El neoliberalismo en la política
Opinión

El neoliberalismo en la política

La Constitución del 91 no solo trajo el hipercapitalismo sino que envenenó la democracia al centrarse en el individuo en detrimento de los objetivos colectivos

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enero 18, 2023
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La Constitución del 91 al promover el neoliberalismo no solo trajo el hipercapitalismo sino también envenenó la democracia al centrarse en el protagonismo del individuo en detrimento de los objetivos colectivos.

La reducción del Estado y su remplazo por el Mercado también se reflejó en el ámbito político.

El sustituir la democracia representativa por la participativa es imponer condiciones de mercado en la actividad política. En vez de un orden convergente para que intereses comunes actúen coordinadamente, es el ‘cada cual por su cuenta en defensa de sus propios intereses’.

Igualmente, el dar el mismo origen y la misma legitimidad a las autoridades nacionales, departamentales y municipales con la elección mediante el voto popular de presidente, alcaldes y gobernadores puede ser imponer a todos los niveles la ‘democracia’ pero acaba creando confusión sobre funciones, capacidades y responsabilidades. (No es el caso de gobiernos que se crean de unidades ya existentes que acuerdan unas reglas del juego para manejar los vínculos especiales entre ellas -como los Estados Unidos, la mancomunidad británica o la Federacion Suiza por ejemplo-). Y más grave aún crea feudos personales o familiares, fuente de clientelismo y corrupción.

Restricciones o normas como las listas cerradas y la igualdad de candidatos por género o las limitaciones para organizar en  agrupaciones partidistas  los puestos de representatividad  cumplen funciones similares a las de la intervención y planeación en el campo económico: equivalen a delimitar los derechos individuales reglamentándolos para lograr procesos que lleven a una sociedad más armónica y más incluyente.

La Democracia (con mayúscula) es un concepto apreciado más o menos universalmente que implica justicia social económica y política, y tolerancia. Una cosa diferente es el modelo de régimen que copia el americano – el cual se apropió de ese nombre-, que equivale no solo a una modalidad de Estado de Derecho sino que además debe funcionar bajo los requisitos formales o tácitos que se asume subyacen.

Un régimen como el ruso bajo Putin, que se rige por un Estado de Derecho que propició el bienestar a sus habitantes y que ha sido aceptado durante 20 años por la inmensa mayoría de ellos (esto en todo caso antes de la guerra con Ucrania), es descalificado y calificado como ‘No democrático’ por las restricciones a la libertad de prensa o de manifestaciones; o el Estado Chino que sacó a su población de ser la que incluía en 1948 a la mayoría de los pobres y ‘destitutos’ del mundo,  a, como lo dijo Deng Tsiao Ping, convertirlo en un país donde con el doble de habitantes ninguno se acuesta con hambre (y hoy es la segunda economía y potencia mundial)  se le niega la calidad de ‘democrático’ porque su orden jurídico y político -a pesar de ser obviamente también un Estado de Derecho- no coincide con el que Occidente considera y  Estados Unidos califica como único modelo o régimen realmente  ‘democrático’.

No cuenta para nada que la población de esos países en su inmensa mayoría lo acepte y apruebe. La calificación que se da depende de las minorías insatisfechas o de su identidad con las ‘democracias’ occidentales. (Por ejemplo en un eventual modelo donde hubiera perfecta distribución del poder, de la riqueza y de las oportunidades no sería democrático si no hay ‘sistema de pesos y contrapesos’ o ‘libertad de prensa’).

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No puede haber algo más antidemocrático que el rechazo por principio a cualquier forma de régimen diferente

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O igual se alega que son regímenes represivos que deforman una realidad que supuestamente no puede expresarse, como sí sucedería bajo ‘un verdadero régimen democrático’, porque se excluye la posibilidad de que sea la aprobación (esa si democrática aunque tácita) de la mayoría de la población la que valida esas formas de gobierno y explica la ausencia de manifestaciones masivas y de las consecuentes acciones represivas de otros regímenes. Se descalifica un Estado porque en su legislación las manifestaciones contra el régimen se consideran  una incitación a la subversión, pero es ‘democrático’ un Estado donde se decide que fumar marihuana o sembrar coca son delitos.

En últimas no puede haber algo más antidemocrático que el rechazo por principio a cualquier forma de régimen diferente (es el caso del fundamentalismo anticomunista -macartismo-). La intolerancia de la Inquisición con los no católicos que no reconocían la ‘verdadera religión’ se asemeja a la de Occidente con los ‘No democráticos’, así como su tratamiento, castigándolos -y destruyéndolos-  en caso de rebelarse contra, o desviarse de, ese modelo ‘de ‘verdadera democracia’.

 

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