El mundo antes y después del Coronavirus

El mundo antes y después del Coronavirus

Tendremos que adaptarnos, como seres humanos pero debemos entender que este proceso traerá consigo transformaciones, sacrificios, aprendizajes y oportunidades

Por: Juan Alberto Zapata Caycedo
marzo 27, 2020
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El mundo antes y después del Coronavirus

Es hasta irónico pensar que un virus tan microscópico como el COVID-19 esté escribiendo la historia de más 7 mil millones de seres humanos que habitamos en este globo terráqueo. Pero así es. Una crisis tan inesperada y a la vez tan evitable está marcando el rumbo de nuestro futuro como humanidad, y con esto me refiero a que entre más avance esta pandemia, el mundo que conocíamos antes del COVID-19 será más diferente al mundo que conoceremos después del COVID-19.

Tendremos que adaptarnos, como seres humanos, y esa, se supone, que es una de las “ventajas” que tenemos como especie, pero debemos entender que este proceso traerá consigo transformaciones, sacrificios, aprendizajes y oportunidades.

Vayamos de lo particular a lo general. Lo primero que debemos entender son las implicaciones psicológicas que traerá esta pandemia. Posiblemente los seres humanos, a causa de este “aislamiento social” empecemos a construir una representación inconsciente de que muchos objetos que componen nuestra realidad son amenazantes para nuestra salud  y empecemos a fijarnos en que antes normalizábamos el mugre, pero ahora lo consideramos un elemento que nos vuelve vulnerables y que puede acabar con nuestras vidas.

Esto moldeará a un ser humano inmerso en su propio miedo, que considera que la única manera de sobrevivir es alejarse lo más posible de aquellos lugares, elementos e incluso, personas, que puedan poner en riesgo su existencia o la de sus seres queridos, para mantenerse lo más limpio, sano y vivo posible.

Un ser humano encerrado en una realidad basada en el miedo va a intentar evitar escenarios en los que él o su familia se puedan ver amenazados, porque encuentra en este acto, la única manera de enfrentarlo, ya que el objeto amenazante (COVID-19) no es algo que pueda golpear o con quien pueda luchar físicamente, sino que es algo que ni siquiera es perceptible a la vista humana. Esto nos lleva a pensar en una segunda transformación: la social.

Cuando el ser humano se sienta protegido, porque sus propias estrategias de aislamiento social lo mantienen más vivo y más o menos tranquilo, el contacto físico que va a tener con otras personas, que también se encuentran con el mismo temor, va a ser cada vez menor. Esto podría traer consecuencias importantes para las relaciones sociales y las formas de vincularse de las próximas generaciones.

Imagínense una mamá preocupada porque su hijo jugando en el parque con otros niños está expuesto a recibir cualquier virus de cualquier niño que puede estar enfermo; imagínense un papá que no deja salir a su hija adolescente adonde el novio, porque no sabe si el novio o la familia están bien de salud. Así, paulatinamente, veremos cómo se va construyendo la generación de la sospecha. Sospecho que fulanito está enfermo entonces no lo visito; sospecho que alguien en el trabajo está enfermo, entonces prefiero trabajar desde casa; sospecho que mi novio tiene tos, entonces pienso que a lo mejor estuvo besuqueándose con otra mujer que le pegó el virus; sospecho que tengo tos, entonces tengo el virus; sospecho que mi mejor amigo (mi celular), con quien paso la mayor parte de mi tiempo, también puede enfermarme si no lo limpio.

Esto, como un efecto secundario, modificará la forma de relacionarse sexualmente, pues la restricción del contacto cuerpo a cuerpo, lo que podría suponer, por un lado, es la creación de una representación de cuerpo restringido solo para aquellos que se encuentren sanos, y un cuerpo limitado, porque existe un temor mayor a conectarse sexualmente con otros, por el veneno de la sospecha que se nos está metiendo en la cabeza. Aquí dejo dos preguntas: ¿será que este distanciamiento social podría entonces disminuir el número de personas que nacerán en los próximos años? ¿Ese deseo sexual que no podemos descargar, por la norma interiorizada de “tienes que mantenerte sano”, qué destino tomará?

La generación de la sospecha entonces va a empezar a utilizar estrategias que le permitan el menor contacto posible con otros seres humanos y aquí viene una tercera transformación: la digital.

Si creíamos que nos encontrábamos en una “aldea global” por estar inmersos en un entorno virtual constantemente, el mundo después del virus será testigo de una aceleración absurda de los medios digitales. Toda crisis trae consigo creación. Las guerras han traído consigo avances tecnológicos y en este caso, la guerra contra el miedo y contra el virus, favorecerá la creación de miles de herramientas digitales para facilitar el entretenimiento individual, favorecer el contacto con otras personas lejos de casa y promover nuevas formas de recibir ingresos y generar ganancias, muchas más de las que existen actualmente.

Ya estamos viendo cómo plataformas como WhatsApp, Zoom y Skype están siendo usadas incluso para congregar ritos religiosos, celebrar cumpleaños, convocar reuniones de trabajo, acudir a clases virtuales, presenciar bodas y hasta observar funerales a distancia. Mientras hay equipos de fútbol preocupados, porque no saben cómo financiarse sin el dinero que reciben en las taquillas del estadio o empresarios desesperados, porque sus servicios solo se brindan de manera presencial.  Imagínense entonces en un futuro, qué se inventarán los emprendedores digitales para transformar los modelos de negocios en oportunidades digitales. Esto nos lleva a pensar en una cuarta transformación: la económica.

Para todos es claro que lo que más mueve dinero hoy en día es el petróleo, o bueno, antes del COVID-19. Pero lo que estamos viendo en esta crisis es un desplome histórico de los precios del petróleo. Esto lo que supone es un desafío para las empresas basadas en el ahora mal llamado “oro negro”, pues si la gente no va a necesitar tanto combustible, por ejemplo, porque no van a salir tanto de casa, no van a tener que manejar un automóvil o tomar un bus o abordar un avión, debido a que, recordemos, pertenecen a la generación de la sospecha y prefieren evitar la exposición de su cuerpo.

Esto lo que implica es que ese tiempo que se gastaban en sus vehículos en trancones se lo van a gastar en otras actividades. Así es como la economía de servicios va a empezar a tomar fuerza, y como estos negocios deben promover al máximo el cuidado de la salud de sus clientes, entonces tendrán el menor contacto físico posible, por lo que tendrán que adaptarse al entorno digital. Esto nos lleva a una quinta transformación: la ambiental.

Si no sirvieron los esfuerzos de iniciativas gubernamentales y ciudadanas para cuidar el medio ambiente en la era antes del COVID-19, hoy el planeta le agradece a ese virus, porque miren lo paradójico: el Coronavirus hace que al ser humano le cueste respirar, pero le da un respiro a la naturaleza. Hoy vemos cómo peces se logran ver en los canales de Venecia, cómo en Cartagena se logran ver delfines cerca a la playa, cómo la calidad del aire ha mejorado en muchos países, cómo el cielo es cada vez más azul y menos gris, cómo los animales ahora se han vuelto los dueños de la ciudad, cómo la flora y la fauna son cada vez más libres y nosotros cada vez más encerrados, y cómo la naturaleza nos muestra que también necesita un equilibrio.

En esta medida, esta transformación ambiental traerá desafíos y oportunidades para el ser humano. Por un lado, muchas empresas y gobiernos se tendrán que adaptar a ese llamado del planeta que dice “cuídenme que aquí estoy” y por otro, muchos creativos podrán aprovechar el momento para recibir ganancias utilizando el medio ambiente, sin dañarlo, dependiendo de las decisiones que tomen. Esto nos lleva a pensar en la sexta transformación: la política.

Es claro que lo que estamos evaluando hoy en día es la capacidad de gestión que tienen todos los líderes mundiales para sobrellevar esta crisis, por eso la pregunta que nos va a empezar a molestar la cabeza será: ¿cuál debería ser el individuo idóneo para manejar un país, una ciudad o un departamento, que entienda todas las transformaciones que traerá esta crisis para la sociedad?

Esto nos lleva a pensar que la manera de asumir el poder podría cambiar en un futuro postcoronavirus, porque la generación de la sospecha podría tener un pensamiento más crítico en relación con las propuestas de los candidatos, futuros dirigentes. Lo anterior implica que este sujeto debe estar preparado para gobernar una sociedad digital basada en el miedo, la sospecha y el aislamiento, que además es en su mayoría desigual,  pues recordemos que según la ONU: el 1% más rico de la población tiene cada vez más dinero.

Ahora, una población desigual es aquella que no tiene suficientes oportunidades de empleo y educación, por lo que este futuro postcoronavirus, puede ser una posibilidad importante para empresas y gobiernos para transformar sus procesos, implementando nuevas estrategias que fomenten el empleo digno y aporten una educación de calidad.

Todo lo anterior finalmente nos llevará a una transformación cultural, que no la sentiremos tanto en un inicio, pero caeremos en cuenta de ella cuando comparemos el mundo antes y después del Coronavirus. Ese cambio implicará la creación de nuevos rituales y prácticas para encontrarle un sentido a la vida, que se realizarán en instituciones de todo tipo: religiosas, científicas, educativas, gubernamentales, privadas.

Veremos cómo los hábitos y las costumbres que teníamos antes del COVID-19 en nuestra rutina diaria, serán diferentes a los del futuro, y si estamos inmersos en una generación de la sospecha en una era hiperdigitalizada, las transformaciones culturales se llevarán a cabo en función de ese contexto, y claro está, en función de las influencias propias de cada país.

Así es como veo yo que se transformará el mundo después del COVID-19. Puede que me equivoque, puede que acierte en algunos aspectos, pero lo que sí está claro es que el mundo cambiará. Lastimosamente habrán muchos muertos y los que sobrevivan deberán adaptarse a muchas de estas transformaciones,  porque lo único constante en el desarrollo del ser humano es el cambio.

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