La última vez que se escuchó hablar de Monómeros, empresa venezolana, fue por cuenta de Piedad Córdoba y su cercanía con el expresidente Chávez. La empresa operaba desde la década de los setenta por iniciativa de los presidentes Carlos Lleras y Raul Leoni como una compañía de capital mixto en la que participaron el Instituto de Fomento Industrial IFI, Ecopetrol y el Instituto Venezolano de Petroquímica.
La tensión entre los gobiernos de Chávez- Uribe se vio también en decisiones empresariales como la del gobierno Uribe de vender en el 2006 la participación nacional en la productora de fertilizantes. El Ifi y Ecopetrol le ceden su participación Petroquímica de Venezuela –Pequiven- máximos accionistas de Monómeros. Para Chávez fue la oportunidad de contar con una punta de lanza en Colombia para el proyecto Bolivariano. Inicialmente los venezolanos conservaron el mismo equipo directivo con los colombianos Héctor Rodelo en la gerencia general y Gian Piero en la dirección financiera, pero las intenciones de Hugo Chávez empezaron a tomar forma cuando descubrió en Monómeros la caja menor que necesitaba para la financiación de actividades políticas afines a su proyecto con espectro latinoamericano.
Durante dos años se mantuvo cierta armonía hasta que el hilo se rompió cuando a través de delegados suyos en la Junta Directiva, Chaves ordenó disponer de recursos de la empresa para financiar a dirigentes colombianos allegados al proyecto Chavista. La gran beneficiada fue la entonces senadora Piedad Córdoba quien recibió un aporte de US$135.000 dólares cuyo propósito según ella, era el de apoyar el acuerdo humanitario con las Farc que buscaba la liberación de los secuestrados. Monómeros intentó también comprar la Universidad Autónoma de Colombia, algo que finalmente no se concretó por la intervención del gobierno nacional.
Los directivos colombianos renunciaron a sus cargos denunciando esta situación y Chávez no tardó en reemplazarlos con cuadros de su entera confianza. Entró a la junta directiva como presidente Francisco Toro, encargado además de liderar las inversiones petroquímicas de Venezuela en Latinoamérica y de inmediato fue nombrado Germán Paredes quien había formado parte del cuerpo de seguridad del Presidente venezolano.
En el año 2000 la empresa había consolidado el renglón de fertilizantes con la adquisición de la operación de la multinacional Carguil en Colombia bajo la marco Ecofertil, convirtiéndose en la gran proveedora para los requerimientos del campo colombiano. En la actualidad controla el 80% del mercado de fertilizantes y por lo tanto impone precios. El 20% están en manos de Yara, una compañía noruega. La queja de los agricultores es precisamente el precio de estos insumos agrícolas que están por encima del precio internacional entre un 25 y 30%. En particular en la Venezuela chavista cuestan 20% menos.
Desde el paro nacional agrícola de 2014 los productores vienen insistiéndole al gobierno que el componente de fertilizantes, dada la acidez del suelo colombiano, pesa más del 20% en el costo de producción y por tanto han solicitado la intervención urgente en el control de precios. De manera tímida y con el propósito de buscar quebrar el precio el Ministro de agricultura Aurelio Iragorri tramitó la importación desde Rusia de 20.000 toneladas del conocido Triple 15.
La demanda colombiana de fertilizantes está entre 1.7 y .1.8 millones de toneladas al año con lo cual la importación de Triple 15 es un factor marginal a la hora de forzar la regulación del precio por vía de la competencia. Así las cosas, el gobierno de Nicolás Maduro seguirá haciéndose a unas utilidades importantes por cuenta de los agricultores nacionales no solo para los campesinos, sino también para los empresarios del campo sin que el ministro Iragorri logre acercarse a las promesas que ofreció como ministro del Interior para conjurar el paro del 2014. De no haberse vendido el 50 % de Monómeros en el 2006, cuando Andrés Felipe Arias era el ministro de Agricultura, probablemente Colombia contaría con mejores instrumentos para regular el precio de los insumos que se han convertido en el dolor de cabeza y en el motor de la protestas de los productores agrícolas nacionales.