A mediados de 2020, en plena pandemia, Edgar Rentería veía cómo el proyecto soñado para su querida Barranquilla se iba para Ciudad de México. Pero el exbeisbolista no se dio por rendido. En la junta directiva de Two Way Stadiums, la firma que ayudó a crear y la que creó Arena del Río, estaba decidida a construir el enorme complejo en otro país, pero el niño de Barranquilla hizo una pataleta y los convenció de que su ciudad era el lugar ideal para levantar el proyecto.
Rentería buscó el respaldo del presidente Duque y del alcalde Jaime Pumarejo, quienes le dieron vía libre para que Two Way Stadiums, encabezada por el CEO Andrés Felipe Rodríguez, echaran para adelante con el proyecto. El inmenso lote, al lado del río Magdalena, en plena Vía 40, a unos metros de la Escuela Naval de Suboficiales, brillaba como una joya.
Pocos deportistas colombianos han sido más juiciosos con la plata que ganaron que Edgar Rentería. Cuando se retiró del béisbol, a los 37 años en el 2012, disminuido por una lesión de hombro, Rentería tenía en sus arcas 87 millones de dólares. La mitad de la fortuna la usó para crear Two Way Stadiums, una empresa que ha comprado una docena de apartamentos en Estados Unidos, la creación de Júbilo, un aguardiente tipo exportación que sacó al mercado de la mano de otro ídolo, Carlos el Pibe Valderrama, y hasta un equipo de béisbol en Estados Unidos, el Fullerton Flyers de California y hasta uno colombiano, las Águilas de Bogotá. Sin embargo nada se parece al Arena del Río, que tiene una inversión de 407 millones de dólares.
Pocos proyectos en el país podrían tener el adjetivo de faraónico. La única estructura techada en América Latina contará con 336.934 metros construidos, un césped móvil retráctil que servirá para albergar los partidos del Junior de Barranquilla, la selección Colombia y también conciertos. Además tendrá un hotel cinco estrellas, 100 apartamentos de lujo, 395 palcos, estudios de televisión, cine, música y producción de contenidos, tres auditorios independientes, un museo, un club de negocios y cinco puertos para albergar deportes náuticos. Y para sacarlo adelante buscaron a la barranquillera Tatyana Orozco, la exviceministra de comercio en 2013 y quien luego fue nombrada por el presidente Santos directora del Departamento Nacional de Planeación. Actualmente Orozco es la presidenta de Arena del Río y tiene las riendas de las grandes inversiones y proyecciones de ventas de palcos y suites del futuro complejo.
Ni en sus sueños más atrabiliarios el pelado que se hacía afuera del estadio de béisbol Tomás Arrieta esperando que salieran los batazos que sacaran las pelotas para él atraparlas y luego venderlas a mil pesos para así tener las monedas que necesitaba para comer papa rellena con chicha, creyó que se convertiría en el máximo inversionista y promotor de uno de los complejos de eventos más grandes.
Nada fue fácil para el niño de Barranquilla. Su papá, Francisco, un vendedor ambulante, murió cuando él tenía un año. Dejó siete hijos. Su mamá, Visitación, tuvo que salir a la calle con una olla caliente en la cabeza llena de pescado. Los siete pelados vivían arrumados en dos camas en el barrio Montecristo. Cuando llovía no dormían, todo el agua se colaba por entre las lonjas de metal mal pegadas que hacían de techo. Edinson, su hermano mayor, era un prodigio. A los 25 ya vivía en Estados Unidos. Edinson fue el primero que creyó en Arracacha, el apodo con el que conocían a Edgar. Bastante le costó quitarle el embeleco que tenía de ser jugador del Junior. Tenía talento como delantero, pero podría ser mejor como pelotero. Edinson lo recomendó a los visitadores de los Marlins de la Florida. En 1992, con apenas 17 años, se lo llevaron al semillero de ese equipo y con el primer cheque que le dieron le alcanzó para comprarle un apartamento a su mamá en Barrio Abajo en Barranquilla.
Lo demás es leyenda. En 1997 hizo el batazo que coronó a los Marlins campeones del mundo. Los logros llegaron como una catarata: ganó las series mundiales de 1997 y 2010, fue el primer sudamericano en ganar un MVP, jugó cinco Juegos de Estrellas, dos veces guantes de oro, tres veces bate de plata, cerró su carrera con 2.327 hits. Tiene razón Rentería cuando, resentido, dice que ningún periodista deportivo del país pudo dimensionar su estatura de gigante.
Una lesión en el hombro lo sacó del deporte a los 37 años. Se puso a practicar Kick Boxing pero él no servía para pelear sino para hacer negocios. Ahora se enfrenta al mayor reto de su vida, Arena del Río. Inversionistas tiene y de peso: están UNMUSIC Hotels, Universal Music Group & Dakia U-Ventures, ellos contrataron a la firma de ingeniería AECOM, quienes son líderes mundiales en diseño de ciudades inteligentes y de más de 100 estadios de primer nivel en Estados Unidos. La inversión resultaría un buen negocio según las proyecciones: un impacto de inversión de 1.25 billones de dólares y la creación de 9.040 empleos directos.
Nada parece imposible para el hombre que ganó dos series mundiales. Y como no, si tiene el respaldo del gobierno nacional encabezado por Iván Duque, a quien le hizo campaña en 2018, y de la alcaldía de Barranquilla liderada por la familia Char, que ha sido su fiel respaldo, como cuando el exalcalde Alex Char remodeló el viejo estadio de béisbol Tomás Arrieta para convertirlo en un diamante de primera categoría y lo bautizó Edgar Rentería.
El niño de Barranquilla está expectante, con la chequera para mantenerse confiado y poder inaugurar su Arena del Río en 2025.
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