Ana Patricia Palacios en su trabajo ha estado alerta a la realidad. La primera fue como gemela: creó la Serie Dualidad (Gemelidad), que en el desarrollo de su vida tiene intereses constantemente ligados a la condición humana en sus mil diferentes facetas. Pero en su obra ella siempre involucra al contexto: las aproximaciones a lo político, social y económico a lo ontológico. Porque se tiene que entender desde el hecho de pertenecer, de vivir en un país en permanente conflicto.
Como artista le interesa sacar a la luz las condiciones y situaciones adversas en las que vivimos. Condiciones que no son exclusivas de Colombia, sino que, por el contrario, por más extrañas que parezcan, se producen en otras partes del mundo, con similares circunstancias a las de este país. Pero a esa mujer del mundo, eso la conduce y la obliga a representar lo nuestro: campesinos que tienen que usar la diaria condición del peligroso riesgo de transporte en las garruchas para poder encontrar a la "civilización". Sea lo que sea: llevar la tarea al colegio, transportar lo producido de sus cultivos, comunicarse con la supervivencia. El padre de Fernando Botero lo realizaba, en su comercio y con sus mulas. Una por una se iban al precipicio por el aire en ese camino peligroso a la única verdad de transporte. Y después de cien años de soledad, todo sigue siendo igual.
Ana Patricia Palacios ha seguido esta otra realidad paralela. Porque en el abandono estatal y la corrupción, las garruchas siguen existiendo en toda Colombia donde los campesinos se ven obligados a utilizar este medio de transporte. Viven en montañas lejanas y utilizan el cable de acero, que se extiende de una montaña a otra y por donde se lanzan con una polea, freno de palo o un cochón viejo y sin resortes los reciben con el impulso y la inercia. Llegan rápidamente al otro lado, poniendo en riesgo cada día su vida. Estas garruchas (cables) se encuentran en medio de paisajes hermosos y agrestes a enormes alturas impredecibles, pero en ellas se produce, contradictoriamente, una sensación de libertad, éxtasis, asombro y terror.
A eso nos acostumbramos. Ahora el futuro del Si o el NO es la incertidumbre de un personaje político. Qué inmundicia es no tener claridad de conceptos sino de caprichos políticos.