Tan aterrador --como preocupante-- se ha tornado todo lo descubierto a partir de la intervención de las autoridades en una de las zonas más temibles de Bogotá: el Bronx. Sin embargo y a pesar de lo difícil que ha sido asumir en nuestros raciocinios esta problemática social, este hecho ha permitido abrir el debate sobre la cruel realidad de los habitantes de calle, en especial la de los niños, que parecieran no tener esperanza alguna luego de pasar un tiempo allí o nacer en este tipo de lugares.
Los niños habitantes de calle se caracterizan por carecer de vínculos familiares, por estar por fuera del sistema educativo y, por supuesto, por pasar los días y las noches en la calle buscando cómo sobrevivir. La cifra más reciente es de 2006 y se basa en un estudio realizado por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y la Unión Europea, donde se cuantificaron 4.457 niños, niñas y adolescentes en situación de calle en las principales ciudades del país, siendo Bogotá la que más reportó niños en estas circunstancias, con porcentaje de 42.4.
Son muchos los cuestionamientos que surgen a partir de estas cifras, que por sí solas son desoladoras, partiendo de la base que llevamos 10 años sin conocer los avances o retrocesos en la vida de los niños del país que tienen a la calle por casa.
Ahora, a partir del descuido de nuestra niñez se generan otras situaciones que también han sido difícil de combatir, como lo es el reclutamiento de menores por parte de bandas criminales. Según la Defensoría del Pueblo, no solo los grupos paramilitares y de la guerrilla son los responsables del reclutamiento de menores en el país, “bandas criminales como las Águilas Negras, Los Rastrojos, Los Paisas, Los Urabeños, entre otros, están reclutando a menores de 14 años. Un 30 % de estos son niñas y 70 % niños”, asegura María Cristina Hurtado, delegada para la infancia, la juventud y el adulto mayor de la Defensoría del Pueblo.
En estos reclutamientos que ellos mismos denominan “secuestro express”, los niños son sometidos a todo tipo de abuso posible, desde explotación sexual hasta entrenamientos para aprender a robar, extorsionar y a ser partes claves en la comercialización de drogas en las distintas zonas de consumo de las principales ciudades del país.
Ahora, si partimos de las cifras de trabajo infantil y deserción escolar, la esperanza también es poca. En Colombia hay aproximadamente un millón de niños (DANE) que dedican sus vidas a colaborar con el sustento de sus hogares y por esa razón 40% de ellos deben dejar de asistir a la escuela. En definitiva, somos un país al que le ha quedado grande ocuparse de su futuro, de su niñez y de su adolescencia.
El título de esta columna es de la letra de una vieja canción compuesta por Juanes, que a punta de ritmos muy tristes nos cuenta cómo fue la vida de Juan, un niño de la calle. Es precisa para acordarnos que es imperdonable permitir que esta situación siga siendo parte de nuestra realidad y no logremos erradicarla por siempre.
La invitación, por supuesto es para los gobiernos, para las instituciones y para las familias. Tenemos que reunir los esfuerzos que sean necesarios para evitar que esas cifras sigan creciendo y de esta manera podamos construir un país mejor, un país con perspectiva desde sus habitantes más jóvenes.
@Lore_Castaneda