con el constituyente primario, sin filtros. Las redes sociales, en fin, un medio que desborda de forma exponencial los alcances de los antiguos medios de comunicación. Manipular la opinión a través de Twitter, Facebook, Youtube, Whatsapp y tantas otras, es una necesidad en cualquier estrategia de mercadeo político.
Los escándalos de manipulación política en las campañas están a la orden del día en el mundo entero. Ingerencia de hackers rusos en la campaña presidencial de los Estados Unidos en favor del hoy presidente, uso de datos detallados acumulados en la plataforma facebook de más de 80 millones de personas por parte de Cambridge Analytica (cuya sombra ha llegado a México y Colombia), evidencias de manipulación en el brexit y confesiones explícitas en el No en Colombia (“estábamos buscando que la gente saliera a votar berraca”, dijo el gerente de la campaña), son algunos ejemplos de cómo se mueven hoy las campañas. La misma campaña del hoy presidente en momentos en que la Ola Verde, en 2010, amenazaba convertirse en tsunami apeló a la guerra digital sin escrúpulo bajo la tutela de un experto venezolano.
Sin embargo, surge la pregunta: sin redes, sin ingerencia del perverso mercadeo digital ¿no habría vencido Trump? Sin necesidad de emberracar a la gente, como reconoció el gerente de campaña Vėlez ¿no habría triunfado el No en el 2016? ¿El brexit?
La respuesta es difícil. Sin embargo, hay algunos indicios de que los resultados obtenidos reflejan, con alguna fidelidad, la realidad política.
Trump: un portal web, 538, consolida encuestas acerca del grado de popularidad del presidente a diario. Nada que hacer: de 36 puntos hace unos seis meses, Trump cuenta hoy con más del 40 % de popularidad. Puede que el bajo desempleo tenga incidencia. Lo cierto, pese a la oposición de la prensa liberal, del rechazo en amplios círculos ídem, el éxito de Trump parece reflejar lo que decenas de millones de norteamericanos, principalmente blancos, piensan y sienten alrededor de la inmigración y de temas como los tratados de libre comercio. A menos que ocurra algún hecho que permitiera revocarlo, Trump puede ser elegido de nuevo.
Lo del brexit es un resultado que, pese a sus peculiaridades, pertenece al ámbito de los nacionalismos que, con éxito, irrumpen en Europa. Primer ministro austríaco de 31 años de extrema derecha, partidos que fácilmente consiguen pasar el umbral para ingresar al parlamento como Alternativa para Alemania, primer ministro húngaro, xenófobo, que repite.
Hoy se construyen los enemigos a punta de clichés
durante la presente campaña,
que asfixian las posibilidades del centro
En cuanto al éxito del No, quienes queríamos el Sí hemos argumentado que hubo manipulación en los mensajes. Con seguridad, la hubo, como la hay hoy cuando se construyen los enemigos a punta de clichés durante la presente campaña, que asfixian las posibilidades del centro. No obstante, es probable que los ganadores hayan perdido su platica: sin necesidad de emberracar a la gente hubieran ganado, así como Trump, sin ayuda de hackers, hubiera triunfado (como claramente triunfó en las primarias, sacando, uno a u o, a sus experimentados rivales, del ring) de todos modos.
La explicación: en el caso colombiano vivimos en un país ultraconservador. Basta revisar los resultados apabullantes a favor del No en municipios a los que internet escasamente se asoma. País regodo en el que las tesis de alguien como un exprocurador pueden florecer y el liberalismo como filosofía ( no me refiero al partido) parece estar en vías de extinción y en el que quien amenza a un caricaturista añora a Castaño y en el que las tesis de Popeye son bienvenidas sin reserva.
Así las cosas, las redes amplifican lo que en realidad la gente piensa, así la manipulación sea pan de cada día.