El edificio de La Fundación Miró fue diseñado por el arquitecto Josep Luis Sert y se inserta perfectamente en el paisaje catalán de Monjuic. La colección que encontramos fue en gran parte una donación del artista y se ha ido complementando con otras donaciones que permiten observar y realizar muy cómodamente un recorrido por todas las etapas de la vida del artista. Joan Miró (1893-1983) nació en Barcelona. Su padre era un relojero y su madre, que había nacido en Mallorca, venía de una familia de artesanos. Durante toda su vida, Miró hizo mucho hincapié en la importancia del paisaje natal en su trabajo, en especial su finca en Montroig, fuente de su inspiración.
En 1915 Miró comienza a trabajar al lado de las corrientes del momento modernista sin dejar atrás su temperamento e identidad catalana. Sus primeros trabajos tienen manchas abstractas contundentes que observaban el Cubismo. Por su parte, el uso de los colores estridentes mostraba su interés por el movimiento Fauve. En 1918 el trabajo de Miró cambió de rumbo mientras se concentraba en el paisaje de Montroig.
Más tarde, en 1920 cuando llega a París, Miró entro en contacto con el movimiento Surrealista. Este artista creó un deslumbrante mundo pictórico y escultórico propio. Su lenguaje personal de signos y el nuevo tratamiento del espacio hicieron posible un arte de trasformaciones: lo concreto se vuelve universal y lo universal en concreto. En definitiva, el artista refleja su particular versión del mundo como un lugar de mutaciones constantes entre lo celeste y lo terrenal.
El mismo artista anota: “Nosotros los catalanes, creemos que hay que tener los pies sólidamente anclados a la tierra para poder divagar por los aires. Cuando bajo a la tierra de vez en cuando es para poder saltar más alto después”.
Miró refleja en su obra siempre lo más cercano a lo observado, al sentido de la vista, a una experiencia puramente retiniana. Con una parte de su lado como poeta visionario y la otra como el meticuloso artesano, su obra se presenta como un paradigma de libertad y espontaneidad del siglo XX.
Los acontecimientos de la Guerra Civil española y de la Segunda Guerra Mundial hacen que entre en conflicto la vida interior de Miró y afecta su manera de pintar, dibujar, hacer collages. Aparecen lunas y galaxias, espirales y escaleras que anotan su necesidad de evasión.
A finales de 1940, los nazis bombardean Normandía y Miró se ve obligado a huir llevándose una importante serie de trabajo: sus primeras Constelaciones, que llegaron a los Estados Unidos después de la guerra y abrirán el camino del expresionismo abstracto norteamericano.
“El Surrealismo me ha abierto un universo que justifica y alivia mi tormento (…) el surrealismo me ha permitido ir más allá de la investigación plástica; me ha llevado al corazón de la poesía, al corazón de la alegría” anotaba Miró.