La tumba del Negro Robles en el Cementerio Central de Bogotá solía ser uno de los monumentos nacionales más visitados. Ahí también reposan personalidades como los presidentes Miguel Abadía Méndez, Miguel Antonio Caro, José Vicente Concha, Alfonso López Pumarejo, Rafael Reyes, Gustavo Rojas Pinilla, Marco Fidel Suárez; entre otros, y grandes entre los grandes como Álvaro Gómez Hurtado, Luis Carlos Galán, Rafael Uribe Uribe; es decir, Luis Antonio Robles Suarez era uno de los más famosos entre los gigantes mencionados.
Esa gloria fue ganada gracias a los logros en su corta vida que lo ubican como una de las figuras más destacadas e influyentes del siglo XIX en el país por su lucha pro reivindicación de las masas oprimidas y excluidas por la clase dirigente. Para llegar a ser ministro del tesoro nacional, presidente de un Estado (del Estado soberano de Magdalena) y fundador de una universidad siendo afrodescendiente cuando apenas se daba la abolición de la esclavitud y nacido en Camarones, un corregimiento de una provincia olvidada, debió ser una de las figuras más brillantes de la nación.
Esto coincide con lo que han dicho todos los que han escrito acerca de él. Freddy González Zubiría en su obra Luis Antonio Robles, El Paladín de la Democracia dice: “Robles con su inteligencia y elocuencia se ganó el respeto del escenario, aplacó las barras hostiles y conquistó a sus colegas. A solo dos meses de posesionarse en el congreso fue elegido como vicepresidente de la Cámara de Representantes el primero de marzo de 1876”. Ese mismo año, sin cumplir los 27, llega a ser ministro y según el presidente Aquileo Parra, en él encontró mucho más que lo que esperaba.
Por su parte Amílkar Acosta Medina en su texto Dos Figuras Cimeras de la Afrocolombianidad señala: “ llegando a ser el único vocero de su Partido, el Liberal, elegido por el Departamento de Antioquia y Ministro del Tesoro y Crédito público a los 26 años de edad, el más joven que hasta ahora hemos tenido en Colombia”. El primer negro en ser colegial de la Universidad del Rosario, en ser ministro de Estado, en ser rector de una universidad y en llegar al Parlamento colombiano.
Por ser un intelectual de la más alta escala de la condición humana y por haber llegado tan alto como lo hizo en una época donde se demuestran los mecanismos de segregación racial como elementos puntuales de la organización social, se expide la Ley 570 de 2000, mediante la cual se le rinden honores a un ilustre colombiano. Entre las disposiciones allí previstas se dió el traslado de sus restos mortales desde el Mausoleo en donde estaban en el Cementerio Central de Bogotá a su natal Camarones, La Guajira.
Después de haber permanecido donde estuvo, al lado de las figuras cumbres de la historia, la política y las artes de Colombia, frecuentemente visitado y exaltado; hoy sus restos no descansan en paz, pues están en la Casa Robles en Camarones que permanece cerrada y no a la vista de su pueblo y visitantes. En una visión premonitoria el maestro Hermócrates Pimienta Barros (q.e.p.d), al enterarse de la gestión para la repatriación de sus restos mortales dijo: dejen sus restos allá donde están, que él está donde merece, entre los grandes.
Es inconcebible que ese de los más ilustres personajes del país y una de las figuras más prominentes de La Guajira, gran ejemplo para todos, en especial para los políticos locales, haya quedado encerrado sin poder ser visitado. Regresó a donde nació; pero al cerrar las puertas de su casa, se oculta su historia y legado. He escuchado, sin poder creerlo, que la casa Robles se usa incluso para predicas religiosas. Habría que imaginarse lo que el mismo intelectual radical Luís Antonio Robles Suarez estaría pensando de su propia suerte.