El Nacional de mi padre

El Nacional de mi padre

"Mi viejo sufría con crispación al frente del televisor cuando jugaba 'el Verde de la montaña'. Era un hincha apasionado"

Por:
julio 29, 2016
El Nacional de mi padre

Mi padre fue hincha de Nacional. Nunca entendí su pasión por el Verde de la montaña, porque jamás salió del Caribe. En sus años de madurez recorrió todo el norte del país: Barranquilla, Santa Marta, La Guajira. Incluso fue varias veces a trabajar a Maracaibo cuando el hermano país recibía con aprecio a los colombianos.

Pero nunca fue a Medellín. Nunca a Antioquia.

Mi viejo sufría con crispación al frente del televisor cuando jugaba Nacional o la Selección. El Tano Pasman del Caribe. Con cierta exquisitez le reputeaba la madre por igual al árbitro que pitaba una falta inexistente, al portero que hacía mal un saque o al delantero que erraba una oportunidad de gol.

De él aprendí, entre muchas cosas, la procacidad al frente de una pantalla. Mis amigos dicen que las groserías se me oyen bonitas, naturales. “Tendrían que haber escuchado las del viejo Carlos”, les digo jactancioso.

En sus últimos años, mi viejo no distinguía en la pantalla al jugador que erraba el gol ni al que ponía el pase. Y entonces, cuando veíamos un partido de la selección, Zúñiga era un hijo de puta que se comía la pelota de gol que Jackson Martínez había pateado.

Crítico implacable y conversador festivo. Ese era mi padre durante un partido de fútbol. De él también aprendí que los partidos se ven mejor solo porque siempre se está expuesto al júbilo o al escarnio.

Como todo buen hijo, nadé contracorriente y salí hincha del Junior de Barranquilla. Pesó en mí adquirir consciencia durante los años en que el Pibe, Valenciano, Pachequito, Mendoza y Pazo le daban al equipo de la Costa las estrellas tres y cuatro del fútbol colombiano.

Junior contra Nacional eran nuestros clásicos. Y nos burlábamos cuando un equipo le ganaba al otro. Yo gocé la mítica remontada de Junior en la final de 2004 y él los cinco títulos que Nacional obtuvo después de ese año.

Pero como el fútbol es un rato, al final del partido nos separábamos y nos encerrábamos en nuestros mundos distantes. Él, los cigarrillos y el cultivo de arroz; yo, los libros y la universidad.

Y volvíamos a coincidir otra vez alrededor de un partido de fútbol, de la Serie Mundial de béisbol, de una pelea de título mundial y de la taza de café en las mañanas.

Siempre he dicho que soy una versión físicamente inferior de mi padre, pero espiritualmente más fuerte. Mi viejo, campesino iletrado, era una roca para el trabajo físico, pero también un hombre de sentimientos gigantes. Una lágrima indócil brotaba de sus ojos con la misma agilidad con que cortaba un puño de arroz.

En cambio, mi corazón siempre ha sido frío como enclenques son mis manos. Quizá por eso — y porque el fútbol es un deporte de pasiones y sentimientos— año tras año lo miro con mayor desdén.

Soy un hincha paria. Nunca he asistido a un estadio a hinchar por Junior y hace más de diez años no compro su camiseta. Puedo sobrevivir perfectamente un fin de semana sin saber si perdió o ganó, o sin saber si está dentro o fuera de los ocho.

Nunca supe de dónde provino el fanatismo de mi viejo por Atlético Nacional. Sospecho que, como muchos, inició en 1989. Es entendible, nadie quiere vivir su vida montado en el bus de los perdedores.

El seis de noviembre de 2013, Nacional jugó contra Sao Paulo en el Atanasio Girardot. Era miércoles. Esa noche los dos equipos se jugaban el paso a las semifinales de la Copa Suramericana. Ocho días antes, Sao Paulo había ganado como local el partido de ida.

Yo estaba con mi viejo en la sala de tierra y bahareque en la que aún vivo. Recuerdo que al final de un primer tiempo sin goles, me levanté de la silla: “Allí te dejó con tu Nacional”, le dije. Esas fueron las últimas palabras que le dirigí.

Al final, Nacional quedó eliminado de la copa. Y a la mañana siguiente mi viejo amaneció muerto en su cama.

Miento si digo que festejé el nuevo título de Nacional en la Libertadores. Pero ese miércoles, mientras veía la celebración en la pantalla, me acordé de mi viejo y por él sentí regocijo.

Al día siguiente—lejano a aquel otro jueves ominoso— lo imaginé levantándose temprano de su cama a hacernos el café y a restregarnos en la cara el nuevo título de su Verde del alma.

@victorabaeterno

 

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Los secretos de Ángel Barajas para convertirse en campeón y en el Deportista del Año

Los secretos de Ángel Barajas para convertirse en campeón y en el Deportista del Año

El bochornoso show de Petro en Barranquilla: habla del guayabo y defiende el machismo de Daniel Mendoza

El bochornoso show de Petro en Barranquilla: habla del guayabo y defiende el machismo de Daniel Mendoza

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--