Una nueva jornada del agitado calendario electoral latinoamericano 2014, tiene lugar este domingo en Colombia. Quizás, una de las más importantes, en virtud del peso demográfico, económico y geopolítico del país cafetero.
Alrededor de 33 millones de colombianos están habilitados para votar la fórmula presidencial que habrá de gobernar la cuarta economía latinoamericana de acuerdo al PBI y el mayor país receptor de “ayuda” militar y económica estadounidense en la región.
A priori, sin embargo, las encuestas no parecen adelantar quién será el nuevo presidente, dado que ninguno de los candidatos alcanzaría el 50% más uno de los votos necesarios establecidos en la Constitución Nacional. Pero si parecen definidos, los aspirantes que habrán de enfrentarse en la segunda vuelta programada para el día 15 de junio. Con un virtual empate técnico en torno al 30% de los votos entre Juan Manuel Santos (Partido de la U) y Oscar Iván Zuluaga (Centro Democrático), Colombia se polariza entre dos alternativas de un mismo proyecto político. Y no son las únicas.
A diferencia de lo que sucede en gran parte de América Latina, allí el neoliberalismo sigue siendo la regla dentro del sistema político. Cuatro de los cinco candidatos en competencia no solo comparten un pasado común cercano al ex presidente Álvaro Uribe, sino también y más importante aún, un programa de gobierno inspirado en aquella corriente política. Con grados y matices distintos, J. M. Santos, O. I. Zuluaga, Martha Lucía Ramírez (Partido Conservador) y Enrique Peñalosa (Partido Verde) confían en la capacidad del mercado como asignador de recursos, en la necesidad de consolidar la apertura comercial y generar un marco atractivo para la inversión extranjera directa. Lógicamente, entonces, no ejercen un cuestionamiento claro y consistente a la matriz productiva, ni promueven un plan de industrialización que altere la notable dependencia colombiana respecto de su complejo minero-energético, el cual explica el 70% del total de las exportaciones del país.
Es, precisamente, esta escasa diferenciación ideológica y programática la que ha llevado el debate electoral al terreno de la credibilidad y transparencia de los candidatos. Definida desde distintos medios de comunicación como “la más sucia de las campañas electorales” de la historia de Colombia, acusaciones cruzadas han intentado horadar la confianza de la opinión pública en la integridad de los respectivos líderes. Dentro de un heterogéneo conjunto de denuncias, se destaca la afirmación del ahora senador Uribe, quién aseveró que dos millones de dólares provenientes del narcotráfico habrían ingresado en la campaña de Santos en 2010. Así como también, la existencia de un video que mostraría la relación de Zuluaga con el hacker Andrés Sepúlveda, acusado de interceptar ilegalmente las comunicaciones de los miembros de la Mesa de Negociaciones de Paz en La Habana. Masiva circulación de un video, que podría frenar el importante crecimiento en las encuestas registrado por el candidato del partido uribista.
En este marco, entonces, el binomio conformado por Clara López y Aida Bella constituye la opción electoral antagónica a la que presentan las restantes fuerzas políticas. Pese a ello, esta coalición del Polo Democrático Alternativo con la Unión Patriótica no parece haber convencido a los votantes colombianos. Situación capaz de refrendar una conocida hipótesis del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) según la cual, la izquierda democrática no será una alternativa real de gobierno en Colombia, mientras el conflicto armado continúe su desarrollo.
En ese sentido, de confirmarse los resultados de las encuestas, será inadecuado plantear la segunda vuelta electoral en el marco de las tradicionales categorías de izquierda-derecha. No obstante, cuestiones importantes podrán ponerse en juego. El conflicto armado se ha extendido por más de medio siglo en Colombia. Mientras, Juan Manuel Santos ha hecho de las negociaciones con las FARC en La Habana su principal bandera reeleccionista, Oscar Iván Zuluaga ha calificado a dicha agrupación como “el principal cartel de droga del mundo” y ha prometido que de ganar daría 8 días de plazo para que las FARC cesen toda acción violenta, antes de dar por finalizadas las negociaciones. La incertidumbre se ha instalado así, sobre el futuro del proceso de paz. Y es en este contexto, en el que deben entenderse los recientes acuerdos sobre el tercer punto de la agenda de negociación (cultivos ilícitos y narcotráfico) y el cese unilateral del fuego anunciado por el ELN y las FARC durante la semana de las elecciones.
El sociólogo argentino Juan Carlos Torre alguna vez escribió que, el neoliberalismo había llegado a Colombia en los ´90 como una propuesta normativa, tendiente a modificar la sociedad colombiana de acuerdo con sus premisas. Las elecciones de este domingo son sin duda, una prueba de su consolidación.
Politólogo UBA-UNAL